Alfredo Serrano Mancilla*
La jornada electoral en Honduras supuso un capítulo más de manual, de siglo XXI, en América Latina. Todo comenzó con la apertura oficial del Tribunal Supremo Electoral (TSE), y a partir de ese instante, los hechos y actores se iban sucediendo, con máxima precisión, en una suerte de crónica de una muerte –electoral– anunciada. El relato en secuencias, a modo de película de Costa Gavras, fue como sigue:
Toma 1: se abre el telón con una doble participación de la embajadora de EE.UU. en Honduras, Lisa Kubiske; a primera hora, llamando a votar, y a última hora, en calidad de observadora, destacando que el ambiente electoral ha sido cívico y de tranquilidad.
Toma 2: finaliza horario de votar, y el TSE solicita que nadie haga público ningún dato sobre encuestas a pie de urna.
Toma 3: momento new age para que las redes sociales comiencen a actuar echando a rodar el rumor que proclama presidente al candidato conservador del Partido Nacional, Juan Orlando Hernández.
Toma 4: tras haber sido levantada la veda electoral por el TSE, se desata la ofensiva mediática, y la prensa hegemónica confirma sin rigor que gana el candidato conservador. Solamente Radio Globo afirma que Xiomara Castro es la ganadora de las elecciones.
Toma 5: primera declaración –precipitada– justamente de la candidata progresista, para responder a dicho poder mediático: “Según nuestros datos, hemos ganado las elecciones”.
Toma 6: frente a este inconveniente, y ciertamente nervioso, el TSE otorga los primeros datos oficiales: con el 24 por ciento escrutado, Hernández gana por casi 7 puntos (muy contrario a lo que pronosticaban la mayoría de las encuestas).
Toma 7: llegan las primeras felicitaciones para el candidato del Partido Nacional; primero Martinelli –presidente de Panamá– y luego, el omnipresente asesor de Capriles y Santos, J. J. Rendón. En esta misma secuencia, Hernández interrumpe su primera alocución pública porque es sorprendido –en vivo– por la llamada del presidente colombiano Santos. La democracia del 24 por ciento sale a relucir.
Toma 8: como es habitual, CNN confirma que el nuevo presidente hondureño es el candidato conservador.
Toma 9: no puede faltar el otro aliado; observadores de la Unión Europea informan que las elecciones fueron pacíficas y transparentes.
Toma 10: el TSE confirma sus datos con casi 54 por ciento escrutado y amenaza con que las fuerzas de seguridad afrontarán cualquier intento de desestabilización que no respete sus resultados.
Toma 11: los empresarios hondureños se pronuncian pidiendo vía Twitter a los políticos que respeten los resultados electorales.
Toma 12: ¿quién falta en este entierro? Sí, la Iglesia. Sin hacerse esperar, entrega un informe de fe democrática al TSE, en el que refrenda que la jornada electoral discurrió en un orden perfecto.
Toma 13: el Partido Libre confirma que el 20 por ciento de las actas poseen inconsistencias, irregularidades, y manipulación, y por ende, habla por primera vez de fraude electoral. Telesur nos acerca esta información.
Toma 14: a modo de cierre de este manual procedimental del siglo XXI en América latina, la embajadora de Estados Unidos sentencia en su tercera comparecencia del día que “todo ha ido muy bien y espero que se respeten los resultados”.
Pueden llamarle como quieran, pero este día electoral, unido al terreno abonado en las semanas previas, constituye un manual déjà vu, en el siglo XXI, en Honduras. Días después de que el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, dijera que se acabó la Doctrina Monroe en América latina, sucede toda esta obra teatral, con todos sus actores y actrices: órgano electoral constituido, embajada de Estados Unidos, apoyo de la Unión Europea, la prensa dominante nacional, CNN como exponente de prensa internacional, el bipartidismo político, las fuerzas militares de seguridad, los empresarios, y la Iglesia. Amén. (Tomado de Página/12)
(*) Doctor en Economía, Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítico (Celag).
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