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domingo, 15 de noviembre de 2015

Alianza Marco Rubio - Álvaro Uribe: como para levantar sospechas

Jean Guy-Allard

En Washington, hubo chistosos que llamaron “Narco” Rubio al senador Marco Rubio por su amistad con el colombiano Álvaro Uribe. Pero la relación cada vez más fuerte del político de la Florida con el expresidente de Colombia se convirtió poco a poco en una alianza que ahora hace fruncir el ceño a más de un observador.
Es que Rubio y Uribe, además de ensañarse contra Venezuela y sus aliados, llevan episodios en su historial que les vinculan, de una manera u otra, al narcotráfico… lo que abre bien grande la puerta a delicadas conjeturas.

Hay un suceso de su vida familiar que marcó la adolescencia de Rubio de manera indeleble. Y del cual se niega a hablar. Hace un par de años, el programa televisivo Univisión Investiga se encargó de recordárselo.
Cuando tenía 16 años, la policía irrumpió en su universo, en el medio de la operación antinarcóticos más importante de 1987 en el sur de la Florida, para nada menos que arrestar a su hermana Bárbara y su esposo, Orlando Cicilia.
De acuerdo con documentos públicos revelados por Univisión, la fiscalía federal de Miami ordenó la confiscación de la casa de Bárbara por ser usada para “actividades criminales”. Por lo mismo, la otra propiedad de la pareja, en North Miami Beach, también fue objeto de una orden de incautación.
Y el cuñado Orlando terminó en la cárcel con una condena a 25 años por “conspiración para distribuir cocaína y marihuana”.
Horrible detalle: el grupo de narcotraficantes con el cual “trabajaba” la pareja –el del conocido traficante cubanoamericano Mario Tabraue– estuvo implicado en la muerte de un informante federal. El juicio de Tabraue contó con el testimonio de que había intentado desmembrar el cadáver del colaborador de la policía con un machete.
Tabraue era el capo de un multimillonario imperio de la cocaína de Miami. Su villa palaciega y despiadado sindicato de la droga han evocado comparaciones con la película estadounidense “Scarface”.
Orlando Cicilia salió en libertad en noviembre de 2000 por reducción de pena. Vive hoy en la propia casa de la madre de Rubio en Miami y figura en los registros como copropietario de esa residencia.
Tabraue fue condenado a 100 años de prisión pero resultó beneficiado con una reducción del 85 por ciento de la pena y hoy está libre.
No se asuste: tales “reducciones de penas” son comunes en el narco-universo de la Florida, el estado donde Marco Rubio prosperó, protegido de prominentes miembros de la mafia cubanoamericana. Esa jauría domina desde hace medio siglo la vida política no solo de Miami y de New Jersey sino también de Washington, donde sus más conocidos miembros (Bob Menéndez, Ileana Ros-Lehtinen) orientan a menudo la política exterior de la nación.
Cuando fue interrogado sobre las incidencias “narco” de su pasado, Rubio –que logró buscarse un escaño en el Senado de Estados Unidos– se negó a contestar. Según sus voceros, el tema no debe ser motivo de “escrutinio periodístico”.
En el Congreso, Rubio parece a prueba de balas. Ni las numerosas infracciones a las reglas de los fondos de campaña que cometió ni sus relaciones con su colega corrupto Rivera lograron descarrillar a este niño lindo de Ros-Lehtinen, verdadera bruja de esta selva política floridana.
Orlando Cicilia, el narco cuñado, se había casado en 1980 con Bárbara Rubio en Nevada, donde vivían los padres del senador. Mario, el padre de Marco Rubio –emigrado de Cuba en los años 50– trabajaba de barman en Las Vegas y Oria, su madre, era mucama del Imperial Palace, cuando decidieron mudarse a Miami, una ciudad plagada por el narcotráfico.
Algo muy lejano a la leyenda de “víctima del régimen castrista” que Rubio intentó fabricarse durante años cuando vivía de la retórica anticubana, un negocio que entonces prosperaba en la Miami de los nostálgicos de la dictadura de Fulgencio Batista.

URIBE VÉLEZ, SOCIO DE PABLO ESCOBAR


“En los años 90 Álvaro Uribe Vélez y Pablo Escobar Gaviria eran amigos cercanos y socios comerciales”, recuerdan los investigadores colombianos Norberto Emmerich y Joanna Rubio Pero. “Mientras Escobar murió en un enfrentamiento policíaco en 1993, Uribe se convirtió en presidente de Colombia”.
También es oriundo de Antioquia el senador Álvaro Uribe Vélez, cuyo padre, Alberto Uribe Sierra, era un reconocido narcotraficante, quien les otorgó licencia a muchos de los pilotos de los narcos, cuando fue director de Aerocivil, recuerdan los dos expertos.
Alberto Uribe estuvo detenido en una ocasión para ser extraditado, pero Jesús Aristizabal Guevara, entonces secretario de Gobierno de Medellín, logró que lo pusieran en libertad. Al entierro de Uribe Sierra, asesinado cerca de su finca en Antioquía, asistió el entonces presidente de la República, Belisario Betancur, y buena parte de la crema y nata de la sociedad antioqueña –en medio de veladas protestas de quienes conocían sus vínculos con la cocaína.
Alberto Uribe Sierra poseía la ganadería brava “La Carolina”, que heredó su hijo, el senador por Antioquía Álvaro Uribe Vélez.
“Es claro que hablar de Uribe es hablar de poder y de narcotráfico”, expresan Emmerich y Joanna Rubio Pero, en su análisis del caso publicado bajo el título Álvaro Uribe: el verdadero patrón del mal.
Según la investigación, Uribe aplicó en Colombia lo que aprendió en un curso de resolución de conflictos en una escuela afiliada a la Universidad de Harvard y terminó pactando con el líder paramilitar Carlos Castaño gran socio y protector del narcotraficante Orlando Henao, que estaba presente en todo el nordeste del país hasta la frontera con el Ecuador.
En su libro Colombia, laboratorio de embrujos. Democracia y terrorismo de Estado, el periodista y escritor colombiano, residente en París, Hernando Calvo Ospina, recuerda –entre otros muchos detalles reveladores– cómo el 30 de julio del 2004 la Presidencia de Colombia rechazó públicamente un documento desclasificado de la Defense Intelligence Agency, DIA, uno de los servicios de seguridad más secretos y poderosos de Estados Unidos.
Señala Calvo Ospina: El informe dice en su aparte: “Álvaro Uribe Vélez, político y senador colombiano, colabora con el cartel de Medellín desde altos cargos en el gobierno. Uribe estuvo implicado en actividades de narcotráfico en Estados Unidos. Asesinaron a su padre en Colombia por conexiones con el tráfico de narcóticos. Uribe ha trabajado para el cartel de Medellín y es amigo personal de Pablo Escobar Gaviria…”.
El comunicado de la Presidencia no da ningún argumento que desmienta con severidad tan grave señalamiento, precisa el investigador que comenta: “Lo llamativo es que contra muchos de los numerosos narcotraficantes que se encuentran ahí descritos sí se utilizó esa información en investigaciones y juicios”.

DE MIAMI A BOGOTÁ, INTERESES COMUNES


A principios de noviembre último, el senador por la Florida, Marco Rubio –“quien suena como pre candidato a la presidencia de los Estados Unidos”, comenta la prensa de Bogotá– realiza una visita en Colombia durante dos días. La noche de su primer día en el país, se reúne con Uribe y su gente, en un salón discreto de un bar exclusivo de la capital.
Rubio viaja hasta Colombia en calidad de miembro del Comité de Inteligencia del Senado y el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, para tratar temas de interés.
El encuentro entre los dos políticos es de socios y fraternizan sin protocolo. Según lo poco publicado de la “amena” conversación, Uribe critica duramente  los diálogos de paz con las FARC, frente a lo cual el senador Rubio le expresa “toda la solidaridad y preocupación”.
El diálogo fraternal seguirá en febrero 2015 cuando Uribe realiza una gira por Estados Unidos en la que se entrevista con congresistas “para expresar sus objeciones al proceso de paz, entre otros asuntos”.
Reportó El Colombiano: “Aunque los integrantes del CD (el partido de Uribe), “por respeto”, no revelaron los nombres de los congresistas con los que se entrevistaron, en redes se supo que estuvieron con el senador republicano Marco Rubio, los representantes republicanos, Ileana Ros-Lehtinen, Mario Diaz-Balart, y el demócrata Henry Cuéllar”.
Tremenda discreción: en los reportes de ambas reuniones, la de Bogotá y la de Washington, ni se menciona a Venezuela, tema al cual los dos políticos consagran gran parte de su tiempo, denunciando con vehemencia a la Revolución bolivariana y conspirando con sus peores elementos.
Mucho menos discreto era Álvaro Uribe cuando se dejaba fotografiar con el líder terrorista venezolano Lorent Gómez Saleth, poco antes de su captura y de su entrega por parte del Gobierno de Colombia a Venezuela.
Tampoco brilló por su discreción Rubio, en Miami, conspirando alegremente con prófugos venezolanos reclamados por la Justicia de la nación de Bolívar.
Entre Rubio y Uribe, la afinidad es total sobre una larga lista de temas, como: Venezuela y sus líderes revolucionarios, Cuba y su socialismo, la presencia militar norteamericana en Colombia, las negociaciones con la guerrilla, etcétera.
¿Por qué no lo sería en otras esferas, las que nunca se mencionan a voz alta?, se preguntan investigadores. Piensa mal y acertarás, contestan algunos, citando el refrán.
El debate que se abre al acercarse las primarias donde se definirán los candidatos a la presidencia de Estados Unidos bien pudiera obligar a Marco Rubio a abandonar su acostumbrada demagogia para hablar –por fin- de estos temas que hasta ahora no fueron “motivo de escrutinio”.

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