En menos de 72 horas el pueblo de verde olivo liquidó la agresión mercenaria respaldada con logística yankee. |
La primera derrota del imperialismo yanki en América Latina, ocasionada por nuestro pueblo en las arenas de Playa Girón hace 54 años, resultó consecuencia y a la vez premonición.
Lo primero porque tamaña heroicidad (derrotar en 72 horas a mercenarios entrenados, sufragados y apoyados militarmente por una superpotencia) es el resultado de un espíritu de combate desarrollado en el tiempo por los cubanos desde la época de la colonia, las primeras conspiraciones antimonárquicas, el Grito de Yara y las dos guerras de independencia: pasajes históricos estos dos últimos preñados de episodios de valor, hidalguía, coraje, intrepidez.
Lo segundo porque iba a definir el carácter de lucha y resistencia de más de cinco décadas -visto solo hasta el momento- en el proceso revolucionario de un pueblo del Tercer Mundo, sin grandes riquezas materiales pero dotado de una madera extraordinaria, contra la primera economía y estructura militar del planeta, cuyas diversas administraciones contribuyeron al cerco general contra Cuba mediante acciones hostiles, terrorismo, guerra biológica y la asfixia económica de un bloqueo inhumano e irracional.
Girón sintetiza el sentimiento nacionalista y rebelde de una nación encadenada desde 1492 hasta 1958, inmersa en casi cincos siglos en búsqueda de su soberanía arrebatada por aquellos hombres blancos que llegaron en carabelas y masacraron en unos pocos años a nuestra población autóctona, humillados más tarde los criollos en los campos de concentración de Valeriano Weyler, pisoteada luego esa misma gente en los bateyes por los caprichos del amo norteamericano, muerta la juventud descendiente de aquella en las calles por los asesinatos a mansalva de las tiranías de Gerardo Machado o Fulgencio Batista…
El pueblo cubano, liderado por la visión aguda y la valentía estratégica de Fidel Castro, sabía que en aquellas arenas se iba a definir el rumbo de su Patria. De su resistencia dependería volver al vasallaje o ser libres. Por eso se luchó hasta el último aliento.
Los milicianos movilizados de todo el país -con especial destaque para los cienfuegueros, presentes de forma rápida y efectiva en el combate-, no perdonaron al enemigo la osadía de hollar suelo patrio, a menos de dos años de conquistado el triunfo revolucionario tras las grandes epopeyas del Cuartel Moncada, el desembarco del Granma y la lucha definitoria de la Sierra Maestra, sin olvidar la clandestina del llano.
En la histórica Playa no importó edades, sexos, conocimientos militares. Cuando la Patria es invadida todos se unen, porque esta es la sangre, la familia, la moral, la dignidad, el amor propio, el presente y el futuro.
Cuba completa resistió y venció contra un contrincante superior en términos numéricos y de tecnología, pero muy inferior en el sentido de su lucha. Los atacantes, sin autoestima, ni convicciones, conciencia e ideología solo perseguían un botín. Así trabajaron y trabajan siempre los mercenarios, doquiera, a lo largo de la historia. Los pueblos se baten por sus hijos, por sus ideales.
Girón demostró que a Cuba se le respeta, no se le toca. Ni crisis internacionales que pusieron en vilo al mundo como la de Octubre, ni sórdidos atentados terrorristas a la manera de La Coubre, ni guerras bacteriológicas como la fiebre porcina o el dengue, ni congelamiento de fondos, ni imposibilidad de acceder a un mercado cercano en tanto fuente de suministros. Nada, ningún obstáculo ha podido lacerar el camino de un proyecto sustentado en la poesía de la bravura, en la colosal sinfonía cotidiana de la resistencia, el valor, el amor a las raíces y la conciencia de cuanto se puede perder si alguna vez pretendiéramos rendirnos.
La sangre vertida en abril de 1961, la memoria de aquellos héroes y mártires, son testimonio glorioso de cuanto somos. Cuba es Girón y Girón es Cuba. Solo lo sabe bien quien vive en esta tierra grande e indoblegable, que debemos seguir cuidando cada día con el mismo celo.
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