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martes, 9 de julio de 2013

Simuladores en nuestra historia

Los interesados en la vuelta al pasado quieren imponer la modade  reivindicar algunas figuras históricas que tuvieron una funesta trayectoria en la Cuba anterior a 1959

Latvia Gaspe Álvarez

Algunos quieren hacer ver que Fulgencio Batista no sabía que en su gobierno – 1952-1958 - se estaba asesinando a mansalva a la juventud cubana, ni conocía de las vinculaciones de la mafia estadounidense con sus funcionarios; que Carlos Prío no estuvo involucrado con la droga, el robo y la deshonestidad presente en su mandato; o que el Doctor Ramón Grau San Martín era tan honrado que no tuvo responsabilidad con la vergonzosa y generalizada  corrupción administrativa que caracterizó su gestión de 1944 a 1948, ni con el desarrollo y florecimiento del gansterismo, ejemplarizado con los crímenes del reparto Orfila.
También se trata de minimizar la obra de la revolución y de hacer ver que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, como el libro sobre la Historia de Cuba de Uva de Aragón – Profesora de la Universidad Internacional de la Florida - , donde relata que en la década del 50 el país estaba poblado de televisores, Cadillacs, no había hambre y casi no existía el analfabetismo, rememorando sus noches en Tropicana, sus visitas al Vedado Tennis y a la tienda El Encanto. En fin, un panorama totalmente tergiversado y desmentido por Fidel Castro en su alegato al juicio del Moncada conocido como La Historia me Absolverá.

La mayoría de los que se entregan a este esfuerzo suelen ser afligidos encubiertos que a nuestro lado hacen uso de la historia para sus velados fines, o adversos  declarados cuya nostalgia del pasado es tan fuerte que les hace cambiar las realidades e imitando a la corriente del Golfo impulsan desde el norte sus ímpetus académicos para tratar de enfriar este archipiélago. Sin embargo, sus caminos finalmente se encuentran al tratar de levantar a contrapelo de la realidad una placentera república habitada por idílicas figuras gubernamentales,negando sin escrúpulos todo lo que vivó y sufrió la mayor parte de este pueblo, que lo impulsó a comprometerse con un proceso revolucionario como el nuestro.
Por lo común, el mecanismo que utilizan es burdo. Omitiendo los esfuerzos historiográficos que se han hecho hasta el momento sobre la etapa, ignoran, ocultan o tergiversan hechos, hacen lecturas triviales de documentos, acontecimientos o figuras, apartándolos de su entorno y exaltando sólo aquellos rasgos que sirvan a sus intereses y para finalizar, los edulcoran con lecciones mediocres de moralidad o profesionalidad. Desconocen que la dosis de justicia que puede corresponderle al historiador, es la de explicar con la mayor honradez y veracidad posible su objeto y que la historia es un “profundo y trascendental esfuerzo de comprensión del papel de los hombres en el tiempo” como lo han demostrado muchos de nuestros más consagrados académicos.
Acabo de leer un libro valioso, necesario y bien fundamentado del Doctor en Ciencias Históricas Humberto Vázquez García sobre la administración de Ramón Grau San Martín en la década del 40. El Gobierno de la Kubanidad constituye un gran esfuerzo de síntesis sobre esta etapa aún reciente de nuestra historia, en la que el autor explica el mito de Grau como “redentor del pueblo cubano y la enorme popularidad que alcanzó en el país”, además de demostrar cómo la gran esperanza que significó para el pueblo su exaltación a la presidencia en 1944, devino una de las mayores frustraciones de nuestra historia.
Su lectura pone en evidencia los atributos de una personalidad que hizo a sus contemporáneos tildarlo de “Equilibrista”, por sus posiciones intermedias entre la reacción y la revolución, de “Divino Galimatías”, por sus expresiones  cantinflescas en el tratamiento de los problemas, o de “Falso Profeta” cuando se hicieron evidentes  sus brumas. Sin embargo, Grau fue sin lugar a dudas una figura política singular. Resulta difícil entender cómo el hombre que capitalizó el impulso de  grandes núcleos revolucionarios de la oposición a Machado y que dirigió, estimulado por Antonio Guiteras, el único gobierno de aquella República que se atrevió a desafiar abiertamente al imperialismo yanqui, fuera el mismo que presidiera en la década del 40 uno de los gobiernos más corruptos que recuerda nuestro pueblo.
El libro de Vázquez García puede ayudarnos a comprender con profundidad tal paradoja. Sin embargo hubo una realidad que resulta imposible de negar, la responsabilidad y complicidad del Primer Mandatario con la impunidad, la corrupción, el gansterismo y la masacre, al proteger y respaldar desde el poder a los más connotados representantes de estas lacras que resultaron ser sus más allegados colaboradores.

El caso de José Manuel Alemán, alias El Bicho, fue el más sonado y escandaloso.  Figura que hizo carrera a la sombra de su padre el General mambí José Braulio Alemán, fue Secretario de Instrucción Pública en el gobierno de Machado y posteriormente se afilió al ABC para conservar su puesto; en el gobierno de Batista - de 1940 a 1944-  se convirtió en la eminencia gris de Anselmo Alliegro, Ministro de Educación, gracias a los fraudes y robos que cometió a cuenta del famoso inciso K . Tras el triunfo de Grau se pasó al autenticismo y se hizo favorito de palacio, en especial de la Primera Dama, Paulina Alsina de Grau.
Era conocido por todos en la época, que Paulina se beneficiaba de los negocios sucios de Alemán y de Florentino Martínez. El hermano del ex jefe del Servicio Secreto del Palacio Presidencial Armando Enríquez Rávena, comentó años después ante el órgano de Instrucción de la Seguridad del Estado  el modus operandi.
El Ministro de Educación Alemán lo utilizaba para enviarle mensualmente a la Primera Dama unos 300 000 pesos en efectivo por concepto de botellas y más de un millón todos los fines de año. Por su parte, Florentino Martínez le remitía cada semana entre ochenta y cien mil pesos mientras estuvo frente a la Renta de la Lotería, cuando pasó al Ministerio de Hacienda, la cifra oscilaba entre cincuenta y ochenta mil, sin contar los regalos de fin de año que ascendían a más de medio millón. Todo este “negocio” le permitió a  Enríquez hacerse de una fortuna que, al finalizar el gobierno de la cubanidad, era superior a los cuatro millones de pesos, por lo cual –según su cálculo- la amasada por Paulina debió ser superior a los veinte millones.
El Congreso de la República hizo varios intentos por pedir explicaciones de sus actos a los Ministros que se sospechaba defraudaban al Estado. El 29 de octubre de 1946, Florentino Martínez tuvo que responder a la interpelación del Senado por sus turbios manejos en la Lotería y en los fondos del Ministerio de Hacienda destinados a obras públicas y el 20 de noviembre de ese año, tocaba el turno al corrupto José Manuel Alemán, pero esta no llegó a discutirse ese día porque algunos funcionarios y empleados cercanos del Ministro, concurrieron al Capitolio armados de ametralladoras y pistolas. Días después, la cúpula del Partido Republicano - coaligada en el poder con el Partido Auténtico - se puso de acuerdo con Grau y le garantizó que sus senadores no apoyarían la moción contra Alemán. Fue así que el 3 de diciembre de 1946 esta iniciativa fue rechazada por 22 votos contra 19.
Cuatro meses más tarde, el clamor popular contra los desfalcos del Ministro Alemán y el de Comercio, César Casas, se hizo tan generalizado que los partidos políticos, por diferentes razones, hicieron suyo el reclamo. El 7 de abril de 1947 el Senado votó a favor de dos mociones presentadas interpelando a ambos funcionarios. El 21 de abril grupos gansteriles del Ministerio de Educación la emprendieron a tiros contra el local del Senado.
Ante la no presentación de César Casas al Congreso y la segura ausencia de José Manuel Alemán, Eduardo Chibás y otros senadores presentaron otra moción firmada por la mayoría, de condena al Gobierno y de desconfianza contra todo el Gabinete de Grau San Martín, cuya dimisión se demandaba en un plazo de 48 horas; pero esta no llegó a discutirse. Una jugada de Grau lo impidió, el 30 de abril de 1947 -fecha indicada para que Alemán se presentase ante el Senado-, el Consejo de Ministros renunció en pleno, tras lo cual el Presidente designó como titulares a los subsecretarios de cada departamento. La renuncia del gobierno fue una argucia política y constitucional del alto mandatario para impedir que se ventilaran públicamente las acusaciones contra sus ministros más cuestionados y contra su propia actuación como presidente.Sus maniobras posteriores lo delatarían. Utilizando un subterfugio constitucional, Grau se propuso reincorporar a sus carteras a algunos de los dimitentes y en fecha tan temprana como el 5 de mayo de 1947, comenzó el rescate de sus colaboradores predilectos, nombrando de nuevo el 17 de junioa José Manuel Alemán como Ministro de Educación.
El 1 de octubre de 1947 el Senado aprobó por 31 votos contra 12 una moción de desconfianza contra el Ministro de Educación Alemán, pero esa noche  presentó su renuncia a Ramón Grau San Martín, quien lo nombró inmediatamente Ministro sin Cartera denotando su desprecio por la voluntad parlamentaria y popular. Para levantar la imagen de Alemán las huestes del BAGA  convocaron a un acto público el 9 de octubre para homenajearlo, los estudiantes se lanzaron a la calle en protesta y fue muerto el joven de 24 años Carlos Martínez Junco. Finalizado el acto,  los principales asistentes fueron invitados por Grau al Palacio Presidencial donde en su elogio calificó a Alemán como colaborador probo, eficiente y abnegado.
La Causa 82, abierta por el Senador Pelayo Cuervo en 1949, explicaba  que el monto total de las defraudaciones hechas al Estado por el gobierno sumaban un total de 174 millones 241 840, 14 pesos y  culpaba a José Manuel Alemán como el principal estafador y a Grau San Martín como el máximo responsable.
Varias denuncias, investigaciones y nuevas pruebas vieron la luz a raíz de esta acusación. Ramón Grau San Martín confesó que hizo uso de los fondos del Estado para la campaña electoral de Prío Socarrás: “Me siento responsable de la elección de Prío (…) y no declino la responsabilidad de lo que hubo de realizarse, aun en detrimento de la Hacienda Pública, para que Prío fuera elegido, porque Prío es el continuador de la idea política del autenticismo” .
José Manuel Alemán pregonó, en una entrevista a Mario Kuchilán, el  ser el único que sabía cómo utilizar el inciso K, “(…) Yo he sido Ministro de Educación por arriba, por abajo, por detrás y por delante…Cuando no lo era nominalmente actuaba igual, y todo lo que se hizo, se hizo de acuerdo con mis instrucciones y yo le aseguro que en forma muy legal… Se me acusa, y sin embargo no hay un solo papel firmado por mí. Cuando era ministro delegué las facultades en el Subsecretario, de manera que no hay por dónde cogerme (…)” 
Un reportaje de Bohemia, reveló que de simple funcionario del Ministerio de Educación, Alemán se hizo en pocos años de las siguientes propiedades: Il Mio Castello, su fastuosa residencia en Miami Beach; la Ansan Corporation, una sociedad poseedora de numerosos edificios de apartamentos y hoteles en la Florida, así como el Stadium de Miami y el Cayo Byscaine, cercano a esa ciudad; La Canoga, una empresa inmobiliaria con varias propiedades en la Florida; la línea Cuba Aeropostal; una compañía urbanizadora con grandes extensiones de terreno en lo que sería el reparto Bahía, al Este de La Habana; el Central Portugalete; varias fincas de cultivo en la antigua  provincia de Pinar del Río y en las proximidades de Güines; el Club Marianao de la Liga Profesional de Beisbol de Cuba; una residencia en el reparto Kholy de La Habana y la finca América en Calabazar.

Dentro del sin número de balances que se hicieron en la época sobre el gobierno de Grau, el de Jorge Mañach resumió el sentir de su generación:
“ (…) Toda esa venalidad increíble, cuyos resortes maestros el comentario público sitúa muy cerca del Presidente; toda esa incuria hacia los menesteres esenciales de la Nación (…) toda esa indiferencia criminal hacia una gran oportunidad histórica de echar a Cuba hacia adelante; todo ese abandono de autoridad con que Grau se hizo tolerar por los suyos una avidez morbosa de poderes decisivos y un providencialismo espurio; toda esa anarquía presidida de discursos caóticos y de maquiavelismos melifluos; toda esa demagogia a costa del trabajo responsable; todo el descoco de los trueques y la frivolidad inaudita de la invasión a Santo Domingo, todo ese concurso de favoritismos y de inepcias, todo lo que la nación ha perdido durante estos cuatro años en tono general de decoro --¡Eso es lo que no le podemos perdonar al Doctor Grau San Martín!.
A lo que Eduardo Chibás adicionó: “El Dr. Grau San Martín por quien nos jugamos muchas veces la vida, nos ha engañado inicuamente (…). Creíamos que era el apóstol de la revolución cubana y resultó el apóstol de la simulación, del robo y de la bolsa negra”.
El libro de Humberto Vázquez resulta una herramienta crucial para conocer con franqueza esta etapa en la vida de nuestro país, aunque algunos se empeñen en tratar de “limpiar” a los que quedaron estigmatizados por el propio curso de la historia. (Tomado de CubaSí)

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