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sábado, 28 de julio de 2012

Londres 2012: la grandeza de un instante...

Manuel Benítez del Río

Desde casa es muy difícil imaginar la verdadera dimensión de unos Juegos Olímpicos, una cosa es verlos por la tele y otra estar aquí y sumergirse en ellos.
Anoche, cuando el pebetero de Londres 2012 ardió en el estadio de la capital británica, después de que siete jóvenes atletas lo encendieran al mismo tiempo para simbolizar el inicio de las competiciones fue que tuve conciencia de que no es solo la fuerza del deporte la que impulsa a este gigante.
Más de 60 mil personas de pie, aplaudiendo sin parar, asistíamos sin creerlo al despegue de la fiesta deportiva del mundo, justo allí donde antes se llevó a cabo una ceremonia de tres horas y media  plena de música y humor en la que desfilaron los 204 países que competirán en los Juegos.

Mírese como se mire, y esté uno donde esté, trabajando aquí mismo o como simple espectador en casa, el momento es de esos que le erizan el ombligo a cualquiera no solo por la grandeza del instante en sí, sino porque es cuando uno toma conciencia de que para llegar hasta aquí se ha necesitado el corazón de un país.
Días atrás se comentó que Londres le había dado la espalda al evento, pero por lo que he visto acá no lo creo, ni mucho menos. Si en vez de ser ingleses fueran cubanos lo llevarían con la sandunga criolla que nos caracteriza, pero ellos lo llevan con discreción, amabilidad y corrección, una forma de ser tan del gusto de los británicos.
La fiesta fue fiel al estilo del cineasta Danny Boyle, director de Trainspotting, con aceleraciones y frenazos bruscos del ritmo y las imágenes, con momentos para emocionar hasta el tuétano, pausas y  salidas inesperadas. Pero, sobre todo, sin un segundo para el aburrimiento.
Afloró casi todo aquello en lo que uno piensa a la hora de escarbar en la cultura y las costumbres británicas: la campiña, la revolución industrial, el rock. Y hasta la mismísima reina Isabel, protagonista de uno de los momentos más curiosos de la ceremonia.
Ella, tan circunspecta siempre, aceptó actuar junto al último James Bond, Daniel Craig, en una cinta proyectada durante la ceremonia en la que se veía como el famoso espía de ficción pasaba a buscar a la regente por el Palacio de Buckingham, desde donde partían al estadio en helicóptero bajo la mirada atenta de los perros de la monarca.
En el mismo momento en que se veía en el vídeo cómo Craig y la reina saltaban del helicóptero en paracaídas, dos dobles se lanzaron vestidos como ellos desde un aparato que sobrevolaba el estadio, para sorpresa -y hasta temor de que la soberana se escoñara- de todos los asistentes a la ceremonia.
En ese instante, la verdadera reina Isabel entró al estadio, con el mismo vestido que usó para la filmación, al lado de su esposo.
Allí le esperaban personalidades como la primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, el primer ministro ruso, Dmitry Medvedev, el presidente alemán, Joachim Gauck, o su homólogo italiano, Giorgio Napolitano.
La lista de emblemas, momentos y personajes muy británicos fue interminable: el Big Ben, la BBC, el Mini Cooper, el actor Kenneth Branagh, la escritora JK Rowling leyendo el párrafo inicial de Peter Pan, los Arctic Monkeys en vivo o David Beckham a bordo de una lancha en el Támesis.
También los acordes de temas de los Rolling Stones, The Who, Queen, Sex Pistols, The Clash, Mike Oldfield, Frankie Goes to Hollywood, The Jam, New Order o una nueva versión de una escena clave de Chariots of Fire que incluyó a Mister Bean, el actor Rowan Atkinson, haciendo de las suyas, tan jodedor ¡y tan inglés! como siempre.
Hoy estoy en London city y es difícil que alguien no comente lo que vivimos anoche, porque más difícil aún será borrarlo de la memoria. Disfruto mogollón esa sencillez para acoger al forastero que ha convertido a la capital inglesa en un espacio tan rico y multicultural.
Otra cosa de la que me doy cuenta es de que quienes nos desplazamos por las entrañas de los Juegos deberemos esforzarnos para no olvidar que son algo terriblemente efímeros, un cuerpo que viaja a gran velocidad y que en apenas dos semanas desaparecerá.
Y, por último, solo desde dentro se aprecia el sentido global de esta obra, que, si no fuese porque esta repleta de caras, nombres y apellidos, pensaría que es sobrehumana, o que no es real.
Anoche, la única ciudad tres veces sede de unos Juegos Olímpicos desde que la era moderna comenzó en Atenas 1896, se dio un homenaje y un baño de autoestima sin límites, porque recordó todos los momentos clave y positivos de la historia británica.
Aunque, como era de esperar, los momentos discutibles o directamente negativos no aparecieron.

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