“La literatura y el arte en general encaminan, rompen fronteras”, señaló Mirta durante la presentación del poemario La verdad me nombra, de Antonio Guerrero. / Foto: Igorra |
Antonio Guerrero
Roberto Alfonso Lara
Un semblante triste perfilaba las nubes, matizadas por un tímido gris que, a ratos, dejaba escapar el claro tono de algún otro color. En una de esas fugas, cuando el sol disfrutaba un instante de plenitud, la vimos llegar, arrastrando los pasos, y con la paciencia propia que indica su blanquecino pelo.
“Yo siempre traigo la lluvia, cada vez que vengo llueve”, nos comenta hacia el final del encuentro sostenido en el patio de este semanario (CINCO de Septiembre) con periodistas e invitados. Sin embargo, la advertencia hecha cruzaba entonces la sinrazón, pues tras poco más de una hora de charla, huyeron los nublados, y el día fue otro.
Así se nos presentó Mirta, la madre de Antonio Guerrero Rodríguez, hombre que cumple en Estados Unidos una condena de 21 años y 10 meses de privación de libertad por enfrentar el terrorismo financiado y ejecutado contra Cuba desde territorio norteamericano. Al descubrir esa realidad uno logra comprender por qué habla con tanto pesar.
“Esta es una causa de honor y de dolor. Cuando aludo a la injusticia cometida contra nuestros hijos, Los Cinco, subrayo siempre su resistencia. Pero no puedo dejar de conmoverme. Conocer la historia del caso, y la violación de innumerables derechos, hiere; sobre todo al advertir la razón defendida: el pueblo cubano.
“De hecho, se consiguieron pruebas de actividades organizadas no solo para agredir a la Isla, sino con el fin de perturbar, también, la seguridad de ciudadanos estadounidenses y de terceros países. La angustia crece al saber que ellos luchaban por la humanidad.
“Y abandonaron todo, lo mejor de sus vidas: hijos, esposas, amigos…, la familia. Incluso, cuando supe, sufrí mucho, porque pensé que Tony había equivocado sus principios. No obstante, nunca dejamos de comunicarnos”, expresa con voz desgarrada y melancólica, sin traicionar el rol de quien ha dado a luz.
Cada palabra dicha parece una lágrima. Ella intenta sostenerlas, las amarra en la garganta, y les imprime aquella quietud simulada ante el acecho de preguntas que irrespetan su alta sensibilidad. Mas de nada sirve la calma pretendida, las oraciones, al escapar, salen lastimadas. Uno lo percibe en el acento.
Sin embargo, el llanto jamás se consuma, aunque el rostro, algo descompuesto, burle la compostura procurada ante el público que viene a consentir el testimonio Y aun así luce fuerte, como ninguna otra mujer, a los 82 años, pudiera.
Niega el bastón, pese a ser consciente de su imprudencia. No le gusta verse vieja, y menos que la traten con importancia. “Solo soy una mamá combativa”, aclara. Entonces, toma asiento, porque a veces los actos demoran mucho, y ya no puede permanecer tantas horas de pie.
“¡Qué hacer, sino responder con energía mediante el combate diario! La lucha por la liberación de Los Cinco resulta vital, inclusive para mi edad, pues un día sin batallar, se convierte en una jornada perdida”, afirma. Similar aliento busca inducir en coterráneos y extranjeros, al concebir en la unión de muchas y diversas voces el verdadero alcance de cualquier movimiento solidario. Tal deviene su rutina desde 1998, hace más de 15 años.
LA VERDAD NOMBRADA
“No hablamos de una fantasía, y sí, en cambio, de una historia real que ha causado estragos en la dignidad humana, al quebrantarse los derechos constitucional, civil, de la familia, de la mujer... Nadie olvide que todavía Adriana carece de una visa estable para visitar a Gerardo, su esposo”, manifiesta Mirta Rodríguez Pérez, mientras relata los pormenores de un proceso político, signado por el odio y la venganza.
La arbitrariedad cobró luz en los cargos imputados, y especialmente, en el contexto donde, por vez primera, se consumaron: la ciudad de Miami, guarida de varios grupos contrarrevolucionarios, y por ende, un escenario hostil, ajeno a cualquier síntoma de justicia e imparcialidad. De ahí lo absurdo en las condenas impuestas, corregidas luego durante la resentencia, aunque todavía impecables en el daño perpetuado contra las familias implicadas.
“Ya el caso terminó jurídicamente; estamos parados en el mismo lugar. Nosotros solicitamos una nueva revisión por parte de la jueza, y nos encontramos a la espera de la respuesta. Presentamos demandas contra cadenas de televisión y radio, y más de 60 periodistas que participaron en la manipulación del juicio”, agrega.
Pasado más de una década, quizás algunos puedan creer sin sentido la cruzada emprendida por el regreso de los antiterroristas cubanos, sin embargo, para Mirta se trata de una causa que nunca muere. “Si nos vuelven a dar otro ʻporrazoʼ tendremos que acudir a una instancia internacional, pero primero debemos agotar todas las alternativas colaterales”, precisa.
La derrota no figura en su visión de lucha. Por eso vino a Cienfuegos, a compartir junto a los hijos que acá ha adoptado —los trovadores Lázaro García y los hermanos Novo― el más reciente poemario de Antonio Guerrero, La verdad me nombra, publicado por la Editorial Capitán San Luis.
Ilustrado por Gerardo Hernández Nordelo, el libro recoge piezas conocidas, si bien la mayoría de los poemas son inéditos. De acuerdo con el autor, se escribieron durante el primer año de encierro y constituyen, en esencia, una forma de mirar hacia algo más allá, que se fue convirtiendo en realidad.
No obstante, ella dice que Tony no es escritor, y enseguida se arrepiente al escuchar el lirismo de los versos musicalizados, llenos de una nostalgia que asemeja al canto de Heredia (Himno del desterrado) cuando tuvo que marchar al exilio. Y así cae en el desespero y la congoja, mas deja que las guitarras penen solas.
¿QUÉ PASARÁ MAÑANA?
Nadie sabe. Por eso le preocupan los segundos, los minutos, la horas; sabedora de cuán prolongada pudiera resultar la campaña por el retorno de Antonio, Ramón y Gerardo, pues “la vida tiene su principio y final, y si no estoy, otros continuarán la tarea. Pero yo quiero que el tiempo me alcance, es muy importante para mí”, asegura.
Presenciar el regreso de René y Fernando clasifica como uno de los momentos más felices de su existencia; tal vez imagina que así o mejor sucederá cuando logre cobijar en el pecho el abrazo del hijo encarcelado. Por ahora se alimenta de esperanzas, hoy más fortalecidas que ayer.
“Tenerlos aquí ha sido de gran aliento, aunque alegan que la alegría no se completa sin el resto. Ambos representan la verdad, cuando ellos hablan se refieren al hueco, a las violaciones padecidas, al amañado proceso judicial. Lo hacen desde sus experiencias. Es la palabra vivida.
“Uno disfruta, pero es duro saber que vienen después de cumplir, estrictamente, sus castigos, y no porque hayamos podido traerlos. Quedan poco más de tres años para la salida de Tony, y renuncio a esperar al 18 de septiembre de 2017. Sería otra derrota
“Cuando un caso político supera los diez años, pasa a una fase de entendimiento y razonamiento entre los gobiernos. Nosotros aprovecharemos este último mandato de Obama para forzar el indulto, ya sea por humanidad, por convenios, no sé…”, declara, en tanto conquista la complicidad de quienes le oyen y notan en sus ojos el consuelo.
Durante el diálogo, Mirta confiesa no entender cómo resiste. Y es que la depresión parece inevitable cuando la sangre cae en desgracia, y uno no halla modo de componer el mal. “Hablo, y veo a mi hijo. Sin él no soy nada. Una mamá tiene una función en la vida. Yo lucho como madre”, dice.
Un exceso se había cometido. Al preguntar qué era ella sin Tony, su rostro cambió, y las grietas abiertas por el tiempo mutaron en heridas. Entonces, vimos humedecer las pupilas y sobrevenir, pues, la lluvia. Pero el sol había deshecho las nubes. El llanto quedó en el cielo. (Reblogueado desde El Canario Ciego)
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