Miguel Ángel Ferrer
Este lunes 12 de septiembre se cumplen 13 años del injusto y cruel encarcelamiento de cinco hombres acusados falsamente de ser criminales. La fecha me lleva inevitablemente a tratar el asunto. De éste me he ocupado ya muchas veces en las páginas de revistas y periódicos donde he tenido y tengo el honor de escribir. Y lo he hecho, esas tantas veces, con una extraña mezcla de sentimientos: tristeza, indignación y esperanza.
Tristeza, porque soy testigo presencial del sufrimiento de las madres, esposas, hermanos e hijos de esos cinco hombres privados injusta y malévolamente de su libertad, de su juventud, del amor de sus familias. Madres y padres sin hijo, esposas sin compañero, niñas y niños sin su papá. Una tortura injusta que se prolonga dolorosamente ya por 13 años.
Indignación, porque conozco de primera mano y documentalmente los actos de fiscales y jueces prevaricadores. Fiscales y jueces que no hacen justicia sino lo contrario. Que incumplen su deber a sabiendas. Fiscales y jueces sin moral y sin honor.
Esperanza, porque creo que en el pueblo y en el gobierno de Estados Unidos hay hombres y mujeres honrados que, si logran tomar conocimiento de esta quíntuple injusticia, contribuirán a remediarla.
Por eso me empeño, una y otra vez, en denunciarla, en hacerla un poco más pública, en airearla aquí y allá. Quizás el azar haga llegar estos renglones a los ojos de algún estadounidense honrado que aborrezca la injustica y tenga el poder político necesario y suficiente para remediarla.
Ya no recuerdo (y mi archivo me ayuda poco) cuándo me ocupé por primera vez de los cinco cubanos encarcelados en Estados Unidos acusados sin ninguna base de delitos que no cometieron. Pero sí tengo fresca en la memoria una entrevista que le hice el 5 de diciembre de 2005 a Mirta Rodríguez, la madre, entonces septuagenaria y quizá ya octogenaria, de Antonio Guerrero, uno de los cinco antiterroristas presos.
En esa entrevista ( www.rebelion.org y www.siempre.com.mx ), la doliente madre desmontó las falacias y calumnias que el gobierno de EEUU echó sobre las espaldas de esos cinco inocentes. Sus palabras sintetizaron de modo insuperable las pruebas de la inocencia de su hijo y de los cuatro compañeros de Antonio. Pero nada ha cambiado desde entonces. Inconmovible, el gobierno estadounidense se niega a enmendar la injusticia. De nada han valido hasta ahora las peticiones de un nuevo juicio de diez Premios Nobel, de parlamentos, de célebres intelectuales, de gobiernos, de la ONU, de notables científicos, de millares de hombres y mujeres honrados alrededor del mundo.
Hoy, luego de 13 años del comienzo de la tragedia, y ya agotados todos los recursos legales para liberar a los cinco inocentes, sólo queda el camino, recomendado por la ONU, del indulto presidencial. ¿Será capaz Barack Obama de un gesto de nobleza como ese?
Sé bien, y no me engaño, que Obama es el jefe del imperio. Que está sujeto a poderosas presiones internas que lo obligan a cerrar los ojos ante la colosal injusticia. Pero también sé que otros poderosos jefes de imperio fueron capaces de clemencia y humanidad. Napoleón Bonaparte supo escuchar a William Jenner, el creador de la vacuna contra la viruela, y conceder la libertad a unos ciudadanos ingleses prisioneros del célebre mariscal.
Obama puede entender que 13 años de cárcel para quienes no han cometido delito alguno es tormento inenarrable que debe llegar a su fin. En las manos de Obama está la llave de las cinco celdas que deben ser abiertas. Y luego de 13 años de sufrimientos y a pesar de todo, no pierdo la esperanza. Confío en que, finalmente, habrá en Obama un gesto de humanidad que hará prevalecer la justicia. (Tomado de Rebelión)
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.com.mx
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