Héctor R. Castillo Toledo
Cincuenta años son casi dos tercios del promedio actual de vida de los cubanos. Por eso no son pocos quienes, consumida ya la media rueda, aún retienen en su memoria el retumbar sordo de las bombas lanzadas por aviones camuflados con insignias sagradas, estallidos cuyo desafuero terrible mató a siete inocentes aquel 15 de abril, hace hoy media centuria exacta.
Abril, que desde siempre marcó fechas patrias significativas, sonaba entonces a preludio de acontecimientos capaces de cambiarle el curso a la historia. Y se la cambiaron para siempre.
Fusiles en alto, enardecidos por el zarpazo ladino, los cubanos juramos en el entierro a las víctimas del ataque imperialista, “dos veces criminal, dos veces artero, dos veces traicionero ¡y mil veces cobarde!”, luchar por tener Patria o morir en el intento de defenderla.
En un domingo triste, la consigna pronunciada un año y 43 días antes en aquella misma intersección aún resumía olores a nuevo y a sangre, la sangre mezclada de los muertos de La Coubre con la de maestros voluntarios, milicianos, obreros y las víctimas de los bombardeos a los aeropuertos de La Habana, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba.
El Patria o Muerte repetía sus ecos en millares de gargantas de hombres y mujeres listos para formar los batallones que en unas horas saldrían a hacerle frente al enemigo, a ponerle el pecho a las balas mercenarias en las arenas de Girón y Playa Larga. Otros torrentes de plasma noble, los primeros en defensa de la causa socialista por la cual habían prometido su disposición a dar la vida.
Los términos del juramento nada han cambiado desde entonces. A unas horas de conmemorar el aniversario 50 de la proclamación del carácter socialista y democrático de la revolución de los humildes, “con los humildes y para los humildes”, Cuba se apresta también a iniciar las sesiones del VI Congreso de su Partido Comunista, forja martiana donde se nuclearon, al fragor de la cuaresma de combates por venir, los revolucionarios en una sola organización política bajo una dirección de igual modo única.
Sin embargo, es de distinto cariz el teatro de operaciones donde ha de librarse el combate de hoy por preservar la obra construida después de la victoria que requirió apenas 66 horas pero un alto costo humano allí en Girón: dos escenarios, uno de ideas, el otro tan importante como el primero, el económico.
Y justo porque en última instancia éste decide el trabajo ideológico en pos de “la sostenibilidad y la preservación de nuestro sistema social”, la cita de los comunistas cubanos consagrará sus análisis al examen detallado de las propuestas formuladas en el Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social, enriquecidas en la consulta que protagonizó la sociedad cubana toda desde el 1ro. de diciembre de 2010 hasta el 28 de febrero pasado.
A qué nos convocará el Congreso. A la urgente, imperiosa e ineludible renovación radical del sistema de dirección económica, de los mecanismos de redistribución social y los criterios de empleo de la fuerza de trabajo, tal como se ha insistido, sin ceder un ápice en la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción ni en la soberanía nacional sobre los recursos económicos y naturales.
En su discurso ante la Asamblea Nacional del Poder Popular el pasado 18 de diciembre recordaba Raúl Castro: “a mi no me eligieron Presidente para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la Revolución. Fui elegido para defender, mantener y continuar perfeccionando el socialismo, no para destruirlo”.
Nadie lo dude. Si bajo la audaz y brillante conducción de Fidel y con métodos de masas, el Partido superó las estrecheces sectarias para consolidarse en el Partido Comunista de Cuba, que resume a su decir “no lo que fuimos ayer, sino lo que somos hoy y lo que seremos mañana”, nuestra vanguardia organizada, martiana y marxista, continuará ganando en nuevos abriles lo que a lo largo de estos 50 años ha demostrado ser: el Partido de todas las batallas.
Y no será la económica la que nos impida continuar adelante asegurando otras victorias, como aquella relampagueante en las arenas de Playa Girón.
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