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sábado, 27 de octubre de 2012

El Patrón del Mal tiene a millones atrapados por el cuello

Héctor R. Castillo Toledo

Hace unos días conversaba con el colega Julio Martínez Molina, periodista y avezado crítico de cine, sobre el fenómeno en que ha mutado, al menos de este lado del Atlántico, la controvertida serie televisiva colombiana de Canal Caracol sobre Pablo Escobar Gaviria, nefasto personaje del narcotráfico y el crimen organizado que centró la atención en esa convulsa nación allá por los '80.
Comentamos acerca de sus elevados rating de audiencia en el mundo hispano, el inusual éxito conseguido incluso en los Estados Unidos, meca de este tipo de productos audiovisuales, y hasta hicimos planes para una eventual ayuda suya en la recopilación de la mayor cantidad información posible sobre la teleserie, ya desde el punto de vista de producción, montaje y demás particulares que Julito domina como especialista, pues coincidimos era hora ya de evaluar críticamente el asunto.
Acabo de tropezarme vía Twitter con el enlace a un trabajo cuyo título no me dejó margen a dudas: Pablo Escobar quiere drogar a Cuba, publicado en el blog Café Mezclado, y ya antes de abrirlo supe que mi coterráneo y buen amigo Pedro Hernández me había tomado la delantera, y por buen trecho cuando busqué su fecha de publicación: 03/09/12.
Igual que al autor me sucede a mi y a millares de hogares en Cuba: Escobar: El Patrón del Mal, nos tiene atrapados por el cuello, como a millones también en otras naciones donde aún la pasan en pantalla, porque es cierto, y no se puede negar, en su momento la figura del inescrupuloso Escobar Gaviria llegó a rodearse de una aureola de mito y leyenda donde combinaba perfecta esa extraña mezcla de admiración y odio que son capaces de transmitir los personajes de signo negativo, comportamiento explicado únicamente por los enrevesados trillos del morbo.
Más allá de enjuiciamientos sobre si resulta o no un buen material (pifias de filmación, edición y rigor histórico anotamos varias), como Pedro en su colada concluyo esta suerte de comercial con la siguiente observación reflexiva: ojalá en todos los hogares existiera al menos una persona con el suficiente sentido crítico para el consumo de un producto tal, alguien capaz de abrirle los ojos a jóvenes también envueltos en la telaraña de una serie donde si algo sobra es acción, violencia y malos ejemplos de cuál debe ser el correcto desempeño de los hombres de bien.
Repito, es necesario apreciarla con ojo crítico. Y con ello enfilo mis lanzas contra el criterio de Alfonso Salazar, alcalde de Medellín en el período 2008-2011 y autor de La parábola de Pablo (2001), libro base para la escritura del guión del seriedo televisivo, cuando dijo: "Nunca he creído que las series decidan lo que pasa en una sociedad, ni que los jóvenes serán delincuentes por verlas."
Hubiese deseado, reitero, escribir de la teledroga informal de turno. Pero como quien da primero da dos veces, reconozco ante todo la sagacidad del colega, su excelente evaluación del fenómeno al cual asistimos tanto él como yo en calidad de espectadores, y no les robo más tiempo para recomendarles que busquen y disfruten con ojo analítico Pablo Escobar quiere drogar a Cuba, un post que vale la pena leer.

Nota al pie: Estoy varado en el capítulo 73. ¿Alguien sabe dónde conseguir los restantes?

1 comentario:

  1. A mi en lo particular me ha gustado. Si no estuviera plagada de erores crasos de anotación que saltan a la vista entre capítulo y capítulo diría que es una excelente serie. Por eso no es de gratis la teleaudiencia que ha logrado.

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