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viernes, 28 de octubre de 2011

Desesperados por conseguir un techo: lo que no dicen las postales turísticas de Miami

Cientos de personas acudieron a inscribirse para
optar por apartamentos de alquileres bajos.
La imagen idílica del Miami de rascacielos, casinos, playas obnubila a algunos incautos, no sólo en Cuba, también en un número importante de naciones al sur del río Bravo.
En el caso particular de la Mayor de las Antillas, el apetecido "manjar" del otro lado del estrecho ha sido la causal de muerte de no pocos aventureros que, animados por el oropel y "los cuentos", y sabedores del recibimiento -en caso de vencer la prueba- de un trato diferenciado a costa de la inhumana y asesina Ley de Ajuste Cubano, a su vez calzada de la práctica ruletesca de pies secos, pies mojados que decide si te quedas o te regresan a la Isla, se diluye muchas veces ante los recién llegados. Y el dilema no distingue entre quienes llegan si en balsa o en avión, ese detalle poco importa cuando se dan de narices con la realidad en vivo y directo, una realidad que en no pocos casos sacude también a aquellos que llevan tiempo en la Florida.

Hace apenas unos días, el pasado martes, la “angustiante demanda local de viviendas de bajos recursos quedó al desnudo (...) cuando cientos de personas hicieron una enorme fila para inscribirse en la lista de espera de un complejo de apartamentos en el oeste de Hialeah”. No lo dice la prensa "oficial" cubana, tal como la evalúan algunos por ahí; la revelación proviene de los propios medios de Miami, cuyos directivos, a pesar de tratarse de un tema casi considerado tabú, no tuvieron otro remedio que abrirle espacio en sus páginas y parrillas informativas de la radio y la TV.
A pesar del intenso calor, cientos de ciudadanos desesperados para conseguir viviendas a precio subsidiado, esperaron durante horas para llenar las planillas que determinarán quién tendra acceso a uno de los pocos apartamentos del complejo Meadowgreen, en el 1951 de la Calle 54 del oeste.
Según un reporte del sitio digital Contrainjerencia, la portavoz de la oficina en Miami del Departamento de Vivienda, Gloria Shananhan, dijo que CFH Group, entidad encargada de administrar el complejo de apartamentos, pretende gestionar subsidios ante agencias federales para facilitar el alquiler a personas de bajos recursos.
Shanahan indicó que CFH Group ya agotó su lista de solicitantes. Si alguien desocupa un apartamento, se llamará a los inscritos en la lista. “Sin embargo -dijo con franqueza-, eso quizás demore varios años.
“Estas filas prueban la gran necesidad de vivienda en la zona”, dijo María Quintana, una retirada de 82 años que comparte el apartamento de una habitación de su hijo, y en el que conviven además su nuera y dos nietos. “Tengo la esperanza de encontrar algo mejor, porque donde estoy no cabemos”, reconoció ante la prensa.
El personal de CFH Group, desbordado,  se rehusó a informar sobre el proceso, “lo cual provocó la desesperación del público que aguardaba por horas en las filas”, reportó un diario.
“No pueden hacernos esto y no darnos ninguna oportunidad”, gritaba Zulema Pita, de 65 años y quien lloraba por no haber recibido una planilla de inscripción. “Por favor abran las puertas”.
Pita vive sola en un apartamento en el oeste de Hialeah por cuya renta debe desembolsar 877 dólares al mes, pero dijo que “para pagarlo debo pedir prestado a familiares", ya que su pensión de $ 635 como retirada no le alcanza.
“He intentado suicidarme tres veces por otros problemas, pero ahora ya no sé qué hacer”, dijo Pita a un reportero. “Esta situación me tiene los nervios de punta”.
Agentes de la policía de Hialeah intervinieron para “tranquilizar” a solicitantes que se pusieron a gritar.
La administración  de vivienda obtuvo en septiembre $ 5.1 millones de fondos federales que servirán para subsidiar la renta de solo 600 familias a través del Plan 8. Los beneficiarios fueron seleccionados en una lotería realizada en agosto.
Los últimos datos sobre la economía norteamericana explican la situación ocurrida en Hialeah: la mitad de los trabajadores estadounidenses ganan menos de $ 27.000 al año, lo peor ocurrido en doce años, en un país donde alojarse y pagar los gastos corrientes de la casa (electricidad, agua y teléfono) supera los 1 000 dólares sin hablar de los impuestos y del costo de la salud, de la educación, de la alimentación, de los transportes, etcétera.
Otro indicador económico que ayuda a explicar la desesperación del ciudadano es que estos trabajadores por lo menos tienen trabajo. Unos 10 millones de estadounidenses elegibles para laborar no tienen la menor oportunidad de conseguirlo.
Desde 2007, cuando comenzó la Gran Recesión, la fuerza laboral de EE.UU. ha perdido 5,2 millones de empleos. Además, otros 4,5 millones de nuevos trabajadores (fundamentalmente los jóvenes) también se encuentren en búsqueda de hipotéticos puestos de trabajo.
Un buen amigo a quien trampas de la vida lo obligaron a abandonar la comodidad de un hogar digno, un empleo bien remunerado como profesor y la cercanía a familiares y amistades en un vecindario donde era respetado y querido, me comentó durante una reciente visita de sus avatares en la ciudad de fastos y neones pero también de violencia e intolerancia hacia quien ose no ya disentir, sólo pensar distinto, y hablaba de su deseo de regresar pronto a Cuba.
El accidente de un hijo en Miami lo obligó a viajar, como quien dice, de ahora para ahorita a través de gestiones mediante la Cruz Roja Cubana. Y de buenas a primeras mi amigo se vio en país extraño, escuchando un idioma que no entiende, pero además requerido de recursos para hacer frente a la atención médica de aquel por cuyos ojos veía.
"El cielo se me vino encima cuando ya fuera de peligro mi hijo, al cabo de varios meses debatiéndose entre la vida y la muerte, un médico mofletudo me espetó que si no tenía dinero ni respaldo en seguro para continuar su tratamiento en consulta él no podía hacer nada por nosotros, y viró la espalda y se fue.
"Allí de nada sirven la honestidad, el respeto, el trabajo honrado si es que lo logras, nada... Si tienes, vales. Si no, eres un bicho mal visto y el sistema te aplasta".
Son los trasfondos de esas imágenes paradisíacas, de postal turística, las tras bambalinas que no se ven de un régimen excluyente que, tal cual afirma el teórico Immanuel Wallerstein son los síntomas evidentes de estar asistiendo al fin del sistema capitalista: “Pienso, en efecto, que hemos entrado después de treinta años en la fase terminal del sistema capitalista".

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