Andrés García Suárez
Las imágenes convencen más que las palabras. El viernes 15 de enero ví un dinosaurio burlón y grosero ocupar la pantalla de mi televisor. Antes había escuchado con admiración, el respeto camaraderil de Maduro, un patriota latinoamericano de la estirpe del inolvidable Hugo Chávez, al exponer sus verdades con mesura, diafanidad, patriotismo e hidalguía ante su pueblo.
Vi los rostros nobles de patriotas abnegados, estoicos y diáfanos de legisladores populares, en contraste con los enseriados, crispados, despreciativos, y como desesperados por castigar y esquilmar, de la bancada opositora. Rostros y actitudes pueden decir más que palabras edulcoradas y manipuladoras. El rostro es espejo del alma.
Me pareció muy bueno que se expusiera ese contraste. Era el presente heroico de la patria de Bolívar y la caricatura del futuro que pretenden labrar para ese pueblo hermano. ¡No lo conseguirán! La estirpe de unos y otros, de los luchadores populares y del dinosaurio politiquero, burlón y grosero, que es Ramos Allup, con la entraña de la vieja explotación y el sabor de fondo del Imperio, debía bastar para hacer tomar el partido correcto a la mayoría de un pueblo heroico. Así lo espero. En la asamblea del Parlamento de Caracas el viernes 15 quedaron diáfanas la entraña de muchas cosas. Rostros y actitudes así lo revelaron.
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