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domingo, 16 de noviembre de 2014

Elena Poniatowska: "México se está convirtiendo en un infierno"

La escritora Elena Poniatowska durante la presentación de su libro El niño estrellero, el pasado viernes 14 de noviembre en la Ciudad de México. /Foto: Berenice Bautista (AP)
A los 82 años, Elena Poniatowska mantiene intacta su capacidad de protesta y confiesa que le debe todo al periodismo. Habla de su país, México, convertido en un "infierno", del oficio de escribir, los escritores y amigos. Un testimonio que refleja las más íntimas convicciones de una mujer íntegra.
Galardonada en 2013 con el premio Cervantes, considerado el Nobel de las letras hispanas, este año la activista de izquierda es la figura principal del programa de autores iberoamericanos invitados a la Feria Internacional de Libro de Miami, que se inaugura hoy con la velada "Una noche con Poniatowska", donde la autora de La noche de Tlatelolco, el libro que la hizo célebre por el abordaje de la masacre en 1968 de al menos 44 estudiantes por militares en México, dijo que pensó que eso no podía volver a suceder.

"Yo estaba persuadida de que no habría otra masacre. Claro, que hay un país (en el que) es muy fácil, porque la muerte siempre anda muy cerca por la cantidad de armas", opinó al enumerar la "alta" corrupción gubernamental y "el abismo" entre las clases ricas y pobres como otros flagelos que impiden avanzar a México.
En un encuentro con periodistas, se explayó con emoción sobre el "terrible" drama de la desaparición en Iguala (Guerrero, sur del país) el 26 de septiembre pasado de 43 alumnos de la normal rural de Ayotzinapa, presumiblemente asesinados por miembros del grupo Guerreros Unidos, después de ser detenidos por policías corruptos y entregados al crimen organizado.
"Que 43 jóvenes sean asesinados en esa forma, no solo asesinados, fueron quemados en un basurero, como basura, como si fueran mierda, es una gran vergüenza, personalmente para mí y también para el país", dijo Poniatowska.
"Cómo el país va a enfrentar al mundo después de eso, porque nos recuerda a los campos de concentración, nos recuerda la Segunda Guerra Mundial, la eliminación de seres humanos", dijo la escritora, quien ha devenido en un auténtico mito viviente para muchos lectores y admiradores de su lucha desde joven contra un capitalismo sin trabas, el abuso de poder, la injusticia y la desigualdad social.
"Como madre, como ser humano, como mujer" dijo estar en contra del vandalismo durante las protestas, pero no deja de ver cierta justificación porque "en cierto momento la desesperación de la gente es enorme y la rabia es comprensible".
En un futuro "quisiera" escribir sobre el tema, pese a que en México suelen convertirla "en la viuda de todas las desgracias", contó la escritora, para quien en su país la "realidad es como de Shakespeare" y la tragedia está a la orden del día.
Su hondo sentido del respeto a la verdad y honradez intelectual le han granjeado no pocos ataques, y como mujer de ideas progresistas se autodefine una suerte de "Sancho Panza femenina", siempre defensora de los pobres y perdedores de América Latina.
Tal vez por eso confiese rotunda que de haber podido encarnarse en un personaje de la historia, le hubiera gustado hacerlo, asegura, en la figura de Juana de Arco.

LA GENTE POBRE CUENTA COSAS MÁS INTERESANTES

Hija de madre mexicana y padre aristócrata francés, Elena Poniatowska nació en París en 1932 como descendiente del último rey polaco. Allí en la Ciudad Luz recibió hasta los diez años una educación esmerada, rigurosa, una formación de la que guarda un recuerdo entrañable.
Fue su abuelo francés, autor de dos obras, y a quien contemplaba a diario en su despacho leyendo y escribiendo, quien despertó en ella el gusto por los libros y la literatura, por esa atmósfera "que giraba en torno a los numerosos volúmenes" ordenados en su biblioteca.
A los diez años emprende con su madre, María de los Dolores (Paula) Amor, y hermana, Sofía, un viaje a México y se instalan en el Distrito Federal, adonde poco después llegará su padre, el aristócrata Jean Joseph Evremond Sperry Poniatowski.
Confiesa que desde que llegó a México se interesó por los desposeídos, personajes recurrentes en su obra, porque contaban cosas más interesantes que los de su clase social.
"Lo que más me impresionó (al emigrar a México) fue ver a la gente descalza en la calle. Caminaban así para que no los vieras, para no estorbar (...) Se sentían que no eran nada ni nadie y eso me llamó muchísimo la atención y supongo que me ha de haber dolido", dijo la autora, que en 2001 mereció el premio Alfaguara de novela por La piel del cielo, y en 2007 el 'Rómulo Gallegos' por El tren pasa primero.
En sus amenas palabras, en las que intercala evocaciones, anécdotas y recuerdos de su larga y rica vida, no ahorra elogios para los escritores más destacados, muchos de los cuales conoció personalmente, como los premios Nobel Octavio Paz, de México; José Saramago, de Portugal; o Gabriel García Márquez, de Colombia.
De este último, fallecido en abril pasado, dijo que era una persona "sencilla" y "simpática", a la que nunca vio presumir.
Cronista impulsiva, de estilo directo, Poniatowska cuenta con cierto dejo de gozo en la voz que su rebeldía la llevó, en lugar de casarse con un príncipe (lo natural dada la clase social a la que pertenecía), a tomar la decisión de dedicarse al periodismo, profesión que comenzó a ejercer con verdadero fervor en 1953 entrevistando a personajes famosos para varios periódicos.
En determinado momento del encuentro, la escritora respondió amablemente varias preguntas a la agencia española EFE:

¿Qué ha significado el periodismo para usted?


Al periodismo le debo todo, porque fue mi escuela desde muy joven. Comencé a hacer entrevistas y fui aprendiendo todo. Tuve el privilegio de entrevistar a gente muy valiosa como Alfonso Reyes, Octavio Paz, Alejo Carpentier, Luis Buñuel... Ellos fueron mis maestros y con ellos entablé una relación que siguió después de las entrevistas.

¿Encuentra que el periodismos que se practica hoy en día es más complaciente con el poder?

No en México. La prueba es que es el país donde más periodistas han muerto por denunciar las cosas terribles que suceden en este mismo momento. Pero el periodista en América Latina está obligado a tener capacidad de protesta y de indignación.
Todo el mundo piensa que México se está convirtiendo en un infierno, que la mayoría de la gente no tiene recursos.

La injusticia y la desilusión son algunos de los problemas esenciales de su obra. ¿Hasta qué punto son una obsesión para usted?

Han sido parte de mi vida diaria. Apenas salgo ahora a la calle, pero está a la vista de todos: la injusticia, la desigualdad social, el precipicio entre una clase social y otra.

¿Y la masacre de estos estudiantes desaparecidos que quemaron con la ropa puesta y los enterraron?

La injusticia social durante tantos años en México culmina en actos como este que acaba de suceder con los 43 jóvenes normalistas desaparecidos.

¿Qué es lo que más le enoja?

Me enoja las muertes injustas, la desigualdad social, el que los políticos de mi país le pongan a uno en vergüenza. Soy una escritora honesta que ha sido tragada por una realidad terrible, la de mi país.

Octavio Paz, Carlos Fuentes, Jorge Volpi... ¿Con cuál se queda?

Me quedo con Octavio Paz, pero tengo muchísimo cariño por Jorge Volpi, porque su novela En busca de Klingsor (1999) es magnífica y fue uno de los primeros que escribió sobre la matanza estudiantil de Tlatelolco, en 1968. ¡Y qué voy a decir de Carlos Fuente!. Fue mi amigo y empezamos juntos.

¿Cuáles son los libros que han marcado su vida?

El primer libro que me marcó fue el de una escritora catalana, Mercé Rodoreda, que se titulaba La plaza del diamante, sobre la Guerra Civil Española, pero en la que no aparece ningún balazo ni bombardeo. Y, en cuanto a escritores, pues Juan Rulfo, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Julio Cortaza, Jorge Luis Borges. Los grandes escritores de Latinoamérica.

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