Arthur González
No son pocos los que piensan que Donald Trump, por ser un hombre enteramente dedicado a los negocios, pudiera tener un pensamiento más objetivo respecto a lo inoperante que ha resultado para Estados Unidos su política hacia Cuba, pero en la actualidad nadie se atreve a predecir cuáles serán sus pasos una vez asentado en la Casa Blanca.
Durante su campaña por la candidatura presidencial, el tema cubano no fue centro de sus discursos, realmente no sintió la necesidad de obtener el apoyo político y menos financiero, de la mafia terrorista anticubana asentada en la Florida, convencido de que ya no tiene el poder que ostentó durante décadas, se han desgastado en luchas intestinas y la vida demostró que no pudieron ganar una sola batalla contra la Revolución.
Vinculada desde siempre a acciones terroristas como agentes al servicio de la CIA, esa mafia resulta una macha en el expediente que Estados Unidos pretende llevar en su supuesta lucha contra el terrorismo internacional, pues las pruebas de sus actos son elevadas, como fueron las presiones para obtener el refugio en Miami del asesino Luis Posada Carriles y de otros con delitos similares.
Sin embargo, contra todos los pronósticos Trump antes de las elecciones, hizo una breve visita al local de la fracasada brigada mercenaria que invadió Cuba por las arenas de Bahía de Cochinos, y les prometió su apoyo, al parecer desconociendo la vergonzosa historia de esos que se rindieron incondicionalmente ante el pueblo uniformado, a solo 66 horas de iniciar su agresión a la isla, lloraban ante el temor de ser fusilados y muchos justificaron su participación asegurando que “solo eran cocineros”.
Las contradicciones del nuevo Presidente ya se ponen de manifiesto, pues por una parte reitera: “no elijo ministros pobres porque quiero gente que haya hecho fortunas”; le envía mensajes a Viet Nam con sus deseos de fortalecer las relaciones con ese país que los derrotó en la guerra, dándole una lección de resistencia y unidad; y por la otra hace declaraciones agresivas hacia Cuba, amenazando con deshacer las relaciones diplomáticas y los pocos acuerdos que ejecutó la administración de Barack Obama.
Los hombres de negocios ven oportunidades y fortalezas en las relaciones con aquellas partes que pueden reportarles buenas ganancias, entonces, ¿cuáles son las razones que tiene Trump para no tomar en cuenta a un vecino tan cercano y abierto a las inversiones foráneas como Cuba?
Si realmente Trump está nombrando a ministros multimillonarios, entre ellos al menos hay seis personas indudablemente ricas que sumadas sus fortunas superan los 14 mil millones de dólares, no resulta lógico que el magnate inmobiliario no se dé cuenta de las posibilidades que tiene de invertir a solo 90 millas al sur y deje a un lado a los verdaderos fracasados del enfrentamiento con Cuba en los últimos 60 años.
Otra de las incoherencias del nuevo Presidente es la incorporación de varios estadounidenses con ancestros cubanos, algunos de ellos con posiciones reacias al mejoramiento de relaciones con la Isla, quizás marcados por la amargura traslada desde su niñez de padres y abuelos, muchos vinculados con la dictadura de Fulgencio Batista, u otros enviados sin acompañantes a Estados Unidos bajo la cruel y despiadada Operación Peter Pan, diseñada por la CIA con total apoyo de la Iglesia Católica.
Los asesores de Trump tienen el deber de alertarlo de que, en los Estados Unidos más del 50 por ciento de los estadounidenses de origen cubano votaron en su contra, y a favor de la candidata demócrata Hillary Clinton, superando los datos históricos.
En Miami y otras ciudades de la Florida, Trump perdió todos los distritos con alta concentración de electores de origen cubano de extrema derecha, mientras el lobby anticubano en el Congreso tampoco le daba su apoyo.
Un aspecto que los asesores del Presidente no pueden pasar por alto, es la actual composición de los residentes de origen cubano en los Estados Unidos, donde la masa de jóvenes emigrantes por motivos económicos son mayoría y el reducto de testaferros del dictador Batista y los burgueses, son cada vez menos y más viejos.
De ahí que las actuales encuestas indican que el 55 por ciento de los estadounidenses de origen cubano son favorables a las relaciones con Cuba, sumado al 73% de los norteamericanos que piensan lo mismo.
Si Donald Trump pretende establecer una alianza con la extrema derecha anticubana y su cultura de odio intransigente, transitará por el mismo laberinto obteniendo el mismo resultado de los últimos 58 años, el fracaso, mientras el pueblo cubano seguirá unido y con muchas reservas de resistencia para enfrentar con firmeza algo a lo que están acostumbrados, las agresiones imperialistas.
Por esos motivos, en momentos como estos hay que recordar lo dicho por José Martí: “La patria se levanta sobre los hombros unidos de todos sus hijos”. (Tomado del blog del autor)
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