Patricio Montesinos
Hace pocos días escribí que Latinoamérica deberá estar en “alerta máxima permanente” ante los tornados belicosos de Estados Unidos en el mundo, los cuales pueden replicarse malintencionadamente en la Patria Grande para dividirla, cuando predominan fuertes brisas de integración y armonía en esta región.
En el artículo subrayé que nunca antes el territorio que se extiende desde el Río Bravo hasta la Patagonia había sido declarado Zona de Paz, como ocurrió en la última Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada en enero de este año en La Habana, Cuba, ni se habló con tanta convicción de la imprescindible unidad entre sus pueblos, posiciones reiteradas actualmente en los países que la conforman.
Señalé que ello molesta mucho a Washington, cuya administración del presidente Barack Obama, no descansa en tratar de evitar la definitiva integración de la Patria Grande, y para ese propósito emplea todos los métodos de subversión posibles, además de alentar la violencia y la división, exacerbando viejos diferendos limítrofes, heredados del colonialismo.
Precisamente, el gobierno legítimo del presidente Nicolás Maduro denunció hace pocas horas que el exmandatario colombiano Álvaro Uribe, acusado de paramilitarismo y narcotráfico en su país, coordina y asesora complots terroristas contra Venezuela, e incluso Caracas hizo público un video en el que jóvenes expulsados por las autoridades de Bogotá se refieren a la organización de esas acciones sangrientas.
Por su parte, el mandatario de Ecuador, Rafael Correa, expresó que es evidente existe un plan desestabilizador continental, tras los incidentes violentos con la policía protagonizados este miércoles por opositores en Quito.
Coincidentemente, en las últimas semanas se han escenificado varios atentados terroristas con explosivos en Chile, detrás de los cuales están implicados sectores pinochetistas, a juicio de diferentes fuentes.
Otras naciones como Bolivia, Brasil y Uruguay, donde próximamente se celebrarán elecciones, son blancos constantes de severas campañas mediáticas dirigidas a intentar impedir los casi seguros triunfos de los candidatos de izquierda Evo Morales, Dilma Rousseff y José Mujica, respectivamente, mientras Argentina no ha dejado de ser agredida por los Fondos Buitre de Estados Unidos.
Es sintomático que Washington haya incluido a Bolivia, Venezuela, Ecuador, El Salvador, y Nicaragua en su ilegal lista negra de países que no cumplen “sus compromisos en la lucha contra el narcotráfico”, y a Cuba, como siempre, en la de “patrocinadores del terrorismo”, al tiempo que le arrecia el bloqueo a la Isla caribeña.
“Casualmente” esas naciones son gobernadas por líderes progresistas, quienes no se subordinan a las órdenes de la Casa Blanca, y defienden a ultranza la soberanía e independencia de sus pueblos, y la integración de la Patria Grande.
Para ejecutar el plan de desestabilización continental “Made in USA”, denunciado por Correa, Washington utiliza a sus afamados jinetes de la subversión, el crimen y la corrupción para Latinoamérica, encabezados por Uribe, el criminal de guerra español José María Aznar, y los también expresidentes Vicente Fox, de México; Óscar Arias, de Costa Rica; Alan García, de Perú; Ricardo Martinelli, de Panamá; Francisco Flores, de El Salvador; y el opositor venezolano Henrique Capriles.
Todos ellos parecen haber sido clonados: Son hienas falderas de la Casa Blanca, corruptos hasta los dientes, vinculados al narcotráfico, implicados en guerras promovidas por Washington, y acusados de asesinatos.
Asimismo, en sus lugares de origen tienen cuentas pendientes con la justicia, mientras el régimen norteamericano trata de protegerlos como hace con tantos terroristas, como Luis Posada Carriles.
Insisto entonces, como escribí en un anterior artículo, que la Patria Grande debe mantenerse en “alerta naranja”, y especialmente unida, para hacer frente a los turbulentos planes de desestabilización de Estados Unidos para esta región.
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