Héctor de la Cueva*
Como se dio cuenta en estas páginas, hace algunos días se llevó a cabo en La Habana, Cuba, un Encuentro de fuerzas sociales de todo el continente para conmemorar los 10 años de la derrota del ALCA. El hecho está lleno de significados, sobre todo para los acontecimientos actuales en nuestra América.
El triunfo obtenido hace 10 años en Mar del Plata, Argentina, contra el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) constituyó una enorme victoria que no ha sido reivindicada ni valorada en toda su dimensión.
La historia de la lucha y las alianzas que hicieron posible la derrota de uno de los principales proyectos estratégicos estadunidenses es poco conocida, y quizá por lo mismo sus lecciones no se han apropiado suficientemente por el movimiento popular.
El objetivo del ALCA era más que evidente: en el marco de la agudización de la competencia con las potencias europeas y asiáticas por la hegemonía global, consolidar la hegemonía económica y política estadunidense en el continente americano.
El primer gran paso en esa dirección fue sin duda la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), un acuerdo modelo de la globalización neoliberal en muchos sentidos. Con el ALCA se buscaba asegurar este modelo en un plano hemisférico y representaba el marco estratégico en el que Estados Unidos pretendía armar el conjunto de las piezas del rompecabezas neoliberal que venía avanzando en la práctica en todo el continente.
Sin embargo, en 1997 en Belo Horizonte, Brasil, arrancaría también un proceso social que terminó por entrañar un obstáculo formidable para los planes estadunidenses. De manera inédita, se darían cita ahí algunos de los movimientos y organizaciones sociales más importante del continente, y se plantearían convergencias impensables hasta hacía poco tiempo.
Hubo que encarar grandes dificultades para ensamblar tal heterogeneidad de los movimientos. Se coincidía, sin embargo, en que la base de cualquier estrategia se encontraba en dar pasos concretos para cambiar la correlación de fuerzas, y que esto sólo sería posible si se conseguía conjuntar al más amplio y representativo conjunto de fuerzas sociales, crear un sujeto social continental. De esta manera, se acordó avanzar en la construcción de una gran Alianza Social Continental.
En búsqueda de todavía una mayor amplitud, se convocó a la celebración de la primera Cumbre de los Pueblos de América en abril del 1998 en Santiago de Chile, de manera simultánea a la cumbre de los presidentes. Más de mil representantes de organizaciones de casi todos los países del continente y de los más diversos sectores sociales participaron en ella.
La Segunda Cumbre de los Pueblos de América, realizada en abril de 2001 en Quebec, Canadá, de nuevo simultánea y confrontada con la de los presidentes, resultó un hito aún mayor. La Segunda Cumbre de los Pueblos significó un salto y alcanzó una enorme representatividad social con la participación de miles de delegados de todos los países del continente. Sólo el gobierno de Venezuela, y en cierta medida el de Brasil, hacían contrapunto en la cumbre oficial al hegemonismo norteamericano.
En Quebec mismo, se resolvió ir aún más allá y se lanzó la iniciativa de una Consulta Popular Continental. La discusión de esta iniciativa llevó a plantear la necesidad de toda una campaña instrumentada a su alrededor. Así nació también la Campaña Continental contra el ALCA.
Después de la cumbre de Quebec vino a sumarse abiertamente a la lucha contra el ALCA un actor fundamental: Cuba. Durante la movilización tradicional del Primero de Mayo de ese 2001 en La Habana, el comandante Fidel Castro definió públicamente su postura contra el ALCA. La entrada de Cuba en la arena significó de inmediato la incorporación activa a la lucha contra el ALCA de amplios sectores sociales que se guían por su autoridad moral y política en muchos países del hemisferio.
A raíz de ello, se sumó un nuevo espacio para los movimientos sociales: los Encuentros Hemisféricos contra el ALCA, que a partir de 2002 se realizaron anualmente en La Habana. Es de alguna manera como continuidad de estos encuentros que tuvo lugar el evento realizado hace algunos días en La Habana.
Al mismo tiempo, Chávez lanzaba el ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas). Surgida a partir de Alternativas para las Américas de la Alianza Social Continental, el ALBA tomó su propia dinámica y trascendió a convertirse en una plataforma y una convergencia de fuerzas políticas y de gobiernos hacia la izquierda.
En este mismo periodo, la campaña contra el ALCA coincidió con una nueva ola de luchas populares y de resistencia a la globalización neoliberal en el continente. La victoria de Cancún contra la OMC en 2003 logró poner en cuestión la agenda neoliberal de "libre comercio" y sus instituciones.
Pero lo más determinante en el periodo fue que los avances del movimiento social se fueron traduciendo también en cambios importantes en el escenario político-gubernamental de Sudamérica. En varios países, directa o indirectamente, los movimientos sociales fueron la base sobre la que llegaron al gobierno fuerzas de izquierda, "progresistas", antineoliberales o "alejados de la hegemonía estadunidense".
Así llegó finalmente la cita de noviembre del 2005 en Mar del Plata, Argentina. En el calendario oficial, la cumbre aparecía como la que aprobaría, de la manera que fuera, el nacimiento del ALCA. Se convirtió en su tumba. El 5 de noviembre una enorme manifestación salió a la cita final con esta historia. En el estadio deportivo en el que se concentró la movilización, la multitud se encendió cuando Chávez y el Evo anunciaron que la amenaza del ALCA se había acabado, "Alcarajo".
Aunque sin acta oficial de defunción, en la cumbre oficial se dieron por terminadas las negociaciones del ALCA. Ocho años de lucha, de articulación continental inédita de movimientos, países, culturas, ideologías, sociedad civil y gobiernos "amigos", había finalmente fructificado. Estados Unidos y su ALCA habían sido derrotados en toda la línea. Una gran victoria en las alforjas de la lucha social internacional, de la que hay mucho que rescatar y aprender. Lo que siguió es otra historia.
*Director del Centro de Investigación Laboral y Asesoría Sindical (CILAS)
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