El órgano de Salud del territorio, a través de los medios locales de prensa, mantenía sistemáticamente informada a la población sobre la epidemia y la campaña para abortarla. |
Por estos días en que Cienfuegos enfrenta una epidemia de dengue de gran magnitud, vale la pena recordar cómo durante una contingencia todavía más grave, en el verano de 1981, se apeló a la comunicación como una de los recursos más efectivos para contrarrestar el avance de la enfermedad.
En aquella ocasión, la prensa y las instituciones lograron integrar un frente único, en función de un mismo propósito: frenar la expansión de una epidemia que en poco más de tres meses se cobró la vida de 158 compatriotas, de ellos 101 niños.
La prensa local, con la colaboración de los organismos rectores de la campaña, mantuvo informada a la población de los pormenores de la epidemia en Cienfuegos y contribuyó al incremento de la percepción de riesgo por parte de la ciudadanía.
Tanto el periódico CINCO de Septiembre como los espacios informativos de Radio Ciudad del Mar, ya daban cuenta de sanciones aplicadas a los infractores de las medidas de prevención, mucho antes de que una nota oficial del Ministerio de Salud Pública pusiera al tanto a todo el pueblo de Cuba de la gravedad de la situación.
Esa información de carácter institucional, publicada el 9 de julio de 1981, un mes después de haberse iniciado la epidemia, se refería a los casos registrados en todo el país. También identificaba a las provincias más afectadas, entre las que se incluía la nuestra.
De manera que toda Cuba, y particularmente las zonas más perjudicadas, supieron desde un principio a qué atenerse, a partir de una información precisa sobre una situación que había provocado tan extrema movilización de recursos materiales y humanos.
Por otra parte, como necesario e imprescindible complemento de los datos nacionales, los órganos locales de prensa comenzaron a suministrar, a partir de los informes proporcionados por las autoridades de la Salud en la provincia, informaciones sistemáticas que incluían la cantidad de casos acumulados; las comparaciones pertinentes que permitían valorar cómo se iba comportando la epidemia, así como la cantidad de ingresos diarios de enfermos.
Desde luego, esto era sólo posible a partir de la inclusión de los periodistas en las reuniones diarias de la comisión operativa creada para organizar y dirigir la campaña, lo que les permitía a los profesionales de la prensa una permanente actualización sobre el comportamiento de la epidemia y por ende, una sistemática, oportuna e intencionada información a sus lectores y oyentes al respecto.
No se trataba de coberturas ocasionales ni apremiadas por las circunstancias. Era un sistema de trabajo que involucraba a todos los responsabilizados en revertir una seria afectación a la salud pública.
De manera que el pueblo estuvo permanentemente al tanto de un constante accionar que abarcaba tanto al área residencial como a la empresarial; de las advertencias hechas, no para amedrentar a nadie, sino para imponer una disciplina propia de momentos de contingencias, en las que el Estado tiene el deber de emitir y hacer cumplir disposiciones especiales de general acatamiento, cuyo incumplimiento puede incluso ser penado por la Ley.
La otra contribución importante hecha por la prensa durante la epidemia de 1981 fue denunciar y criticar –como es su deber– lo que no se hacía bien, o se hacía con un apremio negligente, a expensa de los cuantiosos recursos invertidos en la campaña.
La prensa no se limitaba a informar. También daba cabida a la crítica oportuna. |
Las denuncias no hacían distingos entre el compromiso de la ciudadanía y el de las instituciones en cuanto a lo que les tocaba hacer para poner fin a una situación de extremo peligro para la salud pública. La responsabilidad era de todos. Y a todos se les exigía el mismo empeño en asumirla.
Muchos de esos llamados a la conciencia de la sociedad hechos desde las páginas del periódico provincial, venían reforzados por la irrefutable evidencia de la imagen. Los fotorreporteros captaban escenas de movilizaciones, pero también de áreas necesitadas de drenaje y zanjeo; aguas estancadas en solares yermos, parqueos, aceras, áreas verdes y canteros; equipos mal almacenados o negligentemente abandonados en centros de trabajo, cuyas características los convertían en potenciales criaderos…
Todo lo narrado hasta aquí ocurrió hace 33 años, en un contexto muy diferente al actual: Cuba tenía el respaldo de la comunidad socialista. La extinta Unión Soviética contribuyó con recursos para combatir al vector trasmisor del dengue y se tuvo la evidencia de que la epidemia se introdujo de manera deliberada en el territorio nacional por agentes al servicio del gobierno de Estados Unidos. Internet no existía y proliferaban las publicaciones diarias y periódicas.
Tras casi ocho meses de un gradual incremento de casos de la enfermedad en Cienfuegos, al fin hoy se va rescatando parte de aquel espíritu de trabajo en común: la televisión local comenzó a trasmitir diariamente una revista especial dedicada al tema, coordinada con instituciones de la Salud, en la que comparecen autoridades y especialistas para informar y orientar a la población. De acuerdo con sus características, también la radio y el periódico – este último limitado ahora a una condición de semanario – hacen también lo suyo.
Porque lo esencial, lo que en 1981 aportó una importante contribución a frenar la pandemia, trasciende todo contexto y debemos reivindicarlo: la prensa, apoyada por las instituciones y dotada de ese mandato social de proporcionar una información oportuna, veraz y lo más amplia posible, estuvo entonces a la altura de las circunstancias. Informando, opinando y movilizando a la opinión pública, en función de enfrentar con éxito una grave amenaza. (Reblogueado desde Perlerías)
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