Julio Martínez Molina
Pútrida representa el adjetivo perfecto capaz de describir la política del sector cubano -con influencia política dentro de EEUU- contra nuestro gobierno y su pueblo, cuya espalda ha sido castigada con dureza ininterrumpida en virtud de un bloqueo (el cual dicha calaña no dirige en justicia, pero sí azuza y contribuye de modo determinante a mantener a través de contribuciones, lobbysmo, manipulaciones electorales e insidia constante), “viejo dinosaurio de la guerra fría” reacio a eliminarse por el meteorito extintor del tiempo.
Forman parte tales añosos señores de una industria del odio generadora de millones de dólares para sus bolsillos o los de sus acólitos (los cipayos internos como se sabe toman mínima tajada para la pasta de dientes, el aceite y los jabones; salvo fueren una Yoani Sánchez, quien sí mueve billetes a lo grande porque lo suyo es el estratégico terreno de los medios de prensa) a costa de la mar de argucias o estratagemas políticas. Mas, cuando ya alguna no le rinde rédito, rápido la ponen en tela de juicio.
Ahora lo hacen hasta con la mismísima sacrosanta Ley de Ajuste Cubano, asustados tras un “Mariel Rojo” de nacionales allí. Lo dijo una voz cantante de la camarilla: “ya no podemos permitirnos más cubanos aquí”. Puede ser sujeto a revisión, quizá lo será o al menos modificará, el engendro jurídico que permitió engordar a tantos escualos en las 180 millas naúticas situadas entre las fronteras de Cuba y los Estados Unidos. Miami no aguanta más, si bien simple y llanamente porque La Habana abrió el grifo de la Ley Migratoria. De lo contrario, llenaban de criollos hasta los Everglades.
Junto a Ileana Ros-Lehtinen, la “Loba Feroz”, y el resto de la jauría dirigente de la extrema derecha miamera con voz en el Capitolio, ha sido Robert (Bob) Menéndez una de las figuras sintetizadoras del desprecio, la aviesa intencionalidad destructiva y la doble moral con que es asumido el tema Cuba.
El senador demócrata nacido en Nueva York 59 años atrás, quien no tiene ni mera idea de la verdad actual de la patria de sus padres (no la suya) y sin embargo nos ataca con todos los misiles politiqueros posibles, encarna la dualidad de estándares “éticos” de “cruzados morales”, quienes ni en lo público ni en lo personal son reflejo de cuanto predican o exigen hacer a los demás.
Los escándalos del hombre se suceden como noticiero morboso de sórdidas actitudes. De relaciones íntimas con prostitutas dominicanas menores de 18 años, país donde viaja con frecuencia, hasta la protección al becario peruano de su oficina acusado con pruebas de asalto sexual reiterado, o favorecer -gracias a su influencia política- a la empresa de su amigo y contribuyente número uno: Salomón Melgen... Una información muerde la cola de la precedente. Tanto así, que ya debieron doblegar su coraza mediática medios tan en su sintonía política como The Miami Herald y sobre todo ese El Nuevo Herald de permanente beligerancia contra Cuba durante las 24 horas.
En el jet privado del propio Melgen se iba de juerga a La Española el pillastre Bob, en busca de travesuras de viejo verde con niñas caribeñas. Lo gracioso de todo esto es que el senador se ha sumado siempre al corrillo encargado de mal situar a Cuba como “destino turístico sexual infantil de las Américas”, a la malsana campaña de ubicar a nuestro país cual suerte de Tailandia tropical.
Mentira a la cual suman Menéndez y tropa la del contrabando de droga o el apoyo al terrorismo, de manera de no sacarnos nunca del “eje del mal”.
Hace escasos días el periodista cubano radicado en Miami, Lázaro Fariñas, recordó en La tarde se mueve cómo ya a Bob se le atribuía “tufillo mafioso” desde su período en la alcaldía de Union City, New Jersey, de 1986 a 1992.
El conductor de dicho espacio, el colega suyo allí, Edmundo García, añade elementos en su también muy fresco artículo titulado Bob Menéndez, del terrorismo a la prostitución: “En el tema cubano Menéndez no se ha podido ligar a personas de más mala reputación. No sólo ha trabajado en complicidad con lo peor de la política miamense, también ha tenido relaciones con grupos violentos y terroristas confesos. A través su ex suegro Arnaldo Monzón Plasencia, ya fallecido, Menéndez confraternizó con Luis Posada Carriles y hasta celebró su absolución en el juicio que se le hizo en El Paso, Texas. En un reportaje sobre ese juicio publicado en Cubadebate el 3 de marzo de 2011, el abogado José Pertierra se refiere al testimonio de Oscar de Rojas, contador por 23 años del negocio “Arnold Fashions” del ex suegro de Menéndez, donde también lo liga a Jorge Mas Canosa y al financiamiento de Posada Carriles en la época en que preparaba acciones terroristas contra Cuba desde Centroamérica, como la que terminó con la vida del joven italiano Fabio di Celmo. Ese tipo de personas integran el entorno cubano de Menéndez”.
Tales conductas no son privativas de Bob. En noviembre pasado, la Comisión de Ética de la Florida denunció que David Rivera (calificado a la sazón como “el miembro más corrupto del Congreso” por segunda vez) cometió once faltas mientras se desempeñaba en la Legislatura estatal, entre las cuales figuraban someter información financiera falsa, malversar fondos de campaña y ocultar un contrato de consultoría de cerca de un millón de dólares.
Tan insano es el calado moral de los dirigentes “cubanos” en EEUU.
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