El
quinto día de cada mes se multiplican en Cuba -también en otras partes
del mundo donde radican activos núcleos de solidaridad- las actividades a
favor de la liberación de los cinco antiterroristas cubanos detenidos
en cárceles de los Estados Unidos desde hace más de catorce años.
Para exigir la liberación de nuestros compatriotas, este
viernes 5 de octubre un grupo de jóvenes twitteros y blogueros de varias
provincias cubanas escalará a uno de los más hermosos sitios de la
geografía del macizo de Guamuhaya: El Nicho, punto donde convergen la
belleza de un entorno natural -agresivo en ocasiones cuando las aguas
del río Negro trasmutan su apacible decursar en torrente cayendo
impetuoso por las laderas de la sierra- y también la historia de hechos
tal vez poco conocidos.Exactamente 18 días antes de su desaparición física cuando regresaba en un vuelo desde Camagüey, Camilo Cienfuegos estuvo de visita en El Nicho, el sitio marcado ahora en nuestro derrotero.
Era sábado aquel 10 de octubre de 1959. Encomendado por Fidel, el Señor de la Vanguardia macudió más que a hacer el resumen a clarificar los puntos de vista de la dirección de la triunfante y joven Revolución cubana sobre un pretendido Primer Congreso Campesino celebrado allí bajo los auspicios del Segundo Frente Nacional del Escambray, organización de disenso en cuyas filas se fraguaban ya la traición y el oportunismo, gérmenes cuyos fermentos derivaron luego en bandas contrarrevolucionarias operativas en las montañas de esta parte central de Cuba con el apoyo logístico de los Estados Unidos y su Agencia Central de Inteligencia.
Testigos del hecho relatan: luego de tres días de sesiones, el primer orador durante la clausura fue el entonces jefe del Segundo Frente, Eloy Gutiérrez Menoyo (más tarde traidor). Al final, casi cayendo la tarde, habló Camilo, de cuyas palabras, lamentablemente no hay testimonio conocido.
Sin embargo, no hay duda alguna: la presencia allí de Camilo tenía por objetivo dejar claro que la Revolución estaba al tanto de los manejos trapaleros de aquellos a quienes sabia y con su gracia innata, el pueblo bautizó como los “comevacas”, pues a diezmar rebaños, consumir abundante ron, asesinar inocentes y a ultrajar campesinas se limitó la supuesta “actividad revolucionaria” de su cúpula y membresía, conductas causantes de no pocos roces con los miembros del Directorio Estudiantil 13 de Marzo y luego con los integrantes de la columna invasora al mando del Che a su llegada a esta parte de la Isla para preparar el cerco sobre Santa Clara y asestar el golpe final contra la tiranía de Fulgencio Batista.
Este viernes entre canciones, zambullidas y algún que otro beso furtivo la tropa juvenil llegada hasta Cienfuegos para la descarga por la liberación de los Cinco en el mismo corazón del Escambray quizás consiga atrapar entre los ecos del lomerío alguna palabra resonando aún del vibrante discurso de Camilo, testimonio del cual sí dan fe las testimoniantes de esta historia poco conocida. Dos días antes de emprender su vuelo a la eternidad, el hombre de sombrero alón y nívea sonrisa proclamó con claridad meridiana ante la atestada explanada frente al antiguo Palacio Presidencial, durante su último discurso: “El pueblo de Cuba sabe, que por cada traidor que surja, se harán nuevas leyes revolucionarias y a favor del pueblo”.
Para desenmascarar traidores y planes contra este noble pueblo cinco hombres penetraron a los comandos contrarrevolucionarios extremistas asentados en Miami. Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González, Gerardo Hernández y René González -este último extinguió su condena en octubre de 2011 y de forma arbitraria le añadieron otros tres años de libertad supervisada sin poder regresar a su tierra- fueron condenados por un único delito probado: no haber declarado al Fiscal de los Estados Unidos su condición de agentes extranjeros, infiltrados por razones de fuerza mayor entre quienes desde la Florida alientan actividades terroristas contra la Isla.
Sin embargo, tras un amañado juicio y frente a un jurado sobre el cual actuó la coacción de grupos, individuos y hasta la propia prensa, fueron condenados a purgar injustas condenas, incluidos tres de ellos con cadenas perpetuas, una de doble efecto en el caso de Gerardo Hernández.
Por ellos, junto al resto de las iniciativas desatadas este viernes 5 de octubre, el grupo de jóvenes al cual me sumaré en la escalada, alzaremos nuestras voces exigiendo al gobierno de los Estados Unidos la inmediata excarcelación de nuestros cinco compatriotas.
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