Lissett Izquierdo Ferrer
Tras revertir en 2015 la tendencia a la desaceleración mantenida en los últimos decenios, la economía cubana voltea otra vez hacia abajo la balanza de su producto interno bruto, al estimar para 2016 la modesta tasa de crecimiento del dos por ciento.
El complejo escenario que se vislumbra dentro y fuera de América Latina actúa como la variable influyente en ese cálculo de la meta en un país, necesitado según expertos de incrementos del PIB superiores al cinco por ciento para recuperar, en un considerable periodo de tiempo, sus capacidades productivas y asegurar el desarrollo sostenible.
De acuerdo con estadísticas ofrecidas en la última sesión del Parlamento cubano, se proyectan limitaciones financieras locales asociadas a la caída de ingresos en los rubros exportables tradicionales —ejemplo, el níquel—, por la disminución de sus precios en el mercado mundial.
A este desfavorable panorama externo se suman las afectaciones en las relaciones de cooperación con países como Venezuela, que en medio de un complicado proceso político, padece ante el desplome del precio internacional del petróleo.
Los pronósticos para la nación bolivariana, cuya economía decrecerá según vaticinó la CEPAL, acentúan la importancia de aprovechar con eficiencia la tendencia a esa baja de la cotización del hidrocarburo, que si bien incide en la economía del segundo socio comercial de Cuba, reduce la factura de importación de alimentos, materias primas y productos manufacturados.
Ante tal coyuntura, la labor de comercio exterior de la ínsula demandará de mayor estudio y planificación, en busca de realizar las compras más beneficiosas que permitan el uso eficaz de los financiamientos dedicados a esa actividad, más cuando el 50 por ciento de las importaciones se prevé sea por la vía de los créditos.
También se deberá aprovechar el nuevo capítulo abierto, que repercute en la credibilidad de la Isla en las finanzas internacionales, a partir de los acuerdos alcanzados en los procesos de renegociación de compromisos financieros con Rusia, Japón, España, México y las 14 naciones acreedoras de Cuba, integrantes del Club de París.
A lo interno, no pocos retos se entrevén para una economía llamada a potenciar al máximo las reservas de eficiencia, lo cual seguirá poniendo a prueba la capacidad del empresariado cubano para conducir con inteligencia los rieles de su entidad y desterrar de una vez el hábito de voltearse hacia “arriba” en busca de señas.
Desde hace cuatro años se implementan medidas para dotar al sistema empresarial de más autonomía y facultades; no obstante, hacer uso de las oportunidades que confiere tal “independencia” requiere, y está demostrado, cambiar filosofías de trabajo.
Los “managers” deben aprender a administrar con éxito, dónde invertir mejor y cómo manejar los inventarios y cuentas para que, justo al cierre del almanaque, los reportes sean favorables.
Según las estimaciones, este año las inversiones crecerán a siete mil 841 millones de pesos, superior a las seis mil 900 millones planificadas en 2015, y del total el 58 por ciento están asociadas a sectores clave en el desarrollo del país, como el turismo, energía y petróleo y los programas agropecuarios.
Noticia halagüeña la de apostar por áreas que aseguren riquezas para las próximas etapas, luego de este ciclo de contracciones. En ese fin, resultará esencial alejar las inadmisibles insuficiencias que, como fantasmas, todavía merodean en el plantel estatal.
Y las motivaciones para lograr mejores resultados lo deberá propiciar la correcta aplicación de la Ley 17, en tanto los trabajadores perciban ingresos, según el valor agregado que sean capaces de producir, y no sean afectados por deficiencias alejadas de sus responsabilidades.
No pocos desafíos, en medio de un persistente contexto de dualidad cambiaria, tendrá que superar en el actual periodo la empresa estatal socialista en el logro de ese objetivo aún pendiente: asegurar la vía del éxito por la que ya reclama andar la economía nacional. (Servicio Especial de la Agencia Cubana de Noticias - ACN)
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