De izquierda a derecha, los terroristas Santiago Alvarez, Osvaldo Mitat y José Hilario Pujol. |
Salim Lamrani*
El 6 de mayo de 2014, las autoridades cubanas anunciaron el arresto de cuatro personas residentes en Miami, sospechosas de preparar atentados terroristas contra la isla. José Ortega Amador, Obdulio Rodríguez González, Raibel Pacheco Santos y Félix Monzón Álvarez hicieron el viaje desde la Florida y “reconocieron que pretendían atacar instalaciones militares con el objetivo de promover acciones violentas”.
El Gobierno acusó a otros tres residentes de Miami, con graves antecedentes criminales, de autores intelectuales del proyecto de atentados: “[Los cuatro detenidos] declararon además, que estos planes se han estado organizando bajo la dirección de los terroristas Santiago Álvarez Fernández Magriñá, Osvaldo Mitat y Manuel Alzugaray, quienes residen en Miami y mantienen estrechos vínculos con el connotado terrorista Luis Posada Carriles”.
Desde 1959, Cuba ha sido víctima de una intensa campaña de terrorismo orquestada desde Estados Unidos por la CIA y los exilados cubanos. En total se perpetraron cerca de 7.000 atentados contra la isla desde el triunfo de la Revolución. Costaron la vida a 3.478 personas e infligieron secuelas permanentes a otras 2.099.
A principios de los años 1990, tras el desmoronamiento de la Unión Soviética y la apertura de Cuba al turismo, hubo un recrudecimiento de los atentados terroristas contra las infraestructuras hoteleras de La Habana, perpetrados por la extrema derecha cubana de Miami, con el fin de disuadir a los turistas de viajar a la isla y sabotear así un sector vital para la moribunda economía cubana. Los actos violentos causaron decenas de víctimas y costaron la vida a un turista italiano, Fabio di Celmo.
Los autores de esos actos terroristas se encuentran todavía en Miami, donde gozan de total impunidad. El caso de Luis Posada Carriles es un ejemplo perfecto. Antiguo policía bajo la dictadura de Batista fue agente de la CIA después de 1959 y participó en la invasión de Bahía de Cochinos. Es responsable de más de un centenar de asesinatos, entre ellos el atentado del 6 de octubre de 1976 contra el avión civil de Cubana de Aviación que costó la vida a 73 personas, entre ellas todo el equipo juvenil de esgrima cubano que acababa de ganar los juegos panamericanos .
No cabe ninguna duda de la culpabilidad de Posada Carriles: reivindicó abiertamente su trayectoria terrorista en su autobiografía titulada Los caminos del guerrero y reconoció públicamente que fue el autor intelectual de los atentados de 1997 contra la industria turística cubana en una entrevista al New York Times el 12 de julio de 1998. Además los archivos del FBI y de la CIA desclasificados respectivamente en 2005 y 2006, demuestran su implicación en el terrorismo contra Cuba.
Posada Carriles nunca fue juzgado por sus crímenes. Al contrario, Washington siempre lo ha protegido negándose a enjuiciarlo por sus actos o a extraditarlo a Cuba o a Venezuela (donde también cometió crímenes). Esta realidad desmiente las declaraciones de la Casa Blanca a propósito de la lucha contra el terrorismo.
En 1997 Cuba propuso a Estados Unidos una colaboración discreta en la lucha contra el terrorismo. El escritor colombiano Gabriel García Márquez, que mantenía relaciones amistosas al mismo tiempo con Fidel Castro y con Bill Clinton, sirvió de mensajero. El Gobierno de la isla invitó a dos funcionarios del FBI a La Habana para entregarles un informe sobre las actuaciones criminales de algunas organizaciones basadas en la Florida. En efecto, los servicios de inteligencia cubanos habían infiltrado a varios de sus agentes en Florida. Pero en vez de neutralizar a los responsables de los actos terroristas, el Gobierno de Estados Unidos decidió proceder al arresto de cinco agentes cubanos en 1998 y condenarlos a penas de prisión sumamente severas, desde 15 años de reclusión hasta dos cadenas perpetuas, en un juicio denunciado por numerosas organizaciones internacionales. Tres de los condenados, Gerardo Hernández, Antonio Guerrero y Ramón Labañino, aún se encuentran detrás de las rejas.
Al mismo tiempo, para justificar su política hostil de sanciones económicas anacrónicas y crueles que afectan a todas las categorías de la población cubana e impedir toda normalización de las relaciones bilaterales, Washington no vacila en clasificar a Cuba en la lista de los países patrocinadores del terrorismo internacional, so pretexto de que unos miembros de la organización separatista vasca ETA y de la guerrilla colombiana de las FARC se encuentren en Cuba… tras la petición expresa de los gobiernos español y colombiano. Washington lo reconoce claramente en su informe: “El Gobierno de Cuba apoyó y auspició negociaciones entre las FARC y el Gobierno de Colombia con el objetivo de lograr un acuerdo de paz entre ambas partes”. Estados Unidos reconoce que “no hay información de que el Gobierno cubano haya suministrado armamento o dado entrenamiento paramilitar a grupos terrorista” y admite que “miembros de ETA residentes en Cuba fueron reubicados con la cooperación del Gobierno español”.
Washington justifica también la inclusión de Cuba en la lista de los países terroristas a causa de la presencia en la isla de refugiados políticos buscados por la justicia estadounidense desde los años 1970 y 1980. Ahora bien, ninguna de esas personas ha sido acusada jamás de terrorismo.
Los 33 países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) rechazaron unánimemente la inclusión de Cuba en la lista de países terroristas, asestando un serio revés a Washington. En una declaración publicada el 7 de mayo de 2014, la CELAC expresó “su total oposición a la elaboración de listas unilaterales que acusan a Estados de supuestamente apoyar y copatrocinar el terrorismo e insta al Gobierno de los Estados Unidos de América a poner fin a esta práctica” que suscita “la reprobación” de “la comunidad internacional y de la opinión pública de Estados Unidos”.
Desde hace más de medio siglo Cuba sufre la violencia terrorista orquestada en Estados Unidos, primero por la CIA y ahora por la extrema derecha cubana. La impunidad otorgada a los grupúsculos violentos y la condena a penas de prisión drásticas a los agentes cubanos que consiguieron impedir la realización de por lo menos 170 atentados contra la isla ilustra el doble rasero de Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo y arroja una sombra sobre la credibilidad de Washington en este tema. (Tomado de Opera Mundi)
(*) Doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV, Salim Lamrani es profesor titular de la Universidad de La Reunión y periodista, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Su último libro se titula Cuba. Les médias face au défi de l’impartialité, Paris, Editions Estrella, 2013, con un prólogo de Eduardo Galeano.
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