José Jassán Nieves*
Lograr acuerdos en torno al béisbol y su organización en Cuba parece una quimera cada día más, en gran medida por las inconsistencias de la Comisión Nacional de ese deporte.
Compelido por el bajo rendimiento de los equipos cubanos en eventos foráneos, reflejo de cómo anda el país, el Instituto Nacional de Deporte, Educación Física y Recreación (INDER) comenzó a mover fichas hace varios años en busca de la fórmula más eficiente y aceptada… pero todavía no logra consenso.
La presente serie, la número 52, estrenó formato y generó encendidos debates por la creación de dos fases, con eliminación para los ocho peores rendimientos y refuerzos obligatorios para los ocho clasificados.
Aunque revestida de aparente democracia, la “consulta” previa a la decisión por las provincias denotaba que todo estaba decidido y dejó varias dudas sobre qué pasaría con los equipos que no clasificaran.
El pasado lunes, el presidente de la Federación Cubana de Béisbol, Higinio Vélez, confirmó la existencia de una segunda división que funcionará paralela a la primera con casi igual cantidad de juegos.
Anunció además que no habrá Liga de Desarrollo y que quienes no clasificaron también arrastrarán los resultados de la primera parte, por si pudieran mejorarlos.
La pelota en Cuba, más que entretenimiento, es también política. Crea y refuerza valores de identidad al mismo tiempo que genera estabilidad social. Por esa razón privar de varios meses a ocho provincias de un espectáculo accesible y atractivo, en medio de tantas carencias, era cuando menos una torpeza.
Pero la decisión reciente tampoco marca como la más certera. Es, apenas, una extensión de la serie con menos recursos para los desclasificados. Atractivo tendrá, estoy seguro, pero llegará más como espacio de consuelo para los públicos locales que como mecanismo de desarrollo de peloteros.
Creo que resultaría provechoso establecer un campeonato de segunda división con dieciséis conjuntos que incluyera, además de los rezagados en la primera etapa, a segundos equipos provenientes de los ocho territorios representados en la primera categoría.
Así podrían mantenerse activos los cinco intercambiados por los refuerzos, la reserva obligatoria y nuevos talentos con perspectivas.
Con su proceder, la Comisión Nacional de Béisbol denota escasa capacidad de previsión y la falta de una estrategia sedimentada y fuerte. Las informaciones reveladas en el último minuto y los constantes ajustes emiten señales contradictorias que refuerzan tal apreciación.
Para al menos lograr consenso entre el público, los comisionados deberán sondear criterios en todo el país con voluntad de aceptar las sugerencias, más que aparentar que las escucha.
Tendrán que aceptar, por ejemplo, el cambio de logotipos en provincias como Cienfuegos (con un camarón como insignia extemporánea hace rato) e incrementar la dimensión espectacular del juego, con horarios propios de gente que trabaja y uniformes nombrados como las mascotas de cada quién.
De lo contrario, permaneceremos como hasta ahora, inseguros de las decisiones anunciadas y ajenos a un deporte que es alma y vida nacional.
* Periodista de Radio Ciudad del Mar.
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