Oriol Sabata
Este domingo se cumplirán 25 años de la caída del Muro de Berlín. Anunciaba el politólogo neoconservador estadounidense Francis Fukuyama en 1992 que la caída de la URSS significaba el “Fin de la Historia”, la desaparición de la lucha de clases, de la confrontación de ideologías, dando paso a una especie de estadio final en el que la hegemonía capitalista se mantendría a lo largo de los tiempos.
Sin duda, muchos sabíamos que Fukuyama, quizás por euforia ‘hooligan’, quizás por ingenuidad, había errado por completo en su teoría. Hoy la realidad que vive Europa lo confirma y nos permite visualizar las trágicas consecuencias que ha tenido para la clase trabajadora del viejo continente el despliegue y la consolidación del capitalismo: guerras imperialistas de rapiña y saqueo en medio mundo, altos índices de desempleo, pobreza, desahucios, pérdida de derechos laborales y privatización gradual de la educación, la sanidad, las pensiones y el transporte público.
Estos últimos años, a raíz del estallido de la crisis sistémica en 2007-2008, algunos todavía daban por buena la llamada “democracia liberal” aludiendo al Estado del Bienestar, esa especie de capitalismo de “rostro humano”, benévolo, que al final resultó ser otra gran mentira y cuya fachada ya está siendo desmantelada por los propios ‘think tanks’ neocons.
Parece, entonces, que la clase trabajadora europea está comenzando a interiorizar que el capitalismo, además de ser un sistema criminal e injusto de puertas para afuera (guerras, esclavitud laboral…), también resulta ser incapaz de garantizar los derechos más fundamentales a su propio pueblo.
Este domingo se conmemorará la caída del muro de Berlín en un contexto político-social donde los datos objetivos y las luchas obreras y populares que se están articulando en el continente (también en otras partes del planeta. N del E) refutan por completo la tesis del Fin de la Historia: lo que Fukuyama jamás entendió es que hace 25 años se perdió una batalla importante, pero no la guerra, que la lucha de clases se encuentra más viva que nunca, pues fue y es el motor de la historia, la que la hace avanzar y la que desencadenará las futuras revoluciones que mandarán al capitalismo al vertedero de la historia.
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