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sábado, 16 de abril de 2011

CARÁCTER SOCIALISTA: Hasta la última gota de sangre


"Lo que no pueden perdonarnos los imperialistas
 es que estemos aquí (…), que hayamos hecho una
 Revolución socialista en las propias narices de
 los Estados Unidos"
.
Melissa CORDERO NOVO

Fue la estirpe rebelde, los mártires tendidos sobre la tierra, el polvo del camino levantado por los caballos. Fueron las palmas, el levitar de los héroes, las mañanas sin victorias, la llaga sobre la piel, la palabra emancipadora, los puños firmes, el uniforme roto. Fue la valentía sin parámetros, el fusil con pocas balas, el sacrificio de los grandes; fue un octubre, un enero y un abril, ya para siempre grabados sobre el lomo de esta Isla.
Un domingo de 1961 se creció de gloria. Un domingo donde el dolor de un pueblo hizo eco en las nubes, y luego descendió como voz desesperada hasta la madriguera de los traidores. Ese domingo, 16 de abril, aún los cubanos llevaban sobre el pecho las lágrimas que solo derraman los gigantes. El día anterior aviones mercenarios habían violado la paz de los cielos para demoler cuanto de Revolución había. Al mando de la CIA, el terror quedó desatado, así como la más grave de las alertas ante una ya segura invasión en Cuba.  
Amaneció el 15 de abril de 1961 con aviones B-26 como nubes en el cielo. Las pistas de aviación y zonas adyacentes a Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños, en La Habana y Santiago de Cuba respectivamente, palidecieron bajo las bombas esa mañana. Cincuenta y tres personas sufrieron heridas graves, y 7 murieron víctimas de los proyectiles. En los fragmentos de los balines se leía: “U.S. Navy” (Marina de Guerra de los Estados Unidos).
Los aviones partieron desde la base de Puerto Cabezas, Nicaragua, piloteados por traidores de origen cubano. La primera escuadrilla llevaba el nombre de “Linda” y atacó la base de San Antonio. “Gorila”, la segunda, arremetió contra el aeropuerto “Antonio Maceo” de Santiago de Cuba. La tercera, nombrada “Puma”, embistió contra las instalaciones de Ciudad Libertad, sitio de la jefatura de las FAR.
Y cayeron por la defensa de la patria hijos dignos, a otros se les marcó en la piel heridas yanquis, y decenas de viviendas quedaron destruidas luego absorber el aliento de las bombas. Por eso, el pueblo de La Habana, transformado en un enorme mar humano, acompañó hasta la Necrópolis de Colón, hasta la propia sepultura, a cada una de las víctimas.
El silencio era sepulcral. El cortejo fúnebre partió desde las afueras de la Universidad de La Habana con el Comandante en Jefe al frente. Todos marchaban con las cabezas bajas y el pecho apretado. Una tribuna improvisada a la entrada del Campo Santo, se embistió de todo el furor que abrazaba al caimán herido, y devino escenario perfecto donde Fidel Castro despidió el duelo de los mártires.
Entonces se levantó la voz de nuestro líder histórico para proclamar el carácter socialista de la Revolución Cubana. Se alzó aquella voz prodigiosa para guiar por el camino de la luz, a los sueños redentores de los hombres. Se alzó entre los fusiles, y el espíritu lastimado de todo un pueblo, para grabar en el sol el destino eterno de la patria:
"Lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es que estemos aquí (…), que hayamos hecho una Revolución socialista en las propias narices de los Estados Unidos (…) Y que esa Revolución socialista ¡la defenderemos con esos fusiles que tienen ustedes! ¡La defenderemos con el valor con que ayer nuestros artilleros antiaéreos acribillaron a balazos a los aviones agresores!".

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