Jean-Guy Allard
Guerra contra el terrorismo, lucha contra el narcotráfico, ayuda humanitaria, cooperación militar: todos los pretextos usados por el Comando Sur norteamericano para reforzar su presencia a lo largo de América Latina se cayeron de un solo golpe, cuando el General John Kelly, ante el Congreso de EEUU, agredió a la nación de Hugo Chávez al contribuir groseramente a la campaña internacional de desinformación contra Venezuela con mentiras entre las más virulentas oídas en esta presunta “crisis”.
En una reciente intervención ante el Congreso -reportada repetidamente, con una evidente satisfacción, por la “Voz de América” (VOA), la radio de propaganda del gobierno norteamericano-, Kelly fue hasta hablar del “abismo” frente el cual se encontraba la nación sudamericana. Insistió que Venezuela se hallaba al borde de una verdadera catástrofe “en términos económicos y de democracia”.
Con la complicidad de las agencias internacionales de prensa que retomaron sus declaraciones como palabra de Evangelio, y apoyándose sobre el pretendido prestigio del uniforme de US Marine que viste, el veterano oficial alineó una larga serie de “observaciones” que, al analizarse con minucia, se revelan pura ciencia ficción para consumo de clientes de MacDonald’s.
Interrogado sobre la eventualidad de que EEUU imponga sanciones “a militares implicados en violaciones de derechos humanos en ese país” (sic), Kelly señaló que “mientras más se pueda restringir su libertad de movimiento o sus cuentas bancarias” más podría influirse en la manera en que ellos enfoquen el futuro de Venezuela.
VERDUGO EN JEFE DEL CAMPO DE GUANTANAMO
Mientras hablaba de derechos humanos, el alto oficial del Pentágono omitió recordar que es el más alto responsable del campo de concentración de Guantánamo –en territorio cubano ilegalmente ocupado– la siniestra instalación donde se mantiene presos en condiciones infrahumanas desde años, torturando, llevando al suicidio, y últimamente, sometiendo a una alimentación forzada a decenas de “sospechosos” nunca condenados por un tribunal de justicia.
En sus numerosos recorridos por América Latina –ampliamente publicitados por las distintas embajadas yanquis–, John Kelly no deja de elogiar la supuesta “misión” del Comando Sur que dirige. Constantemente repite ante la prensa que “la principal prioridad” de sus tropas es “la lucha contra el narcotráfico”, una tarea que se reveló en el curso de los años un inmenso fracaso en un continente donde la actividad criminal no deja de extenderse.
En varios países, subsidia cuerpos de policía represivos bajo pretextos humanitarios de ayuda a la reinserción social, distribuyendo equipos, vehículos de todo tipo y potentes armas cuando no recorre en nombre de la cooperación militar las naciones del continente, donde exhibe o disimula su personal y sus instalaciones.
¿SE RECORDARÁ DE ZORIAH MILLER?
El pasado de John Kelly y su ascensión en la jerarquía militar imperial revela, sin embargo, a un hombre deprovisto de escrúpulos humanitarios, lo que lo llevó a ejecutar las tareas más sangrientas en nombre del poder imperial.
Kelly fue oficial de combate en Bagdad y Tikrit en 2003 y luego en Fallouja en 2004, sitios donde se “distinguió” por su eficiencia letal.
En 2009, Kelly alcanzó el tope de sus aventuras de asesino de élite cuando dirigió las operaciones de 25 000 soldados norteamericanos en Irak en medio de amplias misiones de “limpieza” que dejaban sobre el terreno a decenas de víctimas civiles de todas las edades.
Un incidente confirma el carácter sucio de su trabajo de sicario jefe del Nobel de la Paz en el mundo árabe. El 26 de junio de ese año, Zoriah Miller, una fotógrafa freelance, tomó imágenes de marines muertos en un ataque suicida y las puso en su sitio de Internet.
Informado, Kelly ordenó prohibirle todo acceso a las zonas del territorio iraquí ocupadas por sus tropas y luego pidió al Pentágono que fuese excluída de todas las instalaciones militares norteamericanas en el mundo.
En recompensa por su fanatismo integral, Kelly se desempeñó a partir de 2011 como asesor militar superior en la Secretaría de Defensa, antes de verse promovido al puesto de jefe del Comando Sur, responsable de la presencia militar norteamericana en América Latina y el Caribe, con base en Miami.
“LOS TENEMOS VIGILADOS”
Cuentista profesional además de matón uniformado, a Kelly le encanta su tarea propagandística al referirse a la supuesta “presencia iraní en Latinoamérica”, un plato que sus compatriotas –en sus rachas anti islámicas – se tragan con delicia.
El general observa por supuesto a iraníes, “especialmente en países como Venezuela”, aunque confiesa que “no representan una amenaza real”.
“Pero los tenemos vigilados”, agrega con fervor en una cándida admisión del trabajo de injerencia y de espionaje desarrollado en territorio venezolano por su gente.
Kelly es el promotor del concepto descabellado de la presencia de personas vinculadas con la milicia chií libanesa de Hizbolá que, naturalmente, actúan en Venezuela, Argentina, Brasil y “la frontera con Paraguay” (sic).
Cuando no se dedica a la injerencia, Kelly disfruta en Coral Gables (Miami), de una mansión llamada Casa Sur cuyo alquiler anual cuesta 160 000 dólares y aún mucho más si se suman los montos de salarios del personal y abastecimiento.
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