David Brooks
Dicen que la mujer que provocó alarma el pasado jueves al lado de la Casa Blanca y que fue perseguida de ahí hasta llegar cerca del Congreso, donde minutos después fue abatida a balazos por policías, tenía "problemas sicológicos". Dicen que padecía depresión y otros trastornos, y entre las versiones que han surgido dicen que sospechaba que el presidente Barack Obama la espiaba. Una loca, dicen.
El viernes, un hombre en el gran parque en el centro de Washington, entre el Capitolio y el monumento a Washington, se roció gasolina y se prendió fuego. Varios intentaron rescatarlo de las llamas. Al día siguiente, murió. Otro loco.
Un par de semanas antes, un hombre armado ingresó a la base naval en Washington y empezó a disparar al azar provocando pánico, al grado de que el comandante de las fuerzas navales fue desalojado de la base (quién sabe qué pasó con esa regla de que el capitán es el último en abandonar el barco cuando se está hundiendo) y provocó que buena parte de la ciudad fuera puesta en alerta. Doce murieron y otros sufrieron heridas. Aparentemente, el ex reservista naval y después contratista se sentía atacado por una especie de ondas de radio. Otro loco.
En tanto, en la última semana, un pequeño grupo de legisladores ultraconservadores paralizó buena parte del gobierno cuando obligó a sus líderes en la cámara baja a no aprobar el presupuesto federal antes del inicio del año fiscal (primer día de octubre). Todo por el bien del pueblo, dicen, porque se oponen a una diluida reforma de salud que ofrece seguros a unos 30 millones de conciudadanos que no tienen un salvavidas en este país, donde la salud antes que nada es negocio.
Aunque pareciera que no hay gran impacto por esta clausura parcial del gobierno federal –cierres de museos públicos, monumentos como los de Washington y Lincon, o la Estatua de la Libertad–, los que más sufren, para variar, son los más vulnerables: los programas de asistencia a mujeres y niños necesitados están suspendidos, el procesamiento de solicitudes de crédito para pequeños comerciantes, los 800 mil empleados federales enviados a casa sin pago, otro millón que está trabajando sin pago, incluidos los policías del Capitolio, entre otros, y agencias como la de atención a la salud, de alimentos y drogas, y las encargadas de enfrentar desastres naturales… la lista es larga. Pero, según este ataque de la derecha en Washington, lo que están defendiendo es la libertad ante el complot casi comunista de ofrecer mayor acceso a servicios de salud a los que no lo tienen.
A la vez, casi todos los días se revela más del vasto aparato de espionaje estadounidense sobre sus ciudadanos, así como de buena parte del mundo, por medio de sistemas que interceptan llamadas, cada interacción en la Internet (90 por ciento de las comunicaciones mundiales por Internet cruzan Estados Unidos, por eso tienen tal acceso), todo en nombre de la protección de este país ante amenazas de todas partes. Hay que vigilar a todos.
Por otro lado, muchos creen que el gobierno federal, los negros y los inmigrantes en este país son la peor amenaza, más que los "terroristas" extranjeros. De hecho, según el Southern Poverty Law Center, que vigila este fenómeno, el número de agrupaciones de "odio" (neonazis, Ku Klux Klan, nacionalistas blancos, skinheads, vigilantes fronterizos, entre otros) se ha incrementado 67 por ciento desde el año 2000, a un total de mil siete, nutrido por condiciones económicas y la reducción de la mayoría blanca en la población, entre otros factores. Además, el número de grupos "patriota" antigobierno, incluidas milicias armadas, se ha incrementado 813 por ciento desde la primera elección de Barack Obama: de 149 en 2008 a mil 360 en 2012, fenómeno alimentado por políticos y figuras en los medios que promueven propaganda antimigrante y teorías de conspiración.
Además de que cada una de estas noticias provoca casi la misma reacción de que son locuras de diferente tipo, al contraponer los que parecen ser incidentes de locura individual con las locuras oficiales, uno no sabe cuáles son peores o más disfuncionales, estos individuos o todo Washington.
Pero hay más hechos que vinculan estas locuras: los políticos que han clausurado el gobierno son los mismos que han evitado cualquier intento por imponer mayor control sobre las armas de fuego en un país donde más de 32 mil personas mueren cada año por balas. De hecho, más personas han muerto por armas de fuego en los últimos 45 años que el total de muertos estadounidenses en todas las guerras de Estados Unidos desde 1775 (casi 213 mil más que el total de las guerras), reporta el periodista Henry Porter en The Observer. Por otro lado, si la mujer sufría paranoia de que Obama la estaba vigilando, pues resulta ser, tras las revelaciones de Edward Snowden, que tal vez tenía razón. El Estado, aparentemente, vigila a casi todos. Mientras el gobierno habla de defender a la clase media, se reportan los índices más altos de desigualdad económica a causa de las políticas económicas oficiales. Por otro lado, se construyen muros y se deporta a más inmigrantes que nunca, lo que alimenta un clima antimigrante y racista.
Aunque no se sabe qué llevó al hombre a incendiarse en medio de Washington, es indudablemente un acto de extrema desesperacion. Entre la situación económica, la constante sensación de "amenaza" generada por la llamada "guerra contra el terrorismo" donde todos, incluidos los ciudadanos estadounidenses, están aparentemente bajo sospecha (cada uno de los incidentes de violencia es, primero que nada, sospechoso de "terrorismo"), la desesperación se generaliza con encuestas que revelan índices cada vez más altos de ira y frustración con el gobierno, y esto también se manifiesta en el creciente número de agrupaciones de odio en el país.
Todo indica que habrá más locura. Algunos dicen que los locos han tomado control del manicomio. (Tomado de La Jornada)
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