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lunes, 21 de marzo de 2016

Las luces oscuras de la Florida (+Infografía)

Glenda Boza Ibarra

Recientes acontecimientos en los cuales perdieron la vida cuatro cienfuegueros que intentaban llegar a los Estados Unidos por vía marítima, ponen al descubierto, una vez más, los perjuicios de la Ley de Ajuste Cubano.
Pero esta, aunque tal vez la más comentada en los últimos días, no es la primera de las salidas ilegales de los sureños, ni mucho menos de los cubanos.

La historia de Isabela (la autora se reserva su verdadero nombre), una joven de 23 años, cuestiona el sentido común en quienes deciden encontrar en el mar, el camino hacia las bondades de la política de pies secos-pies mojados.

                           I

Isabela llegó a ver las luces de la Florida, pero nunca supo que estuvo tan cerca. Tenía sed, hacía unas horas se había acabado el agua. En la desesperación del calor se despojó de la camisa de mangas largas de la Escuela al Campo, y su piel blanca ya no lo era tanto.
Aquellas luces podían ser muchas cosas: un barco, algún cayo, tal vez las costas matanceras por donde había salido. Pero a esa altura no le importaba nada, solo quería llegar a tierra, de aquí o de allá.
Cedieron sus fuerzas. Poco tiempo después, no puede precisar cuánto, despertó en la cubierta de un navío diferente a la “chalupa” en la que había zarpado.
A su alrededor no reconoció en los hombres a bordo ni a su vecino ni al novio. Aquellos individuos hablaban en inglés y ella no entendía nada. En clases nunca le prestó mucha atención al idioma, a ciencia cierta, no era buena en eso.
Pensó en muchas cosas: en la familia que había dejado en Cuba; en la desconcentración en sus estudios de la licenciatura, y abandonados a la postre cuando decidió pagar "los miles" de aquella aventura; en las mentiras dichas a su madre.
Sufrió por el desconocido ahogado cuando cayó del bote, y la crueldad de como fue dejado a la deriva del mar encrespado que les sorprendió porque "el hombre del tiempo a veces se equivoca".
Hizo planes: la residencia, el seguro médico, el permiso de trabajo, luego la carta de invitación.
En todo eso pensaba mientras seguía tapada con una frazada oscura que le echaron encima cuando la rescataron desmayada.

                          II

Desde el día de San Lázaro cuando pusieron en la Facultad la alocución de Obama y Raúl, pensó primero que se caería el bloqueo, luego cerrarían la base naval de Guantánamo, y al final, entre estos países tan cercanos y distantes, comenzaría un nuevo período de prosperidad económica, social y política.
Pero muchas cosas no cambiaron, y los locos del barrio especulaban el fin de la Ley de Ajuste Cubano.
"Busca tú en Internet, Isa, ve a ver qué dicen, es ahora o nunca", la alentaban desde hacía meses, y ella nunca los tomó muy en serio, aunque siempre aquella oferta tenía espacio en sus pensamientos.
Isabela pensaba en todo eso cuando se asomó por la borda, pero tanto olor a mar le daba asco, y volvió a sentarse en el suelo.
Supuso que llegaría a Estados Unidos con ellos, pero si estaba tan cerca porqué aquel viaje demoraba tanto.
Cuando por fin tocó tierra, fue detenida en Matanzas. La guardia costera estadounidense la había repatriado a las costas cubanas, porque sus pies mojados nunca se secaron, y no siempre llegar a aguas internacionales significa llegar.

                         III

A su regreso a casa, todo el barrio sabía de su salida ilegal. Le avergonzaban las miradas de otros, pero quería aprovechar ese "único privilegio" con el que, según ella, nacemos los cubanos. A esa altura solo llegar a Estados Unidos, tenía sentido.
En dos ocasiones le negaron la visa. Cuando trató de irse por Ecuador comenzó la crisis de los emigrantes en Costa Rica, y hasta una vez pretendió cruzar por el Estrecho de Bering, aunque no soportaba el frío.
Eran 23 años y demasiado estrés. Estaba cansada, entre tantas cosas, de sus consultas anuales con el endocrino, los profesores exigentes de la carrera y de algunos otros de los verdaderos privilegios que nunca reconoció.
Se lanzó entonces en su segunda travesía por mar, y esta vez sí la alumbraron las luces de la Florida, aunque en esa ocasión no pudo verlas. La encontraron ahogada, en las costas de South Beach.


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