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lunes, 11 de agosto de 2014

La crucifixión de Pe

Penélope Cruz, “tonta de la semana” en la Fox por desaprobar el genocidio israelí en Gaza.
Julio Martínez Molina

La actriz Penélope Cruz tuvo el decoro cívico y la urgencia moral de firmar, junto a otros cien artistas españoles, un manifiesto en contra del genocidio israelí en Gaza, aupado por el imperio norteamericano. Entre los signantes también figuró su esposo, Javier Bardem, de largo historial en contra de injusticias semejantes.
Pero la Pe -así le llaman sus admiradores y en los medios-, no sabía en que se estaba metiendo y tuvo que “tocar el tres” de inmediato en Twitter, defendiéndose con un “no soy experta en la cuestión”.
Quizá ella no supiera que el tema es tabú ya incluso antes de que su colega británica Vanessa Redgrave aprovechara la ocasión, al recibir un Oscar en 1978 por su intervención en Julia, para censurar a los sionistas que arremetían contra su simpatía hacia la causa palestina.

Por su reciente rúbrica al pie del documento, a la chica Almodóvar la desollaron viva en ciertos podios de EEUU, “el país que le da comer y al cual le debe el éxito”, en arteras palabras del actor estadounidense de origen eslovaco-alemán John Voigth, en alza ahora por su papel en la serie Ray Donovan (Showtime), cuya segunda temporada está al aire.
Tanto el citado padre de Angelina Jolie -como diversas voces de perfil medio en la industria- emplearon, además, la estocada preferida en estos casos: tildar a Pe, los signatarios y España toda como “un puñado de antisemitas”, porque impugnan el derecho de los castigados judíos del Holocausto a hacer valer sus derechos en “la tierra prometida”.
El primero en desaprobar tal criterio sería el mismo Dios, quien vería con desprecio u horror cómo los descendientes de Abraham lo malinterpretaron todo y convirtieron el crimen en una forma de vida…, pero en fin, el parecer de marras fue emitido en EEUU: el aliado número 1 de Israel y el país donde “la libertad de expresión” se expresa en la mentira abierta o la confusión rampante.
Volviendo a las injurias, un popular programa de la ultraderechista cadena televisiva Fox calificó a la intérprete de Volver como “la tonta de la semana”, en razón de su presunta “ignorancia” sobre el político, y siempre politizado, tema.
“Cualquiera que diga que Israel es genocida en vez de que se está protegiendo o es la gente más ignorante sobre la situación y no deberían hacer comentarios, o son verdaderamente antisemitas”, expresó por su lado un consejero delegado del sello hollywoodense Relativity Media.
Ahora los artistas españoles saben que hay manifiestos y manifiestos. No es lo mismo opinar sobre cualquier hecho “políticamente correcto”, que criticar a “la nueva y repugnante forma de fascismo” (para decirlo con las palabras de Fidel en su artículo Holocausto palestino en Gaza, Granma, 5 de agosto) impuesta por el hijo pródigo de Washington en el Medio Oriente.
La Operación Borde Protector, capítulo de turno de la eterna masacre israelita en Palestina, deja ya desde su inicio el 8 de julio hasta la fecha un saldo macabro de alrededor de dos mil muertos entre los atacados; así como la ya débil infraestructura de Gaza en estado de plena devastación.
Como recuerda Noam Chomsky en su artículo Pesadilla en Gaza (La Jornada, 3 de agosto), “no hay lugar en la prisión de Gaza que esté a buen resguardo del sadismo israelí, que puede incluso exceder los execrables crímenes de la operación Plomo Fundido de 2008-09. Las terribles revelaciones suscitaron la reacción acostumbrada del presidente más moral del mundo, Barack Obama: gran simpatía por los israelíes, acerba condena de Hamás y llamados a la moderación a ambas partes”. 
“¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza?”, se preguntaba Eduardo Galeano en el artículo Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa (El Correo, 5 de agosto).
Y él mismo se respondía: “El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos? El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo, sabe a quién mata. No mata por error. Mata por horror. Las víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el diccionario de otras guerras imperiales”.
Pero poco de lo anterior es difundido en los grandes medios norteamericanos, y no muchos nombres de la industria audiovisual se atreven a cuestionar a Israel. Lo anterior no es debido solo al extraordinario poder del lobby sionista en el Capitolio; sino además a la fuerza económica de primer orden que significa la presencia judía en la red corporativa de la nación y en especial en Hollywood.
No en balde las grandes figuras, los todopoderosos de La Meca, permanecen callados. Ni apoyan ni repudian el genocidio israelí en Gaza. Es como si no estuviera ocurriendo. Para comprender bien lo anterior es bueno tener en cuenta lo fundamentado por el columnista norteamericano David Brooks en su artículo En Hollywood importa más el business que hablar de guerra (La Jornada, 8 de agosto):
“La supresión de la libertad de expresión en Hollywood no es algo nuevo. Vale recordar que uno de sus íconos, Charlie Chaplin, fue expulsado por sus opiniones políticas durante el macartismo. Cuando se enteró de que le habían revocado su visa estadunidense cuando viajaba a Europa en el Queen Elizabeth, comentó: regresar o no a ese país infeliz no tendría gran consecuencia para mí. Me hubiera gustado poder decirles que mientras más rápido me deshiciera de ese clima rodeado de odio, mejor; que estaba harto de los insultos y la pomposidad moral de Estados Unidos”.

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