Varios de los asesinos de la CIA en un cabaret en Ciudad de México en 1961. El primero de la izquierda es Félix Rodriguez, hoy un conocido líder de la mafia cubanoamericana. |
Luis Ortega, un renombrado periodista cubano que desde 1959 se radicó en Estados Unidos afirmaba que: “Casi siempre que ocurría una canallada en algún lugar del mundo, era probable que hubiera un cubano de Miami involucrado”. Así ocurrió con el asesinato del presidente John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963 en Dallas, Texas.
Apenas habían transcurrido una horas cuando se supo que el principal sospechoso: Lee Harvey Oswald, había vivido en la Unión Soviética, visitado la embajada cubana y se le mencionaba como un simpatizante de Fidel Castro. No hacía falta más para urdir la trama de que Cuba estaba detrás del crimen. Como mismo ocurrió con Watergate, el asesinato de Letelier y otros hechos. No era Cuba, eran los cubanos de Miami que no es lo mismo.
Inmediatamente después del asesinato, Lyndon B. Jonson ordenó la creación de una comisión que fue llamada Comisión Warren. En términos generales, el reporte de la Comisión, contenía tantas contradicciones, negligencias investigativas y pasajes nebulosos que el público en general se mostró escéptico cuando la misma llegó a la conclusión que Oswald había sido un solitario, frustrado y confundido, que un día decidió cometer el terrible magnicidio.
El descrédito de la Comisión fue creciendo con los años, no sólo por la simpleza de su conclusión, sino porque analistas y periodistas se dieron a la tarea de leer las 889 páginas del Reporte y los 26 volúmenes de evidencia, percatándose de sus incongruencias.
Supuestamente Oswald disparó desde el sexto piso de la Compañía de Depósitos de Libros Escolares de Texas (Texas School Book Depository Company). A las pocas hora mató un policía que intentó destenerlo por sospecha y al rato fue cercado y detenido en un teatro de Dallas.
Oswald había conseguido el empleo a través de Ruth Paine, en cuya casa vivía su madre Marguerite Oswald y en cuyo garaje había guardado el fusil utilizado en el asesinato. El esposo de Ruth era un contratista gubernamental de “alta confianza” con un código de acceso a áreas sensibles del Estado.
Ruth Paine nunca fue interrogada respecto a Oswald, ni tampoco su esposo.
Los primeros reportes lo implicaban como agente de Cuba o la KGB.
La CIA, tuvo que disculparse más tarde ante la Comisión porque la foto mostrando a Oswald entrando a la Embajada cubana no era la de su persona y una supuesta grabación no existía.
El 1ro de febrero de 1964 el super espía Maurice Bishop le dice al anticastrista Veciana, fundador de Alpha 66 por sugerencia del propio Bishop, que le ofreciera una suma considerable de dinero a un primo de Veciana que trabajaba en la Embajada cubana en México, si declaraba que Oswald había visitado dicha sede diplomática.
Existió un marcado interés por involucrar a Cuba en el asesinato. Alguien quería buscar un culpable para no ser investigado y mucho menos incriminado.
A mediados del setenta se crea el Church Commitee (por el Senador Frank Church) para investigar violaciones, indisciplinas y sobre todo, conductas paralelas a las políticas de Estado de la CIA, la Inteligencia Militar y el Consejo de Seguridad Nacional. Al Congreso habían llegado informaciones acusando al FBI de amedrentar a grupos políticos disidentes y que los organismos de inteligencia husmeaban en asuntos domésticos, lo cual está prohibido constitucionalmente.
El Senador Richard Schneider quien trabajaba para el Church Comité (del Senador Frank Church) creó un subcomité cuando descubrió las irregularidades de los servicios de inteligencia, al conocer que estos “organizaban asesinatos de dirigentes de gobierno y conspiraban para derrotarlos”. Fue más alarmante aún cuando supo que al antiguo Director de la CIA, Allen Dulles le había ocultado a la Comisión Warren sus planes de asesinatos contra Fidel Castro.
El encubrimiento de las actividades contra Cuba, aún después de ser suspendidas por el Presidente Kennedy, es la única explicación de las interferencias a los esfuerzos investigativos. Para el Senador Schneider todos los caminos conducían a Miami.
Schweider decidió entonces contratar personalmente a Gaeton Fonzi, porque todas las pistas indicaban una conexión muy estrecha entre Oswald, dicha agencia de inteligencia y las actividades anticastristas.
La participación de la Mafia en el asesinato, que desde el comienzo fue una sospecha de las Comisiones, también resultó corroborada, porque los cubanos anticastristas y en especial la CIA, tenían estrechos vínculos con Frank Sturgis, Santos Traficante, Rosselli, Sam Giancana y otros.
Los cubanos anticastristas de Miami se convierten en un punto intermedio entre la Mafia, la CIA y por extensión de Harvey Oswald.
Las investigaciones descubren un sin fin de irregularidades que no podemos abarcar en un artículo, sin embargo quedan en evidencia las oscuridades de un mundo que, a partid de la Segunda Guerra Mundial, dejó de ser la democracia que muchos buenos ciudadanos creían.
Para tener una idea del operativo para derrotar el gobierno de La Habana, debemos mencionar que la CIA creó en Miami una base de operaciones con el falso nombre de Zenith Technical Enterprises Inc. en la zona ocupada hoy por el Metrozoo y parte de University of Miami South Campus. La CIA se refería a dicha estación como JM/WAVE.
Esta fue la segunda base de inteligencia CIA más grande que haya existido después de su cuartel general ubicado en Langley, Virginia. Estuvo compuesta por 300 oficiales estadounidenses a cargo de monitorear y dirigir a los grupos de exiliados cubanos. Cada uno empleaba aproximadamente 10 cubanos con el rango de “agentes principales” y a su vez cada uno de ellos tenía bajo su mando hasta un máximo de 30 “agentes regulares”. En total, aquello se convirtió en una operación de más de 50,000 personas. Miami vivía de la CIA.
Al parecer, la envergadura de la organización clandestina de inteligencia creada para ese efecto, se convirtió en algo incontrolable.
Con motivo de la Crisis de Octubre, Moscú acepta retirar los cohetes nucleares de Cuba a cambio de que Washington suspenda las operaciones en contra del gobierno cubano y no invada la Isla. Kennedy ordena el fin de la Operación Mangosta.
El acuerdo encolerizó tanto a cubanos como a cientos del personal operativo de la CIA, quienes afanosamente elaboraban planes para asesinar a Fidel Castro. Unos y otros se referían al acuerdo como “una traición de Kennedy”. La suspensión de un operativo de esta naturaleza explica en gran medida las sospechas sobre una posible conspiración de un gran sector de la CIA y los cubanos anticastristas a sus órdenes.
Al tiempo que Kennedy se convirtió en una solución para Fidel Castro, se transformó en un obstáculo para quienes, en menos de dos años, crearon el operativo más gigante en la historia de Estados Unidos, convirtiéndose en el empleador único de la ciudad. Por muchos años en Miami no se vendería una libra de arroz que no fuese pagada con dinero proveniente de la CIA.
La trayectoria de Harvey Oswald como supuesto simpatizante del gobierno de Cuba, pero también como persona vinculada a la CIA y a grupos anticastristas y otras irregularidades de su vida, podrían explicar perfectamente que fuese utilizado como una ficha en el tablero de una delicada conspiración.
Para que el lector tenga una idea de las posibles conexiones CIA, cubanos anticastristas y Harvey Oswald, señalaremos algunas informaciones breves.
Cuando la foto de Oswald aparece en los periódicos al siguiente día del asesinato, Silvia Odio lo reconoce como la persona que unos días antes había estado en su apartamento junto a dos cubanos de la organización contrarrevolucionaria JURE, pidiendo dinero.
Por esos días, el super espía de seudónimo Maurice Bishop, había hablado con Oswald en Dallas, en el vestíbulo del Southland Building, donde a su vez tenía un encuentro con el anticastrista Antonio Veciana.
El operativo de la CIA Howard Hunt, conocido como Eduardo en los círculos cubanos de Miami, es quien reparte dinero en las casas de seguridad donde viven los cubanos que laboran para derrocar al gobierno cubano y desestabilizar gobiernos en Suramérica.
David Atlee Phillips quien en 1958 establece una firma fantasma de relaciones públicas en La Habana para encubrir operaciones de la CIA, es nombrado más tarde, el 18 de enero de 1960, junto a Howard Hunt, para “organizar un levantamiento político en Cuba, al estilo típico de Latinoamérica”. En el año 1961 Phillips es nombrado a cargo de operaciones encubiertas de México y en 1963 como jefe de Operación Cuba.
Hunt y Phillips habían sido los operativos claves de la CIA en 1954 en Guatemala, bajo la dirección de Allen Dulles, para derrocar al Presidente electo Jacobo Arbenz.
El super espía Maurice Bishop planeó un atentado a Fidel Castro en 1961 con el anticastrista Antonio Veciana. En 1971 planea junto a Veciana otro atentado, aprovechando que el dirigente cubano visitaría Chile. Para esto se valió de documentaciones falsas emitidas en Venezuela, donde la organización venezolana de inteligencia estaba dominada por cubanos exiliados de Miami, entre ellos Luis Posada Carriles. (Descripciones y declaraciones de Veciana, identifican a Maurice Bishop con David Atlee Phillips, pero con la muerte de este en 1988, la duda sobre la identificación gravitará por muchos años).
Sobre las conexiones de Antonio Veciana y el super espía “Bishop” existen grandes certezas. Muchos pasajes de su vida no se podrían explicar sin la mano de un operativo de la CIA de gran influencia. Entre otras cosas fue consultor bancario en La Paz, Bolivia, en una agencia de la AID, sin que mediara solicitud alguna para dicho empleo.
Existieron toda una serie de operaciones que contradecían el acuerdo de Kennedy con el Ministro Soviético Nikita Kruschev, de no agredir a Cuba, a cambio de que la URSS retirase los cohetes nucleares.
Muchos de las personas de interés en el caso, cuando se iniciaron de nuevo las investigaciones en 1976, murieron extrañamente antes de ser entrevistadas. Uno de ellos fue Davie Ferrie, quien aparentemente se suicidó, pero cuya autopsia reveló que murió de hemorragia cerebral.
También fue el caso de George Mohrenschildt, quien se suicidó el mismo día que la Comisión lo encuentra en Palm Beach. Curiosamente, en el instante que llega el investigador Gaeton Fionzi a la residencia de Palm Beach, Mohhrenschildt era entrevistado por el escritor Edward J. Epstein, famoso por sus conexiones con la CIA. Epstein quería demostrar que Oswald era un agente de la KGB.
El periodista Willem Oltmans acababa de publicar que “Mohrenschildt y le había dicho que formó parte de “una conspiración en Dallas con gente del petróleo y cubanos exiliado que tenían una deuda de sangre por saldar” y que “Oswald había seguido sus instrucciones”.
Guy Barrister murió de un ataque al corazón. Había sido agente del FBI, jefe de Ferrie en una oficina privada de investigaciones. Ambos habían tenido relaciones con Oswald en situaciones nunca aclaradas.
Carlos Prío Socarrás, antiguo presidente de Cuba, relacionado con Frank Sturgis y otros miembros de la Mafia vinculados a planes para asesinar a Fidel Castro, se suicidó en 1977, justo antes de ser interrogado por el investigador Fonzi.
David Sánchez Morales, principal operativo de la estación de Miami para la Operación Mangosta, quién confesaba no saber cuántas personas había matado con sus manos, muere de un ataque al corazón en Arizona, a los pocos días de retirarse. La ambulancia llegó tarde; los equipos que traía no funcionaban. Morales le había dicho a un amigo que temía perder su vida “a manos de su propia gente”.
Aun cuando era lógico que las autoridades federales hicieran una investigación a fondo sobre estos y otros casos, nada ocurrió y prácticamente los procedimientos quedaron a nivel local.
Quizás nunca sepamos quién fue el asesino o los asesinos del Presidente Kennedy, pero cada día habrán menos dudas de la Conexión de Miami, donde un amplio sector CIA Y un nutrido grupo de cubanos, enemigos del gobierno cubano, por muchos años llenó la ciudad de suspenso y la empañó con crímenes y terror.
* Periodista cubano residente en EEUU, subdirector de Radio Miami.
Nota: Escrito para la revista Nueva Réplica.
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