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miércoles, 20 de agosto de 2014

Marco Rubio: entre la espuma, el vodka y la “tolerancia”

En las afueras del restaurante Versailles, cubil de la
ultraderecha anticubana, Ileanita flanqueada por el
también congresista Connie Mack, parece sugerirle
al senador Rubio: "por qué no te llegas a la Farmacia
y te compras un alka seltzer para tu resaca...
Jean-Guy Allard

Vomitó en un avión, por borracho, sobre  su  colega y mentora, la ultraconservadora Ileana Ros-Lehtinen. Confiesa haber participado en los nada mesurados  “foam parties” de la gay South Beach, en Miami; y ahora intenta convencer a sus interlocutores de la derecha moderada de ser “tolerante” con la “intolerancia” de sus correligionarios de la extrema derecha norteamericana.
Se trata del  joven estrella “cubano” de los republicanos que pretende acceder, tarde o temprano, a la presidencia de la Unión: Marco Rubio.
En junio 2012, el semanario Miami New Times, consagraba un artículo al libro de autopromoción que acababa de publicar Rubio, An American Son —Un hijo americano— en el cual contaba su joven vida, una obra nada inmortal.

El autor, Kyle Munzenrieder, señalaba cómo el flamante líder conservador relataba, paradójicamente, —siendo un farandulero de la línea dura— que  frecuentó los controvertidos “foam parties”, literalmente “fiestas de espuma”, de la célebre playa de South Beach, conocida por sus restaurantes, bares y su clientela.
Tan marcada era su adicción por las fiestas, que el hoy senador escribe que una noche, su ahora esposa, Jeanette, le dijo que si él iba este día a un club nocturno, su relación con ella terminaría. Él fue de todos modos, otra vez,  a una “fiesta de espuma”  y describe cómo la dicha  espuma “bajaba del techo” y sus zapatos pasaron de negro a blanco.
En una tal fiesta, se recuerdan los aficionados,  que se bombeaba en una pista de baile cerrada galones y galones de espuma jabonosa, creando lo que equivale a una bañadera gigante en la que se animaba a los participantes a resbalarse, deslizarse  y a bailar en trajes de baño o ropa interior.
En este mismo libro, Rubio —hoy  símbolo de austeridad y conservadurismo— narra cómo realizó una hazaña etílica que no corresponde precisamente con su nueva “personalidad”.
Cuenta como siendo totalmente borracho logró vomitar sobre quien le enseñaba a convertirse en “joven y carismático líder” de la más recalcitrante derecha gringa, aprovechando  su “look” a la Ricky Martin y su identidad “latina”.
Era después de una asamblea a favor de Bob Dole en New Hampshire. En el vuelo de regreso a Miami, participó en un “concurso de vodka” que terminó vomitando sobre la Ros-Lehtinen.
“Me di cuenta que no podía más (con el vodka)”, escribe. “Yo iba a vomitar a la vista de algunos de los republicanos más destacados en la Florida”.
“La congresista Ileana Ros-Lehtinen estaba sentada a mi derecha. A mi izquierda se encontraba un organizador político voluntario muy conocido. Me quedaba vomitar sobre una congresista o sobre un compañero voluntario. Elegí la congresista”.

 A TOLERAR LOS INTOLERANTES

 El presidente aspirante Rubio, niño lindo de Ros-Lehtinen y de unos cuantos de sus semejantes, acaba de escribir otro sorprendente capítulo caótico de sus aventuras, al exhortar en un discurso pronunciado ante académicos de la Universidad Católica de América, a la “tolerancia” con  aquellos que son intolerantes hacia el matrimonio gay.
“Hoy en día hay una creciente intolerancia en este tema, la intolerancia para aquellos que siguen apoyando el matrimonio tradicional”, dijo.
El republicano de Florida reconoció que la historia de EEUU está “empañada” por la discriminación contra gays y lesbianas, pero agregó que la tolerancia tiene que ser “una calle de dos vías”.
El Miami New Times analiza esta intervención inusitada de Rubio y llega a la conclusión que se trata de un intento para recuperar a quienes podrían dudar de sus convicciones. Tal vez, sugiere irónicamente el periódico, “Por favor toleren mi intolerancia” sería un buen lema para su campaña 2016.
Rubio siempre rumorea su aspiración a la presidencia y está tratando de reconstruir el apoyo perdido entre los conservadores después de liderar un fracasado proyecto de reforma migratoria.
Un marketing bastante característico de la “democracia” norteamericana donde un candidato se vende como una hamburguesa o un detergente, según las tendencias del mercado.
Y donde un aficionado a los “foam parties” y los concursos de vodka en aeronaves puede convertirse en puritano emérito, según las conjeturas  de sus esponsores y las profecías de las encuestadoras. (Tomado de Contrainjerencia)

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