Wilkie Delgado Correa
Todo lo que digan, mentiras grandes y pequeñas, no engañará ni convencerá a nadie. Por eso, el fracaso definitivo del bloqueo algún día llegará: ¡ya lo verán!
El bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba se ha mantenido criminalmente durante cincuenta y cinco años. Durante este lapso ha causado sufrimientos infinitos al pueblo cubano, pues ya desde el año 1960 había sido calificado por funcionarios del gobierno norteamericano como “guerra económica”. Desde el punto de vista financiero ha provocado un daño equivalente a más de un billón de dólares, con afectaciones a todas las ramas de la economía y con repercusión negativa en todas las esferas sociales.
A causa de esta práctica genocida contra el pueblo cubano que involucra y afecta también a todas las naciones que sostienen relaciones con Cuba o la pretendan establecer, el gobierno norteamericano ha sido sancionado durante 21 años consecutivos en la Asamblea General de las Naciones Unidas, con una votación apabullante en los últimos años. Eso mismo ha sucedido, desde mucho antes, en múltiples foros de carácter internacional.
El bloqueo es, pues, un viejo problema de las relaciones de Estados Unidos con Cuba que hubo de heredar Obama y que en algún momento, al inicio de su primer mandato, se pensó que cambiaría dicha política inveterada y adoptaría medidas inteligentes para derogarlo parcial o totalmente. Sin embargo, durante su estancia en la Casa Blanca sólo ha establecido algunas medidas de flexibilización con carácter de afeites, mientras ha recrudecdo otras mucho más sensibles para Cuba en sus relaciones financieras con otros países. Son conocidas las sanciones millonarias a bancos y empresas de varios países por “violar las leyes del bloqueo contra Cuba”, ocurridas en fechas recientes, así como los procesos a personas naturales por supuestas infracciones de las leyes vigentes.
En varias ocasiones el tema del bloqueo ha estado en la agenda del Congreso de los Estados Unidos, al discutirse enmiendas introducidas por legisladores de esa nación, tratando de eliminar determinadas medidas establecidas por el complejo entramado que constituye el llamado idílico embargo, como lo califica el gobierno norteamericano, a pesar de tratarse, realmente, de un cruel y despiadado bloqueo a nivel planetario y un acto flagrante de genocidio según el derecho internacional.
La legislación más abarcadora del bloqueo es la Ley Helms-Burton, que se ha convertido en la práctica en una ley extraterritorial con alcance de intromisión, de sanción y de violación de los actos soberanos del comercio y de las relaciones comerciales de todos los países del mundo.
Esta ley fue promulgada por el Presidente William Clinton el 12 de marzo de 1996, en una decisión que fue inconsecuente por una serie de razones. Es una herencia que Obama, teniendo en cuenta intereses legítimos del pueblo norteamericano y el reclamo de la comunidad internacional, debió enfrentar de una manera realista a la luz de los tiempos nuevos. Lo justo y más conveniente para los intereses del pueblo norteamericano sería derogarla y, con ello, el bloqueo, pues ya se ha comprobado en Naciones Unidas que el mundo entero, representado por la mayoría absoluta de los Estados, reclaman el cese del bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba y, en cierta medida, contra cuantos países –representados en buques, empresas, bancos, etc.- mantengan relaciones comerciales con Cuba. De esas garras macabras no escapan ni los simples ciudadanos norteamericanos, impedidos de visitar Cuba o sometidos a condiciones vergonzosas y a procesos administrativos o judiciales.
El bloqueo y la ley Helms-Burton constituyen una vergüenza para el pueblo norteamericano y una ofensa y una afrenta para todas las naciones del mundo. Invitamos a cuantos lectores incrédulos existan en este mundo, a que procuren y lean de cabo a rabo esta ley. Verán así renacer dentro de sí mismos el sentimiento antimperialista más acendrado y firme. Su lectura completa y analítica puede convertir en antimperialista consecuente al más inocente y neutral ciudadano común de cualquier país. Por eso, uno se pregunta, con razón fundada, cómo fueron a la vez tan prepotentes como estúpidos para concebir, aprobar y poner en práctica un instrumento tan disparatado en lo político, en lo legal y en lo moral, que lo hace repudiable hasta por los propios países aliados de Estados Unidos.
¿Cómo es posible que Barack Obama, abanderado de cambios esenciales para la existencia del pueblo norteamericano, según anunciaba en sus inicios, que incluyen su moral y su prestigio, haya dejado intacta la aplicación de esa ley, e incluso haya acentuado algunos de sus aspectos, que, a la larga, es tan antinorteamericana como anticubana, como antinacionales son sus efectos sobre los otros países del mundo?
Esa herencia nefasta del bloqueo y de vigencia de la ley Helms-Burton, será una carga pesada para Obama y los Estados Unidos, y lo mejor sería quitarla de sus hombros y lanzarla al estercolero de la historia.
El reciente editorial del New York Times es suficientemente claro, según la óptica norteamericana, en argumentos y en recomendaciones de medidas que están dentro de las facultades presidenciales de Obama. No se puede olvidar que ya el antibloqueo del mundo ha amenazado con sepultar el bloqueo actual y a todos sus defensores, y ya lo ha logrado en el terreno que debe ser más sensible y apreciado para todo verdadero gobernante y para toda nación respetable: la moral de su actuación histórica.
La condena que reciben cada año en el seno de la Asamblea de la ONU los cubre de lodo y desprestigio. Este año la votación contra Estados Unidos aplastará a los representantes obtusos del imperio, que seguramente repetirán inmutables, que “el embargo es una medida de naturaleza bilateral”, sustentado en la supuesta acusación de que Cuba es un país que “apoya el terrorismo” y, por tanto, lo colocan en la espuria lista del Departamento de Estado. Tampoco faltarán las afirmaciones sobre que Estados Unidos es un significativo “socio comercial de Cuba”, y que este país debe cumplir determinados requisitos sobre democracia que han sido predeterminados desde “el Norte revuelto y brutal”, como lo calificara José Martí en su época.
Todo lo que digan, mentiras grandes y pequeñas, no engañará ni convencerá a nadie, y aunque persistan en ejercer con crueldad infinita el bloqueo contra la Cuba solidaria, esa actitud y acción irracionales les corroerá las entrañas y pondrán de manifiesto su sevicia imperial. El fardo pesado del bloqueo que EE.UU. se han echado a las espaldas para descargarlo como castigo contra Cuba, terminará por aplastar indefectiblemente la imagen que pretende mantener y exhibir ante el mundo. Por eso, el fracaso definitivo algún día llegará: ¡ya lo verán! (Tomado de Rebelión)
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