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lunes, 11 de marzo de 2013

Los monstruos de Langley

Julio Martínez Molina

La Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) constituye el más completo mecanismo de control e intromisión política, ideológica y militar que ha existido en la historia de la humanidad. A pesar de sus fiascos o célebres meteduras de patas, cada administración yanki posterior a su creación ha tenido en el cuerpo al resorte clave para espiar e intentar dominar al resto del mundo. Representa el brazo derecho de Washington, sin parangón con ninguna de las instituciones análogas existentes. Ni siquiera el inmenso poder de Hoover al frente del Buró Federal de Investigaciones (dado su carácter interno) lograría establecer márgenes de comparación posibles con un organismo encargado de operaciones encubiertas a escala planetaria.

Obama, de quien tantos esperaban tanto y tan poco entregó a muchos, la ha utilizado como pocos al servicio de las ambiciones e intereses geoestratégicos del imperio. La Central de Inteligencia, los aviones no tripulados y la guerra por robots figuran entre los principales sueños húmedos del emperador.
La CIA es depositaria de la herencia de siglos de la escuela de espionaje occidental; así como de toda la astucia política transmitida de generación en generación desde los tiempos de los tratados firmados por Maquiavelo.
Curzio Malaparte es niño de teta para sus golpes de estado. A ello suma operaciones de subversión interna a rango mayor o empleo de fondos multimillonarios para los fines más aviesos (cosas de la macropolítica), que comulgan en Langley con técnicas mucho más personificadas, rústicas y presuntamente anacrónicas dirigidas a derrocar regímenes o eliminar adversarios. Los hombres de Virginia lo mismo pueden aniquilar vía drones a dos hombres entre las dunas de Afganistán -bajo la orden expresa de su Comandante en Jefe, Premio Nobel de la Paz-, que enfermar a la masa animal o al pueblo de una nación, o envenenar (por técnicas más o menos ortodoxas) a líderes de regímenes políticos contrapuestos al credo de Washington.
Ya no es la época de los Borgia, cuando un papa o el cardenal menos afín al poder podían vomitar sangre y morir tras una copa de vino envenenada, allá en el corazón de la Vieja Europa. En la actualidad, aunque el fin sea el mismo los medios difieren, y existen desde bacilos introducidos en el cattering (servicio de comida) hasta virus o enfermedades inoculadas con efecto a corto o largo plazo, gracias a teams médicos intervenidos, personal sobornado…, en fin los métodos más sórdidos posibles.
Por eso, revienta tanto en las entrañas de cualquiera persona justa de este mundo, el Che permitiría parafrasearlo aquí, que Hollywood dore la píldora de este nido de monstruos liderados desde la Sala Oval (la patraña de que actúan a su arbitrio, a veces desligados del poder, es una falacia más del diablo para convencernos de que no existe) mediante disímiles películas: Argo, la más reciente de ellas.
Los propios medios norteamericanos reconocen el papel del ente. The Washington Post publicó en junio de 2010 que “durante la planificación de la invasión de Irak en el 2003, el Iraq Operations Group de la CIA trabajó en torno a una serie de ideas para desacreditar a Saddam Hussein ante los iraquíes. Una de esas ideas fue la de la creación de un video que mostraba al dictador iraquí teniendo relaciones sexuales con un adolescente, según dos ex funcionarios de la CIA familiarizados con el proyecto”.
En 1996, el periódico Mercury News, de la ciudad norteamericana de San José, publicó la serie de serie de artículos de investigación titulada Alianza oscura, la cual interrelacionó el trabajo de las misiones de la CIA en Nicaragua con el aumento del consumo de crack en Estados Unidos.
"No hay duda alguna de que personas relacionadas con la CIA o que formaban parte de su personal estuvieron involucradas en el tráfico de drogas", dijo el entonces senador John Kerry, quien encabezó en 1989 un comité parlamentario de investigación sobre la asociación de la Agencia con carteles colombianos para traficar droga a Los Ángeles y emplear las ganancias con el propósito de adquirir armamento y enviarlo a los contras en la nación centroamericana.
La televisora qatarí Al-Jazeera, junto a la agencia de prensa italiana IPS, denunciaron en julio de 2012, por enésima vez, algo bien sabido: que los chicos de Langley "no luchan contra los narcotraficantes", sino que "intentan manejar el comercio de drogas" en México. E igual en cualquier sitio.
"La guerra contra las drogas es una ilusión", señaló el año pasado Hugo Almada Mireles, profesor de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y autor de varios libros. "Es una razón para intervenir en América Latina", dijo a Al-Jazeera, citada por IPS. "La CIA quiere controlar a la población. No quiere detener el tráfico de armas a México. Mire por ejemplo a la operación Rápido y Furioso", afirmó, en referencia a la fracasada iniciativa estadounidense por la cual se permitió durante 15 meses el tráfico de armas automáticas con la esperanza de poder rastrearlas y detener a los criminales.
América Latina sangra, cada semana, por la obra malévola de la Agencia. Algún día se conocerá, de forma íntegra, su legado macabro de exterminio.

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