De acuerdo con el vaticinio de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, (NOAA, por sus siglas en inglés) para la zona atlántica, que abarca también el golfo de México y el mar Caribe, se habían pronosticado trece tormentas, pero sólo se produjeron ocho, con seis huracanes.
Los científicos atribuyen la escasa ocurrencia de estos fenómenos hidrometeorológicos a vientos de niveles altos récord y a una lenta temporada de monzones en la costa oriental de Africa, donde se originan la mayoría de las tormentas del Atlántico.
Gerry Bell, experto del NOAA, precisó que este fenómeno inusual de escasa actividad ciclónica no anticipa necesariamente el final de un ciclo intenso de huracanes, como alguien podría inferir, tras las dos últimas temporadas tan benignas.
De acuerdo con el experto, esta tranquila campaña echa también por tierra algunos equívocos, por ejemplo: que la presencia en el Pacífico del fenómeno de ”El Niño“ es un factor determinante para la inhibición de la formación de tormentas en el Atlántico. De hecho, este año no se verificó el fenómeno de ”El Niño“ y hubo una escasa formación de tormentas en la cuenca atlántica, asegura.
En ese sentido, la doctora Maritza Ballester Pérez, del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología (INSMET), no opina de manera tan rotunda como Bell y señala que a pesar de que el calentamiento manifestado en el Pacífico ecuatorial oriental no consiguió el umbral para la clasificación de un evento ENOS (El Niño/Oscilación del Sur), las condiciones atmosféricas en el Atlántico sí se manifestaron de manera similar, lo cual limitó, sin duda, la actividad ciclónica.
Sin embargo, ambos especialistas concuerdan en que una singular combinación de condiciones atmosféricas actuaron para disminuir la temporada. Entre las principales, mencionan el déficit de humedad por la presencia de aire seco a través del Atlántico tropical, aumento de la estabilidad en los niveles medios de la troposfera y la fuerte cizalladura vertical del viento predominante, principalmente en el Mar Caribe.
En cualquier caso, queda el registro de tres años consecutivos (2012, 2013 y 2014) ”tranquilos y de poca actividad ciclónica“, con solo dos huracanes (ninguno de categoría mayor) y 13 tormentas en la temporada de 2013, lo que la convirtió en la más calmada desde 1994.
El huracán Arthur, el primero de este año en la cuenca atlántica, llegó el 3 de julio pasado a Carolina del Norte y se convirtió en el primer ciclón que toca tierra en fechas tan tempranas en esa parte de la costa oriental de los Estados Unidos.
Un fenómeno llamativo es la alta proporción de tormentas que devinieron en huracanes, todas menos dos, con dos poderosos ciclones, Edouard y Gonzalo, de categoría mayor.
Aunque Edouard nunca tocó tierra, se le atribuyen dos muertes cerca de la costa de Maryland debido a las corrientes marinas que generó a su paso por aguas del Atlántico en septiembre pasado.
Y a mediados de octubre, al norte de las Antillas Menores, Gonzalo se convirtió en un temible huracán de categoría cuatro, el primero de esa magnitud desde Ofelia en 2011 y el más fuerte desde Igor, en 2010.
A punto de golpear las Bermudas, Gonzalo bajó a categoría 2 y rápidamente a 1 cuando cruzó por este archipiélago.
Finalmente, Feltgen, exhortó a la población a no bajar nunca la guardia, ya que en una temporada de huracanes tranquila, como la registrada en 1992, con la formación de solo siete tormentas, un solo huracán puede causar una verdadera catástrofe. Tal fue el caso del poderoso huracán Andrew.
Con sus devastadores vientos de más de 252 kilómetros por hora, Andrew barrió las ciudades de Homestead y Florida City, causó 15 muertos, destruyó 25 mil 500 casas, dañó a otras 100 mil viviendas y dejó a un cuarto de millón de personas sin techo, además de daños por 25 mil millones de dólares.
PARADOJA
Este año se cumplió también un viejo axioma que establece que cuando del lado Atlántico se observa una temporada menos activa, del lado del Pacífico (cuya período inicia el 15 de mayo y termina el 30 de noviembre) se traduce en una mayor actividad, de acuerdo con el experto Gerry Bell.En este 2014 en el Pacífico se registraron 22 tormentas y 16 de ellas se convirtieron en huracanes, de los cuales nueve clasificaron como de "gran intensidad" o categoría tres o mayor en la escala Saffir-Simpson de cinco niveles.
Bell dijo que el ambiente propicio para este nivel de actividad en la cuenca del Pacífico estuvo dado por débiles vientos verticales, un aire húmedo e inestable y un sistema de altas presiones en la atmósfera.
En esa zona la temporada inició con el huracán Amanda que se formó el 22 de mayo y alcanzó la categoría cuatro con vientos de 250 kilómetros por hora. Provocó un muerto en el estado mexicano de Guerrero y afectó además los territorios de Michoacán y Colima.
Pero sin duda, Odile fue el más poderoso organismo que afectó al vecino México. Alcanzó la categoría de huracán el 13 de septiembre y se desarrolló hasta categoría cuatro con vientos de 215 kmph para tocar tierra en Cabo San Lucas, Baja California, dejando cinco muertes y daños millonarios. (Resumen de agencias)
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