Es lunes, cae la noche. Desde el Palacio Blanco en Caracas, donde sesiona el Consejo Federal de Gobierno, el presidente Nicolás Maduro reafirma una vez más la conveniencia de que las partes se sienten en torno a la mesa y convoca a una Conferencia Nacional sobre la Paz y la Vida.
A la misma hora, desde Washington, el enemigo jurado de la humanidad, con aires prepotentes, se encarna en la figura de Jay Carney, vocero de la Casa Blanca, reiterando desembozadamente, sin sonrojos y mucho menos tapujos (las caretas hace rato cayeron), el respaldo de su país a los grupos fascistas en Venezuela,
al tiempo que de manera machacona, con apego a la matriz mediática que dicta la Circular de entrenamiento 18-01 de las Fuerzas de Operaciones Especiales norteamericanas bajo el título La Guerra no Convencional, insiste en el irrespeto a la libertad de expresión y los derechos humanos fundamentales en el país suramericano.
Son dos posturas diametralmente opuestas. La una, cuerda y sensata, invita a todos los sectores que hacen vida en el país a firmar un acuerdo para renunciar a la violencia, enmarcado en la realización de esa Conferencia a realizarse el próximo miércoles, en el Palacio de Miraflores. La otra injiere en los asuntos internos de una nación soberana a la cual cabe el mérito record de haberse sometido 19 veces al escrutinio de su gente y haber ganado 18.
Ya lo dijo el Presidente Raúl Castro al clausurar el XX Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba hace apenas par de días:
"Sabemos, por experiencia propia, quiénes están detrás, financian y apoyan esas brutales acciones para derrocar al gobierno constitucional venezolano.Juegan con fuego los enemigos del pueblo. Apuestan al caos y la violencia fascista sabedores de que en esta, la hora de los hornos, Latinoamérica funde en el crisol del combate contra el gigante de las siete leguas sus sueños postergados de integración y unidad. ¡Alerta, alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina!
"Estos hechos confirman que dondequiera que haya un gobierno que no convenga a los intereses de los círculos del poder en Estados Unidos y algunos de sus aliados europeos se convierte en blanco de las campañas subversivas. Ahora usan nuevos métodos de desgaste más sutiles y enmascarados, sin renunciar a la violencia, para quebrar la paz y el orden interno e impedir a los gobiernos concentrarse en la lucha por el desarrollo económico y social, si no logran derribarlos".
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