Obama, Clinton, Joe Biden, y otros miembros del equipo presidencial siguiendo en vivo y directo la operación contra Osama Bin Laden |
Wikileaks no es ni con mucho la CIA. A pesar de sus frecuentes descalabros, y sobre todo recientes en el caso de Cuba, la Agencia sigue siendo como una mano omnipresente detrás de cada hilo que mueve los más inimaginados resortes del imperio.
Wikileaks tiene evidencias de que Estados Unidos sabía desde 2008 sobre el paradero de su enemigo jurado número 1. Las presentó este lunes en un cable estadounidense filtrado a los medios, por tanto, y aplicando la propiedad transitiva aprendida con la más elemental de las matemáticas, la CIA estaba al tanto de cada movimiento del calificado como “autor” intelectual y financiero del atentado a las torres del World Trade Center el 11 de septiembre de 2001, teoría que aún está por probar y este mortal, como muchos, se niega a suscribir.
El documento filtrado por Wikileaks gira en torno a las notas resumen sobre el interrogatorio del libio Abu al Libi, detenido en la prisión de Guantánamo, en Cuba, quien dijo que había sido nombrado mensajero de Bin Laden en 2003 y que su base iba a ser Abbottabad.
“En julio de 2003, el detenido recibió una carta del mensajero (de Osama bin Laden) designado, Maulawi Abd al Khaliq Jan, pidiendo que el detenido asumiera la responsabilidad de recolectar donaciones, organizar viajes y distribuir fondos para familias en Pakistán”, señala la información.
“El detenido indicado iba a ser el mensajero oficial entre (Osama bin Laden) y otros en Pakistán. A mediados de 2003, el detenido se mudó con su familia a Abbottabad y trabajó entre Abbottabad y Peshawar”.
Si como aducen los medios la Inteligencia norteamericana estaba al corriente hasta de los detalles constructivos de la residencia donde, dicen, fue ultimado este 1 de mayo Osama bin Laden en la ciudad paquistaní de Abbottabad (al menos han mostrado fotos del emplazamiento fechadas en 2004, cuando no se había colocado el primer ladrillo), entonces por qué esperar a un operativo tres años después, por qué matarlo, si a los efectos de golpe sicológico era mucho más razonable para el llamado combate antiterrorista haberlo capturado vivo.
Despachos de prensa revelan que el comando de la Marina de EE.UU. encargado del operativo en el paradero de Bin Laden logró hacerse durante la redada con gran cantidad de equipo informático y discos duros pertenecientes al jefe de Al Qaeda. Los servicios inteligencia de EEUU están revisando estos discos duros y externos en un enclave secreto en Afganistán. Y saltan de nuevo las preguntas: ¿No habría facilitado tal labor la propia colaboración del buscado y al parecer no tan escondido líder fundamentalista?
Se habla de refriega, pero fuentes de crédito aseguraron a la agencia AFP que en la vivienda en la que vivía Osama Bin Laden había 23 niños y 9 mujeres en el momento del asalto. Todos salieron ilesos. Sanos y salvos fueron entregados a las autoridades, con la excepción de una mujer sobre la cual se especuló había sido usada por Osama como escudo humano en el momento de la balacera. Tal falacia fue desmentida luego.
El domingo reciente Estados Unidos se acostó muy orgulloso de sí mismo, pero el lunes su gente se levantó con infinidad de preguntas sin respuestas, formuladas desde los medios y las redes sociales por personas a las que costó trabajo “digerir” el palo periodístico reservado para el día en que Estados Unidos, sus aliados y la OTAN saltaban a la palestra pública como autores de un deleznable crimen en Libia: el asesinato del hijo menor y tres nietos del ahora ogro Muammar el Gadafi.
Aunque no cesan de aflorar supuestos “detalles” de la operación -y cuento entre ellos las burdas manipulaciones digitales a las fotos presentadas como pruebas del cadáver del temido millonario saudí-, hace furor en la red de redes la instantánea del equipo presidencial contemplando en vivo y directo el trágico desenlace en la mansión de Abbottabad. Y digo trágico por la pose de la secretaria de Estado Hillary Clinton, sobrecogida por la “crudeza” de imágenes dantescas que saltan desde la videoconsola. Hay muchas otras lecturas en esa foto “histórica”, pero ese asunto se lo dejo a los analistas.
Ahora fuentes oficiales estadounidenses aseguran que las pruebas de ADN realizadas al cadáver confirman con un 99 % de probabilidad que se trata del terrorista. Pero el asunto más grave es, ¿dónde está el cadáver? Lo lanzaron al mar y encima de ello con un pretexto tampoco exento de pifias, en este caso de carácter religioso.
Según un funcionario de Estados Unidos, la decisión fue tomada luego de concluirse que habría sido difícil encontrar un país dispuesto a aceptar los restos de bin Laden. Además hubo conjeturas sobre preocupaciones de que una tumba pudiera convertirse en un punto de inspiración para extremistas.
El presidente Barack Obama dijo que los restos de Bin Laden habían sido tratados con respeto y apego a las tradiciones islámicas, que requieren un pronto funeral, pero obvió que tal práctica se realiza en tierra y en una disposición tal que la cabeza del difunto apunta hacia La Meca. Cogido en falta, el Pentágono dijo más adelante que el cadáver había sido colocado en el norte del mar Arábigo tras adherirse a los procedimientos islámicos -incluyendo lavar el cuerpo- a bordo del portaaviones Carl Vinson.
Como ven, saltan nuevas interrogantes, salen a la luz otros detalles, pero en concreto permanecen muchas incógnitas que quizás llevará meses o años despejar, si no es que sucede como con los documentos relativos a la invasión mercenaria por Playa Girón, todavía develados a medias.
Entrenado por la CIA, Osama Bin Laden aprendió cómo mover dinero a través de sociedades fantasmas y paraísos fiscales; a preparar explosivos; a utilizar códigos cifrados para comunicarse, y a ocultarse. Por esa época, los Estados Unidos colaboraban incondicionalmente con los grupos afganos, debido a su participación en la guerra contra la URSS (entre 1979 y 1989 los estadounidenses entregaron cerca de 3 mil millones de dólares a la resistencia afgana, que favoreció a Bin Laden). Después de la retirada soviética en 1989, Bin Laden regresó a su país como un héroe. Y años más tarde, luego de un contubernio turbio con magnates texanos del petróleo entre quienes figuraban algunos miembros eméritos del clan Bush, el hijo dilecto de la CIA para la lucha talibán contra los soviéticos se volvió contra el amo y reapareció convertido en “autor” de una trágica historia bien difícil de digerir.
En el modesto entendido de este autor, a los Estados Unidos, al parecer, les basta y les sobra con la incómoda presencia en su suelo del connotado sanguinario Luis Posada Carriles, para cuya “protección” han formulado concesiones hasta en los más sacrosantos cánones de su “impoluta” justicia. Otro más habría colmado la copa, aunque si de incomodidad se tratara, la Florida, y en particular Miami, vendrían a ser como un gran herpes genital en el mapa político de la Unión.
Mas no se trata sólo de presencia. Como buen hijo adoptivo también, Osama le sabía al Sam (a lo mejor aún le sabe, pero eso sólo lo conoce Dios), tanto o más que el propio Posada Carriles, igualmente entrenado por la CIA para el combate anticomunista, fabricar bombas, detonarlas, secuestrar, torturar, matar inocentes... y sobre todo, en especial esto, dormir luego como un bebé, con la conciencia tranquila.
Quizás ese cúmulo de información incómoda fue el peso que inclino la balanza y determinó la decisión del nuevo César señalando con el pulgar hacia abajo. Mejor muerto, que con Wikileaks ya hay bastantes dolores de cabeza. ¿No creen?
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