miércoles, 13 de agosto de 2014
Omnipresente Fidel (+ Multimedia)
Pudiera parecer nimio el dato y de poca monta el esfuerzo, pero a los ocho kilómetros de diaria caminata que de una fecha a esta hora vengo realizando con religiosidad casi budista, hoy les adicioné 800 metros, casi otra rayita en la suma para llegar a la cota de los diez en meta, pero el asunto de este miércoles 13 era cuestión más de homenaje y símbolo que de demostración a la capacidad personal: 8,8 kilómetros por los 88 años de Fidel, ese hombre omnipresente, ícono en la vida de este cubano común nacido exactamente dos años después de la furtiva zarpada del Granma proa a la libertad.
Tendría once años a lo sumo la primera vez que lo vi de cerca. Mataparreaba a la entrada de la barbería de El Mexicano, en la intersección de Cid y carretera del Junco (no estaba construida aún la majestuosa Avenida 5 de Septiembre), cuando de improviso una hilera de jeeps rusos cuatro puertas dobló por la vieja y angosta vía buscando La Mar para incorporarse al Prado. En el vehículo que abría la marcha venía Fidel al timón, con su inconfundible traje verdeolivo y tabaco terciado en la boca.
Juro quedé de una pieza, y al regresar a casa no hacía otra cosa que hablar de aquel ser de tez blanco rosacea que a mis ojos de niño me pareció lo que desde siempre ha sido Fidel: un gigante.
Luego cada aparición en TV, cada discurso, me devolvía como en imágenes de a 24 cuadros por segundo el instante de aquel mediodía memorable.
No pasarían muchos años para nuevos encuentros igual de 'cercanos' y fugaces. Ya becado tuve esa oportunidad en varios de los cordones que formábamos a ambos lados de la entrada del aeropuerto cuando venía con frecuencia a Cienfuegos acompañando a dignatarios de otros países, mi ego siempre alimentado por la curiosidad de descubrir entre su escolta a Tin, el primo habanero convertido en mito familiar, y con el que años más tarde, graduado y convertido a periodista, pude compartír coberturas durante visitas del líder de la Revolución a la ciudad como anfitrión de Jaruzelski, Mugabe, Kiprianu, Najibullah, Mojsov...
En el pasillo central de la Dirección Provincial de Salud hay una muestra de fotos originales de aquellas históricas estancias (cosa curiosa, fotos de las que ni el archivo periódico inexplicablemente dispone y vaya ud. a saber cómo llegaron a su emplazamiento actual), y en varias aparezco bien cerca del hombre gigante que hoy está de cumpleaños. Amigos de entonces me han reconocido en las instantáneas y me han dicho, 'te ví al lado de Fidel', una tarea difícil si se la encargo a quienes nunca supieron de aquel de pelo negrísimo y abundante, con mota sobre la frente y bigote a lo Rafael Serrano. Implacable el tiempo, carajo...
Y más tarde la experiencia irrepetible del VII Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba, aquellos días mágicos de marzo del 99 en que el Comandante nos pidió 'conspirar' con él en el diseño de la incipiente batalla, qué digo, del bullir incesante de ideas en mente del estratega guerrillero sobre asuntos que revolucionarían a Cuba, una Cuba aún estremecida por las estrecheses de un período especial crudo y tenaz... Y con la mayor naturalidad del mundo, el hombre que apenas disponía de tiempo para dormir lo imprescindible al frente de un equipo que hacía peripecias para lograr el milagro de multiplicar los poquitos panes y peces de una economía que hacía poco había tocado fondo, nos habló de programas de alfabetización por radio, misiones médicas a los más recónditos sitios, formación de instructores de arte, clubes de computación, producción nacional de softwares, Internet...
“La Internet parece inventada para nosotros, repetía un Fidel consciente de que la tecnología no es ni buena ni mala, sino poder en las manos de quienes la tienen, un poder que nunca es neutral (...) Con la Internet vio una posibilidad extraordinaria de poner a todos los seres humanos en una ribera común para el conocimiento. Él asumió el estudio de la Red desde una perspectiva de inclusión, de generalización del uso de esa tecnología y de extensión de la obra cultural cubana. Basta revisar sus discursos de los últimos diez años para confirmar cuán tempranamente Fidel entendió que un mundo estructurado en torno a las relaciones de acceso produciría un tipo muy diferente de ser humano, y que sus valores dependerían de la diversidad de recursos y experiencias culturales que este pudiera adquirir. Estados Unidos tiene más de 68 millones de kilómetros de fibra óptica, y nosotros con mucho menos, vamos a hacer diez mil veces más, porque lo que tienen lo subutilizan. Nosotros podemos darle un uso más inteligente y colectivo”, escribiría tiempo después la colega Rosa Miriam Elizalde, editora del sitio web Cubadebate.
De aquellas fechas recuerdo los intercambios del barbudo con el rapado Guillermo Cabrera, entonces al frente del Instituto Internacional de Periodismo, un hombre noble, sencillo y de una lucidez e inteligencia que le valieron de Fidel el mote de El Genio. Pláticas en las cuales se perfilaron muchas de las aristas del periodismo que hoy intentamos, signado por la investigación de causas, esencias, crítica oportuna y constructiva. Un ejercicio que, nos decía, impele a la superación, al aprendizaje constantes, sin perder cuanta ocasión se nos ponga por delante.
De entonces guardo la foto del recuerdo, pieza inestimable, la más valiosa en el recuento de mi exiguo tesoro personal. Y un diálogo en particular de varios minutos en uno de aquellos recesos locos en jornadas que sabíamos cuándo empezaban pero nunca cuándo terminaban, en el que rodeado de 'conspiradores', como nos llamaba a los delegados, hablaba de su primer acto de autodefensa, sucedido tres años antes del célebre alegato conocido como La Historia me Absolverá. Como el asunto que desembocó en el juicio en Santa Clara -por entonces capital provincial- tuvo su génesis acá en Cienfuegos, recuerdo que en un momento le ayudé a recordar el nombre de quienes le detuvieron aquí el 12 de noviembre de 1950 a propósito de su venida en son solidario con estudiantes en huelga del Instituto de Segunda Enseñanza. 'De dónde eres', me preguntó. 'Cienfuegos' -le respondí. Y con sus dedos índice y del medio me tocó el pecho en gesto amigable para a seguidas recordarle a quienes escuchaban extasiados, lo poco serios que se habían comportado el capitán Manuel Pérez Borroto y el teniente Julián Negret, sus captores aquella noche. Por lecturas de periódicos locales de la época y boca de testigos de los sucesos, yo sabía pormenores de todo aquello, pero muchos de quienes me rodeaban asistían a una clase magistral de historia.
Después se sucedieron con sistemática frecuencia varios plenos ordinarios de la UPEC para chequear el cumplimiento de lo acordado en aquel histórico VII Congreso, y a ninguno faltó Fidel. Siempre nos acompañó y me acostumbre a saberlo cerca compartiendo sueños y anhelos.
Tiempo más tarde fui de los cubanos sobresaltados con su pasajero desvanecimiento en un acto en El Cotorro (2001); de los sorprendidos por la rápida recuperación tras la aparatosa caída en Santa Clara que le provocó una fractura de rodilla (2004); uno más entre los muchos que en el mundo oramos por su salud cuando escuchamos su Proclama al pueblo de Cuba delegando sus funciones debido a una crisis intestinal con hemorragia que lo llevó al quirófano y mantuvo su vida pendiendo de un hilo (2006).
Como otros lloré cuando reapareció, delgado y como si de golpe le hubiesen caído los años encima. Pero cuando aquel 28 de marzo de 2007 salió de imprenta la primera de sus reflexiones, intuí su mano y más que todo su mente lúcida en aquellas líneas acusadoras de siniestros personajes promotores de la idea macabra de convertir alimentos en combustible y condenar a muerte prematura por hambre y sed a más de 3 mil millones de seres humanos en el planeta.
Salté con cada nueva noticia que le concerniera, en especial sus conciliábulos con aquel otro gigante que parecía prodigado como el hijo continuador de sus ideas de paz, justicia y libertad para el mundo, crítico del imperialismo y amigo de sus amigos: Hugo Chávez. Vaya trampas de la vida. El Arañero de Barinas se fue prematuramente cuando apuntaba a convertirse en el Prometeo de los oprimidos. Y nos enternecimos sin pena cuando rodeado de colaboradores, muchachos de su escolta, gente curtida de la Sierra y niños de una escuelita cercana a su hogar un Fidel conmovido hasta las lágrimas nos convidó a escuchar El regreso del amigo, un estremecedor tema del cantautor cubano Raúl Torres.
Hoy, a sus 88 más que bien cumplidos, Fidel se nos presenta como lo que es, una figura que a nadie le puede resultar indiferente, pues además de ser el transformador definitivo de la historia de Cuba, es sin duda, el más emblemático soldado del antiimperialismo.
Confieso que hay noches en que despierto sacudido por aquel toque amigable en el pecho, otras en las que sueño recibir un llamado suyo convocándome a una nueva conspiración. Al día siguiente renovados bríos me llevan de nuevo al trabajo alentado por esa enseñanza suya de no desfallecer nunca. ¡Felidades Comandante. Mucha salud y que el Dios de los buenos siempre le proteja y acompañe!
- Vea multimedia: Fidel, la vida que nos revolucionó
Publicado por
storm captain
en
7:14:00 p. m.
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Etiquetas:
Cienfuegos,
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cumpleaños 88,
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!!!! Queee orgullo y que honorrr !!! para estos colegas
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