La hermandad entre Cuba y Venezuela quedará evidenciada una vez más durante la VII Cumbre de las Américas. |
Este viernes en la noche inició el momento más esperado, y el más importante, de la VII Cumbre de las Américas, en Ciudad de Panamá: el encuentro de los Jefes de Estado y de Gobierno del continente en un plenario donde, al margen de las grandes diferencias ideológicas, ojalá prime un espíritu de entendimiento, tendente a favorecer el diálogo y una relación futura marcada por la distensión y la comprensión mutuas.
En la cita, donde Cuba participa por primera vez como resultado de la demanda colectiva expresada en distintos foros regionales, nuestro país -amparado en la contundente fuerza moral de más de cinco décadas de un proceso revolucionario que ha resistido las más feroces andanadas imperialistas en el orden ideológico y económico, y se ha convertido en referente de humanismo y solidaridad en el planeta-, alzará su voz, en primerísimo orden, para exigir el desmantelamiento definitivo de un criminal bloque que ha causado 3 mil millones de dólares en pérdidas y entorpeció hasta hoy innumerables operaciones mercantiles de diverso género a favor del desarrollo de Cuba en los diversos campos.
Por supuesto que el centro de nuestro reclamo será el mencionado cese de la política de bloqueo económico, comercial y financiero que mantiene Estados Unidos contra Cuba a pesar de las declaraciones mediáticas de los funcionarios norteamericanos tras el anuncio del proceso de restablecimiento de relaciones diplomáticas, pero también abogaremos en la nación istmeña por la salida inmediata de la Isla de la lista de países patrocinadores del terrorismo internacional. En tal sentido, durante las últimas horas se hizo público que el Departamento de Estado ya le hizo la sugerencia a Barack Obama, el presidente de los Estados Unidos.
Otra de las demandas nuestras será la devolución al pueblo de Cuba del territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval de Guantánamo.
En consonancia con lo acordado durante la IX Cumbre Extraordinaria de jefes de Estado y Gobierno del ALBA-TCP sobre participación de sus países miembros en el encuentro hemisférico de Panamá, constituirán puntos fundamentales además los siguientes reclamos de alcance regional: la defensa de los principios fundacionales de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra Américas (ALBA); el cese de las amenazas y sanciones de Washington, así como la derogación de la Orden Ejecutiva aprobada el 9 de marzo de 2015 contra Venezuela, en acto que constituye una agresión a la soberanía y una injerencia en los asuntos internos de esa nación hermana; el derecho de Puerto Rico a la independencia y la libre determinación; una salida al mar para Bolivia y la reparación moral e indemnización a las familias víctimas de la invasión de 1989 contra Panamá por parte del ejército norteamericano.
Todos son harto significativos, no obstante representará cuestión de principios el reclamo de la derogación del decreto imperial que ubica a Venezuela como “amenaza a la seguridad nacional de los Estados Unidos”. A los millones de firmas recolectados en la hermana nación suramericana se unen las otras tres recogidas en Cuba, abocada también a la principal tarea que demanda esta hora de la historia.
La agresión imperialista a Venezuela no se podrá concretar, el decreto debe ser retirado, y todos los gobiernos justos del continente precisan cerrar filas junto a Caracas, en un momento cuando arrecian las campañas occidentales contra ese gobierno, pero cuando por otro lado el pueblo de esa nación se percata de las turbias intenciones estadounidenses y respalda a su mandatario en gran mayoría.
De Venezuela depende, en gran medida, las posibilidades de maniobra e independencia económica de la región en el contexto de un desarrollo de las potencialidades de sus pueblos a partir de las relaciones fraternales derivadas de la integración propugnada desde los tiempos de los próceres fundacionales y especialmente el padre de la patria venezolana, Simón Bolívar.
La Cumbre ha de demostrarle a Estados Unidos que América Latina ya no será más su patio trasero, dispuesto a someterse a los dictados de la Casa Blanca. La relación debe ser sobre la única base posible del respeto mutuo, la no injerencia y el no intervencionismo. Los pueblos del continente, aunados por una raíz común, tienen en Panamá un momento especial para sembrar definitivamente en la Historia el esencial concepto de unidad del cual pende y depende este trozo grande de planeta que corre entre México y la Tierra del Fuego.
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