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lunes, 29 de diciembre de 2014

El medro de la intrascendencia en los nuevos tiempos cubanos

Fragmento del sumario del último número de 2014 de Vistar Magazine.
Julio Martínez Molina

Ya la farándula cubana dispone de sus alfombras rojas, proyectos con sus respectivas franquicias, un circuito de presentaciones “por la izquierda” establecido desde hace años y hasta de un servicio digital en forma de publicación mensual: la revista independiente Vistar, la cual anunciaría versión impresa para 2015, en presunción por una poligráfica dominicana.
Existen muchas alfombras, desde la de Cannes hasta la de los Emmy. Hay creadores célebres que nunca han aceptado pisar una; pero la mayoría sí se suma, en tanto parte del negocio o las dinámicas inherentes, a este desfile exhibicionista tan asociado a la vargallosiana “civilización del espectáculo”.

Si la del Latin Grammy 2014 dio ganas de llorar en su reflejo por Univisión, las dedicadas a presentaciones de algunos artistas cubanos respaldados por “proyectos” provocan vergüenza ajena. Aunque ya damos nuestros pasitos apurados de niño al que le ponen a quemar etapas, en el largo camino de aprendizaje de las estrategias de promoción del show businness endógeno nos falta un mundo.
Grimosos, de igual modo, son ciertos espectáculos privados montados por artistas nuestros como fuente alternativa de ingresos. Cuanto -por supuesto, dado los espacios- les falta en energía o creatividad en tales escenarios, donde van en piloto automático para hacer la tarea y cobrar el cheque, es rellenado allí por el alcohol caro y el dinero a raudales.
A la manera de la Comedia Humana balzaciana y las similares técnicas empleadas por aquel flamante burgués para procurar integración/legitimación social, en la comedieta humana habanera (e igual más allá) el nuevo rico se encuentra en posición de comprar “cultura”. Luego, varios de quienes la alquilan, u otros también, de forma automática al “empoderamiento” suman enteros en pedantería; de tal que ya no se refieran a sí mismos como “yo”, sino como “él”, durante las entrevistas televisivas. Un altanero e insoportable ÉL en tercera persona.
Si usted no conocía cuál marca de teléfono le gusta a su reguetonero preferido, ya puede dormir contento. El número 9 (diciembre de 2014) de Vistar -suerte de acrónimo bilingüe, o sea vistazo a las estrellas, con página en Internet y disponible de forma sistemática en el “paquete” semanal- le informa en su especial del mes, titulado Samsung vs. Apple, que El Príncipe y Jorge Jr. utilizan iPhone 6. El Chacal todavía tiene iPhone 5.
Aparecen además los ganadores del concurso de disfraces del Halloween cubano, cuyas celebraciones la publicación califica como “fiestas históricas” en Varadero y la discoteca La Bamba.
Y también se revela que “la reguetonera Patry White hizo de su cumpleaños una inolvidable celebración, en el Bar Esencia Habana”, rodeada de varios artistas. No falta la correspondiente foto del agasajo, como en las revistas de la burguesía batistiana.
El órgano digital -con llamativa fotografía y un diseño que no por novedoso en el contexto interno deja de reproducir los patrones formales de este tipo de productos en Iberoamérica o el resto del mundo-, tiende a menguar su fortísima carga de intrascendencia, la constante publicidad a negocios privados capitalinos de punta y la inducción directa a magnificar el concepto de status dentro del jet set criollo, mediante su cuota de “seriedad”. Esto es, en el número decembrino, entrevistas a Jorge Perugorría/Laura de la Uz (van de portada de la edición de marras), Luis Alberto García, Ángel Alderete y Beatriz Valdés (segmento Cubanos en el Exterior) redactadas con solvencia, pues el equipo de redacción está conformado por jóvenes periodistas cubanas. Nada nuevo bajo el Sol tampoco insertarlas. Si bien la razón de ser de Playboy son los desnudos de las conejitas, también dicho magazín incorpora diálogos con personalidades de la cultura, la política u otras ramas, en todas sus versiones idiomáticas.
Vistar, en sí misma -y para usar categorías sencillas-, no es ni buena ni mala. Sintomática de los nuevos tiempos que se viven en una Cuba de las muchas Cubas, aprovecha el vacío editorial en este terreno por parte de nuestros medios -los que en verdad no deben ser censurados por eso, como sí por su abotargante solemnidad- con un lenguaje desenfadado, rompedor estilo visual (visto solo desde el acre espectro local) y tendiendo puentes de comunicación con ese tipo de receptor curioso por la agenda particular de los artistas, el cotilleo, la crónica social rosa. Receptor el cual, pese a que muchos abjuremos de sí, sigue monterroseanamente estando ahí, pues cinco décadas y un sexenio de instrucción no pueden contra el morbo, la atracción por el chisme y el desinterés flagrante de muchos por cultivarse.
De hecho, este tipo de productos, y destinatario, existe en todas las sociedades, hasta en las más avanzadas en materia cultural, filosofía y desarrollo del pensamiento. Siempre tiene su público seguro, como los juguetes, el chocolate y las gangarrias femeninas
Curioso hipogrifo, ornitorrinco del realismo mágico insular, no llegar a ser tan insulsa como la ibérica ¡Hola!, porque inserta contrapesos temáticos de algún grado de resonancia cultural. Nunca sería mi publicación de cabecera, ni aun reencarnando en Robinson mil veces, pero entiendo su existencia y el público que la pueda consumir.
Solo añoraría que tuviésemos los evidentes recursos financieros de Vistar para confeccionar una revista para la crítica de cine, televisión, música, radio, danza, artes plásticas: también virtualmente desaparecidas de nuestros órganos de largo alcance.   

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