Traducir esta página

English Russian Italiano DeutschPolonia Français Portuguese Chino Japones Arabe Sueco Noruego Corea

lunes, 3 de septiembre de 2012

La era Pitbull, explicada por Vargas

Julio Martínez Molina

Tiene que estar bien jodido cualquier mundo donde una aberración como el “cantante” cubano-americano Pitbull replete estadios, venda millones de copias o participe en “featurings” junto a estrellas femeninas latinas todavía en el mercado (aunque ya añosas para ciertas piruetas y en realidad en proceso de franca decadencia artística desde hace rato, cual Jennifer López y Shakira).
Para entender ciertas áreas de este universo que nos tocó en los órdenes de predominio cultural es bueno leer e interpretar los presupuestos enarbolados en sus ensayos por pensadores como Alan Badiou, Dany-Robert Dufourd, Franz J. Hinkelammert, Luis Britto García, Slavoj Zizek, Zygmunt Baumant, Umberto Eco o Peter Sloterdijk, por solo citar algunos de los indispensables.
Sin embargo, muchas de las ideas de algunos de estos u otros intelectuales no son muy “potables” (dado su densa hermenéutica, lenguaje, categorías culturales, multirreferencialidad) para las grandes masas del planeta.
En fecha bien reciente, el peruano Mario Vargas Llosa, desacertado analista político pero excepcional narrador y crítico a tener siempre en cuenta pese a ocasionales deslices, ha logrado en un libro imperdible cuanto muchos de sus contemporáneos no pudieron: conquistar, llegar al lector mediante una prosa que, sin renunciar al análisis profundo -a rachas polémico-, tampoco los ahogase en grandes marejadas teóricas. Su volumen La civilización del espectáculo (localizable en la red) aporta claves básicas en pos de comprender la grisácea era cultural atravesada por los 7 mil millones de terrícolas.
El autor de La ciudad y los perros escribe allí: “ (…) Si en nuestra época es raro que se emprendan aventuras literarias tan osadas como las de Joyce, Virginia Woolf, Rilke o Borges no es solamente en razón de los escritores; lo es, también, porque la cultura en la que vivimos inmersos no propicia, más bien desalienta, esos esfuerzos denodados que culminan en obras que exigen del lector una concentración intelectual casi tan intensa como la que las hizo posibles (…) La crítica, que (…) desempeñaba un papel central en el mundo de la cultura porque asesoraba a los ciudadanos en la difícil tarea de juzgar lo que oían, veían y leían, hoy es una especie en extinción (…) Cuando una cultura relega al desván de las cosas pasadas de moda el ejercicio de pensar y sustituye las ideas por las imágenes, los productos literarios y artísticos son promovidos, aceptados o rechazados por las técnicas publicitarias y los reflejos condicionados de un público que carece de defensas intelectuales y sensibles para detectar los contrabandos y las extorsiones de que es víctima.
“El erotismo ha desaparecido (…)  Sacado a la luz pública, vulgarizado, se degrada y eclipsa, no lleva a cabo esa desanimalización y humanización espiritual y artística del quehacer sexual que permitió antaño. Produce pornografía, abaratamiento procaz y canalla de ese erotismo que irrigó, en el pasado, una corriente riquísima de obras (…) que, inspiradas en las fantasías del deseo sexual, producían memorables creaciones estéticas, desafiaban el statu quo político y moral, combatían por el derecho de los seres humanos al placer y dignificaban un instinto animal transformándolo en obra de arte.
“(…) no debe llamarnos la atención que los casos más notables de conquista de grandes públicos por órganos de prensa los alcancen hoy no las publicaciones serias (…), sino las llamadas “revistas del corazón (…) ¿qué decir de un fenómeno como el de ¡Hola!? Esa revista, que ahora se publica no sólo en español, sino en once idiomas, es ávidamente leída -acaso sería más exacto decir hojeada- por millones de lectores en el mundo entero -entre ellos los de los países más cultos del planeta, como Canadá e Inglaterra- que, está demostrado, la pasan muy bien con las noticias sobre cómo se casan, descasan, recasan, visten, desvisten, se pelean, se amistan y dispensan sus millones, sus caprichos y sus gustos, disgustos y malos gustos los ricos, triunfadores y famosos de este valle de lágrimas (…) ¡Hola! y congéneres son los productos periodísticos más genuinos de la civilización del espectáculo”.
“(…) Este estado de cosas ha impulsado la exaltación de la música hasta convertirla en el signo de identidad de las nuevas generaciones en el mundo entero. Las bandas y los cantantes de moda congregan multitudes que desbordan todos los escenarios en conciertos que son, como las fiestas paganas dionisíacas que en la Grecia clásica celebraban la irracionalidad, ceremonias colectivas de desenfreno y catarsis, de culto a los instintos, las pasiones y la sinrazón. Y lo mismo puede decirse, claro está, de las fiestas multitudinarias de música electrónica, las raves, en los que se baila en tinieblas, se escucha música trance y se vuela gracias al éxtasis.
“(…) En las artes plásticas la frivolización ha llegado a extremos alarmantes. La desaparición de mínimos consensos sobre los valores estéticos hace que en este ámbito la confusión reine y reinará por mucho tiempo, pues ya no es posible discernir con cierta objetividad qué es tener talento o carecer de él, qué es bello y qué es feo, qué obra representa algo nuevo y durable y cuál no es más que un fuego fatuo (…) Inquietante anticipo de los abismos a que puede llegar una cultura enferma de hedonismo barato que sacrifica toda otra motivación y designio a divertir”. Esto es un adelantito, rastreen el libro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Buscar este blog