La inclusión de Cuba en la peor de las categorías del informe del Departamento de Estado sobre los países que "no cumplen completamente con los estándares mínimos para la eliminación de la trata de personas y no hacen esfuerzos significativos con ese fin", constituye una calumnia bochornosa, que ofende profundamente al pueblo de Cuba y desconoce una vez más el desempeño ejemplar de nuestro país en la protección de la niñez, la juventud y la mujer.
Una vez más, rechazamos enérgicamente la inclusión de Cuba en este espurio informe del Departamento de Estado.
Cuba no es país de origen, ni de tránsito, ni de destino de este flagelo. No existe la trata sexual de menores, ni el trabajo forzado infantil. Por el contrario, la legislación y las políticas adoptadas por el Gobierno cubano y la labor desarrollada por nuestras instituciones en esta esfera colocan a Cuba entre los países de la región con normas y mecanismos más avanzados en la prevención y combate a la trata de personas y en el cuidado y protección de la niñez y los sectores vulnerables de la población.
No son ciertas las alegaciones del informe cuando asegura que no existe información sobre las acciones de Cuba en la materia. El Gobierno de Estados Unidos lo sabe. Aunque Cuba no reconoce este ejercicio unilateral y discriminatorio, al igual que otros gobiernos, Estados Unidos dispone de información actualizada sobre la sistemática gestión de múltiples instituciones cubanas en la prevención y enfrentamiento de la trata de personas. Simplemente ha decidido una vez más ignorar los hechos.
El uso de este ejercicio como pretexto para tratar de desacreditar a Cuba constituye una burla a los esfuerzos legítimos que en el mundo se realizan para eliminar una actividad criminal que perjudica a millones de víctimas. La obsesión por intentar justificar una política fracasada y cruel como el bloqueo es la única razón que explica la arbitraria inclusión de Cuba en este listado.
El informe del Departamento de Estado tergiversa deliberadamente la realidad de Cuba y encubre la magnitud e impunidad con la que operan en los propios Estados Unidos las principales organizaciones criminales vinculadas a la trata de personas, donde se concentra una buena parte de las víctimas de este flagelo.
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