Traducir esta página

English Russian Italiano DeutschPolonia Français Portuguese Chino Japones Arabe Sueco Noruego Corea

viernes, 21 de octubre de 2011

Libia: Se acaba la guerra... empieza el saqueo

Héctor R. Castillo Toledo

Según agencias de prensa los países de la OTAN se reúnen hoy en Trípoli para analizar el cese de la agresión a Libia, siete meses después del inicio de la llamada operación Odisea del Amanecer, cuyos bombardeos  causaron miles de muertos -buena parte de ellos inocentes y ajenos al conflicto- y destruyeron las infraestructuras de importantes ciudades en un país con el más alto índice de calidad de vida entre las naciones norafricanas.
Pero ese detalle poco importó a los "aliados", cuyo olfato de buitres estaba anestesiado por el sutil olor de las reservas petroleras de la que fue la Jamahiria. Sólo un obstáculo se interponía en la posesión de tan apetecidos recursos: Muanmmar Gadafi, un hombre de vaivenes, excentricidades, pero por sobre todos los defectos (quién no los tiene) un defensor a ultranza de la nación libia, mosaico de tribus a cuya cabeza lideró la Revolución del 1 de septiembre de 1969 que derrocó al rey Idris I, sustituyendo el Reino de Libia por la República Árabe Libia.
Y obstáculo al fin, la reunión se realiza apenas un día después del asesinato del líder, de manera que la  urgencia sobre el cese en territorio libio de las operaciones de una organización que, al parecer rediseñada para hacer de gendarme global, estaba condicionada, sobre todo, por lo que fue slogan repetido de boca en boca desde la toma de Trípoli por las fuerzas mercenarias complotadas: hay que capturar a Gadafi, vivo o muerto.
Y no lo digo yo. Lo ha declarado el propio secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, a poco de conocerse la muerte de Gadafi. Sobre el asunto apuntó: "el momento de poner fin a la misión está mucho más cerca".
Pero también lo dijo el presidente francés, Nicolás Sarkozy, quien anunció que la operación en Libia "llega a su fin".
Azuzadas por Estados Unidos, que esta vez no quiso ser "cabeza visible" (aunque su protagonismo resulte secreto a voces), Francia y Gran Bretaña encabezaron la agresión militar, iniciada a finales de marzo último después de que el Consejo de Seguridad de la ONU "santificara" la operación tras aprobar la creación de una controvertida zona de exclusión aérea sobre el país magrebí.
Desde entonces, el número de operaciones de reconocimiento, espionaje y bombardeos de la aviación "aliada", portadora del "fuego amigo", sumaron miles en Libia, sin contar las de los Predators, aviones teledirigidos por un piloto cómodamente instalado en un comando central a miles de kilómetros del teatro de operaciones, a salvo del fuego antiaéreo y eventuales eyecciones en paracaidas.
Pero bueno, ha llegado a su fin la guerra que nunca debió producirse, al decir del vicepresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo, Willy Meyer, defensor de una solución de las diferencias internas mediante la acción diplomática.
Según el también secretario de Política Internacional del partido español Izquierda Unida (IU), "el objetivo de la actuación de la OTAN durante el conflicto nunca fue proteger a la sociedad civil, sino convertirse en la fuerza aérea de los rebeldes para aniquilar físicamente a los llamados 'leales' y al propio Gadafi".
De modo tal que, con la ejecución del hombre a quien el  52,5 por ciento de los encuestados por la cadena Russia Today calificó como víctima de una conspiración internacional (frente a 37,7 % de quienes lo tildan tirano y 9,8 % patriota), culmina la apuesta militarista de la OTAN para garantizar dos propósitos de marca prioritaria, tanta que no me atrevería a establecer un orden entre si lo primero era hacerse con el control sobre los apetecidos recursos naturales libios (petróleo con bajo contenido de azufre y reservas millonarias de aguas subterráneas) o asegurar una envidiable posición geoestratégica con  la presencia de bases militares de Estados Unidos al sur del Mediterráneo.
Por lo pronto, arranca ya la etapa de saqueo, una parte de la cual (y nada despreciable) se encubrirá mediante las llamadas tareas de contribución para la reconstrucción de Libia, "ayuda" que, en franca paradoja, pagarán los contribuyentes de esa agredida nación a los bancos de los mismos países cuyos aviones destruyeron la infraestructura necesitada ahora de edificación o remozamiento en el mejor de los casos.
La gente lo comenta en la calle, y lo digo por experiencia propia, pues esta mañana, a la salida de casa, el vecino me soltó a bocajarro como avezado "analista de barrio" que es: "Comenzó el festín en Libia. Se armó y el tira y jala para ver quién se lleva la mejor tajada en el reparto del pastel petrolero".
Ése, no tengo duda alguna sobre ello, estará entre los primeros asuntos del temario a debate entre los asistentes al encuentro, una cita donde abundarán los intercambios de palmaditas en el hombro por el "éxito" de un amanecer de odisea que demoró más de lo previsto para sus organizadores y costó al pueblo libio decenas de miles de muertos y mutilados de guerra, huérfanos sin hogar, niños a quienes se les arrancó de cuajo la infancia para siempre.
Y aunque intenten ocultarlo y hagan un aparatoso despliegue de retirada acompañado de caravanas, banderas y euforia a raudales, allí estarán, camufladas pero listas para cuidar el botín conquistado, una parte de las fuerzas navales y aéreas con las insignias odiosas del Tratado que una vez se dijo para equilibrar las fuerzas en la vieja Europa y hoy le quieren imponer al mundo como "fuerza de paz" al servicio de la ONU para garantizar la capacidad de intervención en cualquier "oscuro y remoto" rincón del planeta.
Así andan las cosas en este mundo patas arriba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Buscar este blog