Los jugadores del Atlético posan con la Supercopa de España, después de ganarle 1-0 al Real Madrid (2-1 en el global), este viernes 22 de agosto. |
"Tenemos un arco y flechas, ellos tienen un bazooka. La posibilidad de que acierten es mucho mayor. Pero Robin Hood fue un tipo exitoso". Eso decía Jürgen Klopp cuando le preguntaron acerca de las diferencias de potencial con el ogro alemán, el Bayern. Simeone, que heredó un muerto y devolvió un campeón, es el Robin Hood del sur de la ciudad (Madrid /N del E). Aferrado al si se trabaja y se cree, se puede, ha convencido a unos señores que no tenían pinta de campeones de que lo son.
Las Supercopas están para perderlas, ya saben. Y este título, el menos importante de la temporada pero el más relevante del verano, cayó del lado atlético. Durante años, algunos aficionados blancos presumían, con tanta crueldad como realismo, de aquella pancarta en la que se podía leer aquello de “Se busca rival digno para derbi decente”. Por fin, después de muchos años, sus plegarias han sido correspondidas,
El Atlético del Cholo, por enésima vez, negó a su contrincante, haciendo realidad lo que el planeta ya considera la mejor virtud colchonera: hacer parecer lentos a sus rivales. El Atleti ganó al Real en el Calderón, vaya usted a saber cuántos años después. Y con Casillas de portero, aquel que no sabía lo que era caer ante las rayas de los colchones. Y así, de paso, frustró el efímero sueño madridista de los seis títulos. Para lograrlo ración doble de la receta de siempre. Doble plan. En defensa, un búnker. Lo más parecido a El Álamo. En ataque, fútbol directo. Balón arriba buscando la cabeza de García. El Madrid opuso sus armas. Plasticidad para masticar fútbol, cambios de orientación, combinaciones rápidas para desarmar el mecano atlético. No hubo caso. El Atlético, un boxeador granítico, de otro tiempo, absorbió todos los golpes con espíritu encomiable, se creció en el castigo y cambió mano por mano en el centro del ring. Sin volver la cara. Sin miedo a caer.
En el imaginario del partido, la dureza en cada pelota dividida (dureza, no violencia), la expulsión de Simeone (injustificable y feo gesto con el cuarto árbitro, impropio de su categoría), la batuta de Koke (estelar), los arabescos de James (excelso), la cuota de valentía de Carvajal (eléctrico) y sobre todas las cosas, el triunfo del colectivo atlético sobre las estrellas madridistas, personalizado en Raúl García. Ese señor que lo pasó muy mal, que revertió los pitos y los cambió en aplausos, que suda sangre en cada balón y que, aunque no vende cien mil camisetas ni tiene la ceja depilada, es un enorme jugador. Testosterona, raza, mala leche, sacrificio, pelota parada y juego aéreo. Como su equipo, es un estado de ánimo. Su cabeza, un martillo pilón. Oxígeno para compañeros, amenaza para rivales.
El Madrid comienza la temporada sabiendo que, de una vez por todas, tiene enfrente un rival muy serio. Que no tiene su calidad, ni sus individualidades, ni su estilo vistoso. Pero sí otras armas letales que le dañan en cada enfrentamiento. El Atlético comienza el curso sabiendo que ya no existe la palabra imposible. Ya no forma parte de su vocabulario. Lo hace abrazado a un título, consciente del desafío que entraña lo que le espera. Volver a pelear contra los dos de siempre, inmensamente más ricos. Ellos no tienen que vender para poder comprar, sino que retienen a los mejores y además, fichan los cromos que les faltan. Y son buenísimos. Contra eso peleará el Atlético, que ya no cae simpático porque ahora, para desgracia de quienes desean que se despeñe, sólo conjuga el verbo ganar. Y eso el Real Madrid, que tiene, posiblemente, la mejor plantilla de su historia, ya lo sabe.
Los creadores del “Ya caerá el Atleti” ahora recurren al “equipo violento”. Mañana, quizá, desprecien el nuevo título que cuando no lo gana el de siempre, recibe los honores y espacio mediático de la Copa de Orcasitas. Da igual. La tribu del Manzanares ya sabe el antídoto. “No consuman”. Así les va bien porque, mal que pese a algunos, desde que llegó Simeone, no hay quien haga un chiste, ni siquiera malo, sobre el Atlético. Ya nadie se ríe de los atléticos. Al contrario, los lunes, en la oficina, ellos son la imagen de la dignidad. Les han devuelto el orgullo. Y por noches como esta, son todo cuello. Bien entrada esta noche, a finales de agosto, otra vez, el arco pudo con el bazooka, y, para frustración de los que no quieren escucharlo, el corazón igualó el presupuesto. Algunos llevaban años demandando que el derbi madrileño volviese a ser competido. Simeone ha escuchado sus plegarias y les ha hecho felices: ya tienen rival digno para derbi decente. Uno muy digno. (Tomado del blog del autor)
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