Traducir esta página

English Russian Italiano DeutschPolonia Français Portuguese Chino Japones Arabe Sueco Noruego Corea

jueves, 8 de agosto de 2013

Dos post, dos visiones de una política obcecada



La isla de los dos bloqueos

Harold Cárdenas Lema

¿Cómo se escribe sobre algo que ha definido tu vida desde que naciste? Sencillo, vas al Google y buscas la definición de esa palabra: bloqueo. Entonces no te sorprenderá leer que significa “cerco”, “aislamiento” y “embargo” pero mucho menos sorpresivo será el ejemplo que utilizan para que entiendas clarito: “El bloqueo de Cuba pudo provocar una guerra”. Sí, mi país es el ejemplo de bloqueo que utiliza el diccionario, no me extraña.
Desde pequeño fui escuchando ese término, cuando tuve conciencia política aprendí que el bloqueo es algo característico de los censores, los que limitan en vez de posibilitar, los que gustan de hacer las cosas un poquito más difíciles y hacen que se nos vaya la vida con sueños incumplidos. Dicen que las personas antes de morir ven toda su vida pasar delante de sus ojos, pues producto del bloqueo los cubanos morimos a diario, esperando que este cambie.

Esta es la isla donde imperan dos bloqueos. El primero es el interno, el imperdonable, el que se expresa a través de prohibiciones y puntos de vista obsoletos, que en los últimos tiempos parece resquebrajarse pero sigue contando a su favor con una burocracia que intenta resistir o tergiversar los cambios necesarios. El segundo es el externo, el que no podemos cambiar, que por mucho que finja ceder cada día se empeña más en sabotear nuestros deseos de decidir nuestros propios destinos.
Una forma de expresión del bloqueo interno ha sido utilizar a menudo la política de los Estados Unidos hacia Cuba como pretexto para justificar nuestras propias insuficiencias, la mala administración no puede achacarse solo a los condicionamientos externos, mucho tenemos de culpa nosotros mismos pero el chivo expiatorio sigue utilizándose. Lo peor de esto resulta en que al convertir el bloqueo norteamericano en fetiche se provoca que la gente lo ignore, lo descarte y lo olvide, bonito favor a los yanquis.
A menudo se nos recrimina a los cubanos haber fracasado como proyecto sociopolítico, la mejor respuesta a esto la dio un extranjero, Rafael Correa en el 2011 nos recordaba que ignorar el bloqueo económico a Cuba es como “encontrar un ahogado en el fondo de una piscina, con los pies metidos en un balde lleno de cemento, y llegar a la brillante conclusión de que se ahogó por no saber nadar”. El bloqueo externo, por mucho que se nos disfrace y la cotidianidad nos lo haga olvidar, por mucho que las lucecitas de colores provenientes del norte nos resulten atractivas, el bloqueo existe.
Si no me creen entonces lean la anécdota de Fernando Ravsberg, corresponsal de la BBC en Cuba: “Recuerdo que una vez varios periodistas estábamos conversando con el embajador norteamericano y nos dice que el bloqueo es una excusa de Castro para tapar sus propios errores, yo le respondo que le den un golpe estratégico: le quitan el bloqueo y lo dejan sin excusa, conclusión, estuve dos años sin que me invitaran a la embajada a ninguna recepción (…) Yo creo que la política del embargo no es un cuento, afecta financieramente…”
El punto es que entre los dos nos hacen la vida imposible a los cubanos, un pueblo al que poco se le ha reconocido las décadas de sacrificio consciente, en que la cotidianidad de sus habitantes sigue siendo el heroísmo no contado. Mientras seguimos enfrascados en terminar de una vez y por todas con los extremismos internos, las amenazas externas no parecen terminar y el punto de ruptura podría ser la comunidad de cubanos que vive en los Estados Unidos. Su influencia a favor del cese del bloqueo sería clave para sus familiares en la isla.
Desde hace tiempo sentía una deuda con este tema. ¿Cómo se escribe sobre algo que ha definido tu vida desde que naciste? Sencillo, escribes tu primer post sobre el asunto y te propones no rendirte para no darle el gusto a los extremistas. El resto lo dirá la vida. (Tomado del blog La Joven Cuba)


Alguien me habló del bloqueo…

Rosa C. Báez

Unos le llamamos por su justo nombre: bloqueo. Otros, incluso muchos amigos de Cuba -no sé si por aquello de las traducciones o simplemente por la forma en que estamos permeados por cómo se menciona por esos mundos- continúa diciéndole, de cierta forma edulcorada, “embargo”. Mucho se habla, de una u otra forma, de esta especie de látigo que el imperio restalla, día a día, sobre nuestro pueblo.
No sé cuándo, conscientemente, escuché por primera vez del bloqueo. Pero sí recuerdo, como si fuera hoy, cómo la vida de mi pequeño hermano pendió de un hilo cuando, allá por los primeros meses de 1960, dejaron de entrar a Cuba las marcas de leche evaporada que él, un bebé de apenas 7 u 8 meses, estaba acostumbrado a ingerir y cómo fue una carrera contra el tiempo encontrar un alimento sustituto para salvarle de aquel mal de estómago que nos lo iba dejando delgadito, casi muerto, en nuestros brazos, en aquella época que nadie imaginaba que existirían alimentos probióticos…
Muchos enemigos de la revolución, en estos días de realidades virtuales y redes sociales, nos agreden con la idea de que el “embargo” no es más que una pantalla de nuestro gobierno revolucionario, y sacan del bolsillo no sé cuántos ejemplos de granjeros norteamericanos y de convenios y ni qué decirles cuántos insultos nos atizan…
Hoy yo te hablaré del bloqueo, no a ellos, porque como decía un amigo, combatiente en Malvinas, “no se gasta pólvora en chimangos”, si no a ti que quizá dudes qué significa para los cubanos el bloqueo… porque como declara en cualquier avenida un enorme cartel, más del 70% de los cubanos han nacido después de que ese lazo intentara ahogar a nuestro pueblo… pero a pesar de ello, vivimos, amamos, reímos…
Pero, ¿crees que ría la madre cuyo pequeño hijo, ingresado en uno de los hospitales infanto juveniles de nuestro país, está en riesgo de morir porque el único medicamento que podría aliviar su problema cardíaco sólo es producido por un laboratorio en Estados Unidos y éste no puede venderlo a Cuba? ¿Que, quizá, algún buen amigo se exponga a sufrir multas millonarias para conseguirlo, pero debe reenviarlo desde las antípodas y esa demora de días puede decidir el  llanto o la risa de esa madre?
Dime tú, que desde otras tierras me lees y aún usas la palabra “embargo” ¿qué sentirías si fueras una madre seropositiva, y supieras que el pasado año, una empresa intermediaria canceló sus contratos cuando supo que esos medicamentos, destinados a saber si tu pequeño hijo nacía con el nefando mal, irían a parar a esta isla?
O si supieras que los medicamentos para cualquiera de tus ancianos padres, aquejados de alzheimer, están ahí, a la distancia de 90 millas, pero que, por ese bloqueo que no puede menos que dejar de mencionarse siempre con la palabra que lo antecede de forma habitual, CRUEL, no sólo no pueden adquirirse ahí, en los Estados Unidos, si no que, también, los que pudieran comprarlos para hacerlos llegar a Cuba dudan, porque se exponen al dardo veloz de una extraterritorial ley que los obligaría a cesar esa relación y, además, a pagar muy caro por ello?
Y ¿qué pensarías si supieras que esta situación estresante, dolorosa, no sólo se limita al ámbito de la medicina, si no que golpea a todos y cada uno de los aspectos de la vida, en aspectos que ni siquiera puedes imaginar? ¿Que los cubanos no pueden realizar transacciones en dólares en el extranjero, que incluso tu sede diplomática puede estar semanas sin entregarte tu salario porque al banco encargado de dar la moneda al uso en ese país, los dólares, le ha sido dada la orden de no servir a cubanos?  ¿Que puedes estar hospedado en un hotel, y ser expulsado por el simple hecho de ser cubano? ¿Que, incluso, al llenar un formulario web, has de suscribirte como swahili, porque en el listado, Cuba simplemente no aparece? ¿O que por culpa del bloqueo, una anciana que vino a Cuba a regalar biblias, le aplicaron una multa de miles de dólares?
Sí, tal cual, de lo sublime a lo ridículo, desde las más altas cotas para evitar que una medicina cubana alcance renombre internacional, a través de prohibiciones o de maledicencia, hasta la prohibición de acceso a programas libres en la supuestamente libre Internet, se mueve este acoso…
¿Más ejemplos? ¡Cientos! Podría escribir días y días, llenar páginas y páginas contándote vivencias, algunas propias, como cuando un amigo italiano trató de enviar buenas computadoras a nuestras bibliotecas, pero el apoyo de ciertas naciones europeas a este flagelo, lo impidió. O cuando la compra de papel tisú para restaurar los más valiosos documentos de la Biblioteca Nacional se vio impedida porque la pequeña empresa mexicana que nos lo negociaba, escribió rescindiendo su contrato porque había sido absorbida por una empresa norteamericana “y por restricciones del embargo comercial de ese país relacionadas con Cuba no podía continuar negociando con Instituciones cubanas”…
Pero si de verdad quieres saber sobre el BLOQUEO, empieza por desterrar de tu mente el edulcorado término de “embargo” y luego, lee el Informe que cada año, nuestro país presenta a la ONU pidiendo el cese de éste, y que es apoyado por el 98% aproximadamente de los países englobados en ella, o busca en Cubadebate la categoría Bloqueo contra Cuba, si quieres comprobar lo que te digo.
Y si después de todo ello, ya te has convencido que la palabra justa es Bloqueo… no te quedes callado… sal, junto a tantos y tantos amigos de Cuba, a las calles y plazas levantando carteles y gritando la consigna ¡Abajo el bloqueo! Y si no puedes, como yo en este día, ven a blogs, redes sociales, a páginas webs y escribe en todos los idiomas posibles:

¡No al bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba! (Tomado de El blog de La Polilla Cubana)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Buscar este blog