Senador anticubano Marco Rubio insta a Obama a no abstenerse en el voto sobre el embargo a Cuba en la ONU el próximo 27 de octubre
Héctor R. Castillo Toledo
En su intervención ante el plenario de la Asamblea General de la ONU, el presidente Rafael Correa Delgado dijo que "entristece" cuando se escucha al presidente Obama proponer "cambiar 50 años de 'embargo', no porque ha roto con todo el derecho interamericano, con todo el derecho internacional, con todos los derechos del pueblo cubano, sino porque (dicha medida) no ha funcionado".
Sea cual fuere la intención de Obama, aviesa o no, eso poco interesa a los diletantes de la política anticubana, que anclados en sus cavernícolas concepciones, comienzan a mover fichas ante la realidad inocultable del deshielo en las relaciones Cuba-Estados Unidos, cambios cuyo trasfondo está bien claro para quienes, del lado de acá, resistieron más de medio siglo de cerco cruel y tenaz.
Ante similar escenario al del pronunciamiento del mandatario ecuatoriano, pero con diferencia de 55 años, un premonitorio Fidel Castro decía en discurso de casi cuatro horas y media: "La histeria es capaz de todo. La histeria es capaz de hacer las afirmaciones más inverosímiles y más absurdas".
La traigo a colación, en contexto, porque es ese y no otro el calificativo adecuado para el más reciente de los reclamos del senador y precandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Marco Rubio, declarado y confeso político anticubano, quien poco antes del encuentro entre los presidentes Raúl Castro y Barack Obama, primero tras el restablecimiento de relaciones diplomáticas, pidió al actual inquilino de la Casa Blanca que vote en contra del fin del bloqueo económico a Cuba en la Asamblea General de Naciones Unidas.
Se hace evidente. Gira sin cesar la noria de la historia, y quienes durante más de medio siglo vivieron de la retórica convertida en negocio, ahora se la ven venir encima con el pronunciamiento del cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos, que el pasado lunes, al intervenir en el foro mundial, dijo confiar en que el Congreso estadounidense "inevitablemente levantará un embargo que no debería estar más en vigor".
Poco les interesa a estos personajes de la extrema derecha anticubana que el cerco cese porque a juicio de quien hoy lleva las riendas de la Unión, medio siglo de políticas de aislamiento contra la isla rebelde no sirvieron para generar los cambios deseados por Washington. Para ellos, la única expresión válida es la machacona seguidilla de que actuar en esa dirección es ayudar al 'régimen de los Castro'. No hay otra. Congeniar con la postura de Obama sería desdecir el pretexto del cual han vivido todo este tiempo, abjurar de la generosa ubre de la cual han mamado.
Hay mucha expectativa por ver qué sucederá el próximo 27 de octubre, cuando por vigésimo cuarto año consecutivo, y siempre con abrumador respaldo de la comunidad de naciones, nuestro país someta al arbitrio mundial el informe titulado Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba.
El propio canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, se lo comentaba a una periodista interesada en el tema durante la conferencia de prensa posterior al encuentro entre los mandatarios. "Es una pregunta que podría hacer usted a los representantes de los Estados Unidos. Yo estaré esperando el 27 de octubre a ver qué ocurre", le respondió el titular de Exteriores de Cuba.
Vienen a cuento los temores de la fauna anticastrista ante la avalancha de rumores vertidos en los medios sobre la posibilidad, inédita hasta hoy, de que Estados Unidos se abstenga en dicho referendo, en el que históricamente ha votado en contra acompañado de su fiel faldero Israel y algún que otro acólito de ocasión en un concierto que no pasa de seis países, nunca en bloque mayor de cuatro votos opuestos. De ahí que Rubio y otros firmes opositores al levantamiento del bloqueo, al estilo de los hermanos Díaz Balart o la congresista Ileana Ros Lethinen hayan manifestado ya su abierta contrariedad.
La propia misiva del senador y precandidato republicano es un ejemplo vivo de esa preocupación. Y transcribo: "Independientemente de sus creencias, el embargo de Estados Unidos a Cuba está tipificado en la ley de Estados Unidos y las razones por las que se impuso, incluyendo el robo de miles de millones de dólares de la propiedad privada del Gobierno cubano, siguen sin ser resueltas por La Habana (...) Cualquier desacuerdo sobre esta ley, que regula las transacciones de estadounidenses, debe ser debatido en el Congreso de Estados Unidos, no en la Asamblea General de Naciones Unidas".
Adelantándose al nuevo descalabro, que según vaticinios de analistas podría contar este año con el paradójico aderezo de una posición ambivalente de Washington, Marcos Rubio, quien preside el Subcomité de Relaciones Exteriores del Senado para Latinoamérica y habitualmente encabeza las audiencias legislativas en la Cámara Alta que atañen a Cuba, apunta en su carta a Obama que la abstención "enviaría un mensaje peligroso a los tiranos de todo el mundo", epíteto peyorativamente esgrimido por el zoológico anticubano cuando avizora marejadas capaces de hacer naufragar la vieja barca del negocio del anticastrismo, un business mediante el cual no pocos han estafado al gobierno de Estados Unidos miles de millones de dólares.
Al decir de Jean Guy-Allard, veterano periodista canadiense acreditado en La Habana y colaborador habitual de Radio Habana Cuba y el diario Granma, esa industria, que durante décadas generó millones e hizo la fortuna de cientos de personeros, ya no da mas. Miami, la ciudad de la CIA, pasó a capital del narco y ahora se dice que es la Meca del porno. "La Miami anticubana que se inició con los gánsteres de Batista y se desarrolló con el dinero de la CIA tendrá, tarde o temprano, que reorientarse hacia la nueva relación entre vecinos".
Entonces, como van las cosas, han de sobrarle razones a Rubio y Cia. para preocuparse. Pero más que todo la firme y clara postura manifiesta de Cuba: No habrá normalización con bloqueo, y no habrá progreso sustancial en el proceso de normalización sin cambios de fondo en la aplicación de esa política absurda y obsoleta.
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