El acuerdo de ayer en La Habana para la Paz en Colombia es la mejor muestra de que está bien lejos el llamado y añorado por algunos “fin del ciclo progresista”. |
La reunión en tierras cubanas entre el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos y el comandante Timoleón Jiménez, jefe de las FARC es la mejor prueba de que “el cambio de época”, como lo llama Rafael Correa, no se ha agotado y continúa vivo en América Latina y el Caribe (ALC) pues el impulso que han dado al proceso de paz consolida el rumbo nuestroamericano.
Igualmente lo es la iniciativa del propio presidente ecuatoriano y de su par uruguayo Tabaré Vázquez, de reunir a sus homólogos Santos y Maduro y acordar medidas que conduzcan a la solución del conflicto en la frontera colombo-venezolana. Correa y Vázquez, actúan como presidentes pro témpore de la CELAC y la UNASUR respectivamente, organismos que ni siquiera existían antes del giro iniciado en la región con la llegada de Hugo Chávez (1999) y, posteriormente, otros líderes, al gobierno de sus países, en la cresta de la gran ola de luchas populares contra el neoliberalismo.
La OEA, símbolo de la época anterior en que predominaba el monroísmo, ha quedado como un relicto del servilismo ante Washington.
La fructífera visita a Cuba del Papa Francisco, la inédita elección de un pontífice latinoamericano y su cercanía a los anhelos de nuestra América no puede desligarse de los profundos cambios ocurridos en ella desde 1999. Ese es el contexto histórico de su censura integral al sistema actual de explotación y su defensa de la naturaleza y los seres vivos de la extinción con que los amenaza el culto al consumismo y al derroche y su decidida intercesión en el logro y avance de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos.
Sintetizo ideas de algunos de los ya numerosos autores que han rechazado el vaticinio falaz del “fin del ciclo progresista”(FCP). Emir Sader nos dice que la misma ultraizquierda que calificaba a Chávez, Lula, los Kirchner, al Frente Amplio de Uruguay, a Evo y Correa, como continuadores de los gobiernos conservadores anteriores ahora “descubre” afligida el FCP. Razona que lo que llegó a su fin en esos países fue el ciclo neoliberal, aunque tenga que enfrentarse a dificultades que ya he mencionado en trabajos anteriores y, puntualiza aquellas que, como la reprimarización o la desindustrialización, son herencia directa del neoliberalismo; o incluso, la hegemonía que conservan el capital especulativo y el neoliberalismo en la economía capitalista mundial. Sader solo ve dos alternativas posibles en las sociedades “posneoliberales”: o un regreso al neoliberalismo o avanzar hacia una sociedad poscapitalista. Afirma que lo que finaliza es una primera etapa del ciclo “posneoliberal” y sugiere tareas de la próxima etapa. Aparte de aliarse con la derecha –dice-, la ultraizquierda no tiene realizaciones ni proyecto.
Por su parte, Aran Aharonian califica de “diagnosticadores de la capitulación” a los heraldos del FCP y plantea que desde la derecha y sectores de la izquierda pretenden imponer esta idea en el imaginario colectivo aprovechando los obstáculos que tanto él, como el suscrito y otros autores hemos enumerado en trabajos recientes.
Alfredo Serrano Mancilla afirma que lo que se atisba es el intento desesperado de algunos sectores de acabar con aquello que se iniciara con el siglo XXI a lo largo y ancho de la región. Añade que con gran voluntad, estos actores se empeñan en ir reduciendo paulatinamente el universo de las esperanzas e ilusiones fraguadas precisamente en este cambio de época.
Katu Arkonada propone 7 tesis para abordar lo que Sader y Serrano consideran nueva etapa: 1) la crisis del capitalismo ha venido para quedarse y es necesario avanzar hacia un nuevo modelo productivo abatidor potente de la pobreza, amable con la naturaleza y una nueva matriz energética, dejando atrás el extractivismo; 2) el mundo multipolar ya está aquí y es necesario reforzar nuestra participación en él; 3) necesidad imperiosa de profundizar la integración latino-caribeña y 4) de desactivar los instrumentos para su desintegración; 5) enfrentar la derecha recargada o “nueva derecha” y elaborar un proyecto político seductor de los jóvenes; 6) la necesidad de los liderazgos(y de cuadros nuevos para consolidar la dirección colectiva); 7) la importancia de ganar las batallas electorales como condición de irreversibilidad de los procesos de cambio.
Recientes trabajos de Roger Landa y el intelectual quechua Itzamná Ollantay, también refutan a los agoreros del FCP. Volveré sobre el tema.
Cuenta del autor en Twitter: @aguerraguerra
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