Joe Louis con Fidel Castro en La Habana, 1959. |
Aunque ridícula e intrascendente para Cuba, la actitud de la cadena hotelera que, invocando el bloqueo norteamericano contra Cuba, impidió al presidente Raúl Castro y su comitiva alojarse en un hotel Hilton en la capital de Trinidad y Tobago, fue ofensiva para el gobierno local que se vio obligado a cambiar la sede de la IV Conferencia Cumbre CUBA-CARICOM.
A propósito recordé a un compatriota y amigo que trabajó en el Instituto de la Industria Turística en Cuba quien me contó que en 1959 Joe Louis, campeón mundial de de peso completo estuvo en La Habana donde fue atendido como un huésped oficial.
Para satisfacer el deseo del más famoso de los boxeadores norteamericanos de jugar golf, se intentó hacer la correspondiente reservación en uno de los clubes privados que entonces existían en la capital cubana. La respuesta del gerente fue lapidaria: "En este lugar -dijo-, los negros entran a servir, a podar el césped y a limpiar, no a jugar".
Enterado del caso, Jesús Montané, compañero de Fidel y Raúl Castro en el asalto al cuartel Moncada y entonces director del Instituto de Turismo, emitió una resolución nacionalizando la instalación. El célebre negro norteamericano entró por la misma puerta por donde salió el blanco racista y arrogante, probablemente ignorante de que la admiración por el "Bombardero de Detroit" estaba ligada no sólo a sus habilidades como atleta, sino a su entereza como representante del pueblo estadounidense.
En 1936, cuando ya Hitler se había apoderado del poder, en una noche infausta, Joe Louis fue noqueado por el alemán Max Schmeling, hecho que la maquinaria propagandística nazi presentó como evidencia de la superioridad racial alemana y símbolo de la decadencia de Norteamérica. Los estadounidenses se sintieron lastimados.
Joe Louis no se dejó impresionar; fue por la revancha y en 1938, en el Madison Square Garden, ante 70 mil aficionados, incluidos algunos jerarcas y simpatizantes nazis que viajaron desde Alemania, para presenciar la humillación del campeón, a los dos minutos de iniciado el combate le propinó a Schmeling un fulminante knock-out. Hitler fue implacable; el atleta que no era nazi ni racista, fue reclutado y enviado al frente.
Ignoro si el presidente Ronald Reagan conoció del agravio que se pretendió hacer a Joe Louis en La Habana, pero lo cierto es que en 1981, al conocer la muerte del ídolo dispuso que fuera sepultado en el Cementerio Nacional de Arlington donde su mayor adversario y luego gran amigo, Max Schmeling acudió a rendirle homenaje. (Tomado del blog Cubano en 1er Plano)
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