Fotograma del filme Death Race (2008), dirigido por Paul W.S. Anderson, con Jason Statham en rol protagónico |
LA REALIDAD, CRUDA hasta límites increíbles, supera por mucho la ficción. La narrativa atiborrante que entra a los hogares desde hace décadas sin mediar permiso, aflora hoy de las más diversas maneras, aunque de forma sui géneris en algunos lugares donde lastimosamente se ha impuesto el imperio de la ley del más fuerte, o lo que es igual, de aquel que tiene más y mejores armas...
Aquellas aguas trajeron estos lodos, reza un viejo refrán. Demasiado cine violento, demasiados juegos de consola en los que el leit motiv resulta producir daño, mientras más, mejor y mayor puntuación, demasiada sangre, incontrolable la espiral de muertes, sombrío el panorama de luto...
Con horror asistimos en el convulso México a una frenética contienda por el control del narcotráfico y sus áreas de influencia. Una suerte de batalla campal en la cual los contendientes están cada vez más y mejor equipados para librarse del contrario, al punto de imitar en talleres clandestinos lo que antes vieron en pantalla: la construcción artesanal de vehículos blindados para sus despliegues durante los feroces enfrentamientos entre cárteles de la droga.
Parecieran sacados del stock de vehículos preparados para el rodaje de La Carrera de la Muerte (Death Race por su título original en inglés). Pero no, al timón de estos "Monstruos", como los llaman, no van Stallone ni Carradine, protagonistas en la versión de 1975 dirigida por el independiente Paul Bartel, ya fallecido, ni el casi infaltable Jason Statham, encargado de los controles en el bodrio más reciente producido por el británico Paul William Scott Anderson, considerado uno de los creadores del género de películas basadas en videojuegos.
El pasado fin de semana el ejército mexicano encontró dos “narcotanques” en Ciudad Camargo, en el estado de Tamaulipas, muy cerca de la frontera con Texas. El hallazgo se suma a otros anteriores realizados en los dos más recientes meses, y como aquellos de la saga fílmica están equipados con torretas giratorias, mirillas para francotiradores y hasta dispositivos de verter aceite y esparcir clavos para ponchar neumáticos en las carreteras.
Faltan nada más los actores, pero en ausencia de aquellos se ponen al timón muchachos que en ocasiones no han rebasado aún la adolescencia, otros no tanto. Se trata de vehículos cubiertos de planchas de acero de una pulgada de espesor, construidos sobre la cama de camiones de tres ejes con una cabina fuertemente blindada.
Al decir de un oficial consultado, las bandas están fuera de control. Una muestra de ese desatino es la tendencia a fabricar versiones mucho mayores que las previas: “aquí caben fácilmente 20 personas armadas”, dijo ante las cámaras de una telemisora local de la frontera, mientras mostraba el interior de uno de los artefactos rodantes.
Especialistas en balística aseguran que los "Rinocamiones" -como denominan los consultores de seguridad a los pesados medios- pueden resistir el fuego de armas montadas de calibre 50, e incluso las explosiones de granadas de mano. La analogía con la mole de la megafauna africana de cuerno puntiagudo se debe al ariete de acero con el que son equipados los carros en su parte frontal.
La patrulla militar autora del hallazgo encontró los dos vehículos en una especie de almacén-taller dotado de los medios para fabricar más. Otros dos camiones se encontraban en el proceso de blindaje, con el añadido curioso de que los dotaron de un aislamiento sintético especial para amortiguar el sonido de las descargas contrarias, y hasta aire acondicionado en el compartimento.
“Se cree que los fabrican para tratar de intimidar a los grupos rivales”, indicó una fuente del ejército el pasado mes de mayo, después de la confiscación previa de un tanque de fabricación artesanal.
El primero de los monstruos metálicos fue descubierto el pasado 16 de abril. Según reportes, una patrulla del ejército oyó explosiones alrededor de Ciudad Mier, también en el estado de Tamaulipas, y descubrió el casco quemado del “narcotanque”, que estaba pintado de color verde militar, y tenía dos torretas superiores y seis ventanillas laterales para disparar a través de ellas. Tenía capacidad para doce personas en disposición de combate, sin contar al conductor. "Un carro pesado, grande, no muy maniobrable en áreas urbanas o en suelos suaves o arenosos”.
Aunque el ejército afirmó que los vehículos eran un “intento desesperado” de los carteles de las drogas para “proteger a su gente de las bajas ocasionales causadas por el personal del ejército”, la realidad parece ser que los usan en choques con grupos rivales.
Los Zetas y el Cartel del Golfo, dos bandas de narcotraficantes, están enfrentadas en una guerra brutal en el estado de Tamaulipas por el control de una ruta clave de contrabando de drogas hacia Texas.
Vehículo blindado de forma artesanal, decomisado una banda de narcotraficantes en el estado mexicano de Jalisco. Muy similar a los empleados en el filme La Carrera de la Muerte. |
Los “narcotanques” son sólo el más reciente entre los continuados esfuerzos de las bandas de narcotraficantes en Colombia y México para mejorar sus arsenales y encontrar nuevos métodos de contrabando.
En años recientes, los carteles han construido también de forma artesanal hasta submarinos para trasportar cocaína de la región andina hacia el norte. Algunos de estos sumergibles han llegado a tener unos 100 pies de largo, pueden viajar a una profundidad de 25 pies bajo la superficie del océano y trasportar cargamentos de hasta ocho toneladas de narcóticos.
Nada, que mientras por un lado la TV, el cine y los videojuegos "bombardean" las mentes de jóvenes con futuro incierto, y del otro continúe floreciendo en los Estados Unidos un mercado próspero donde la demanda no cesa de crecer, asistiremos a nuevas escenas e inventos que parecen "escapados" de un filme no apto para la especie humana.
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