Julio Martínez Molina
Se autovolaron el Maine y cuanto haga falta para abrir los parteaguas históricos que le aseguren la entrada en conflictos tendentes a cambiar el mapa geopolítico de una región o el planeta. Como el del 11 de Septiembre de 2001, cuyo decenio adviene con un mundo occidental perjudicado a grado extremo en su psiquis colectiva y la presencia eterna de las tropas norteamericanas en área estratégica de Asia, a través de invasiones consideradas “entre los actos más inmorales de la historia moderna” por Noam Chomsky. Oro negro asegurado para las compañías yankis hasta su fin. Los holdings de la “reconstrucción” a su aire. Caos, destrucción, exterminio de pueblos y culturas. Culto de la fuerza. Epifanía del “terrorismo de estado de matiz redentor”.
Tal recordaba el finado Howard Zinn en su artículo 4 de Julio, guardad las banderas (The Progressive, julio de 2006), “el asesinato de 2 mil 300 personas en Pearl Harbor se convierte en la justificación para asesinar a 240 mil personas en Hiroshima y Nagasaki. El de 3 mil personas el 11-S se convierte en una justificación para asesinar a decenas de miles en Afganistán e Irak”.
Una mañana, veinte años o medio siglo adelante, probablemente los lectores abrirán su computador y leerán -allá abajo, perdida entre la lista de las últimas noticias, porque ya entonces no mucho dirá-, la nota que da cuenta sobre el informe desclasificado adjudicador del carácter de “obra interna” a la destrucción de las Torres Gemelas. Cual sostiene Julian Assange, fundador de WikiLeaks: “Hay todo un gigantesco mundo oculto del que no sabemos nada. Está ahí ahora mismo”. Quizá la expresión más reciente consistiera en la “captura y muerte de Osama Bin Laden”, sin duda la combinación mayor de fantasía e imaginación pueril de los tanques pensantes de la era Obama, quienes lo único que no tuvieron en cuenta fue que en los tiempos de la tiranía de la imagen no puedes soltarle al mundo algo así sin siquiera un videito del arresto/muerte, los “héroes” del comando, el lanzamiento al mar del cadáver…
De momento, no existe la gran prueba autocondenatoria del 11-S gestionada en un tribunal, la cual es de dudar aparezca en buen tiempo. A lo sumo, ellos solo han admitido “fallas de inteligencia” e inexistencia de comunicación CIA-FBI. Sin embargo, cada vez resulta mayor la ya extraordinaria cantidad de científicos sociales, especialistas en ingeniería de la construcción, militares de altos cargos, politólogos, periodistas especializados en la materia u otras personas quienes ponen en entredicho la versión oficial de los hechos con sus “protagónicos” 19 suicidas árabes “movidos por el odio a los valores más preciados en Occidente tales como la libertad, la tolerancia, la prosperidad, el pluralismo religioso y el sufragio universal." (The New York Times, 16/11/01). Ni Teoría de la Conspiración, ni noveleta de Grisham, ni película. Es la propia historia de los Estados Unidos, la propia historia de las guerras mundiales.
El general Leonid Ivashov, ex jefe de las Fuerzas Armadas de Rusia, es según Red Voltaire, órgano del Movimiento de Países No Alineados, “ una de las personas mejores informadas en el mundo, no sólo por el importante cargo que ocupó, que le permitió de gozar de una serie de sofisticadas herramientas: satélites artificiales, inteligencia militar, equipo de analistas y otras redes de informaciones secretas o confidenciales, sino porque también hoy en día es vicepresidente de la Academia de Geopolítica en Moscú”.
Este militar reflexionaba así, para dicho órgano, en su ensayo 11-S: una provocación mundial” (marzo de 2009): “Los sucesos de 2001 constituyen una provocación mundial. (…) Se puede definir de la siguiente manera: 1- La oligarquía financiera mundial y EUA obtuvieron el derecho no formal de recurrir a la fuerza contra cualquier Estado. 2- El papel del Consejo de Seguridad se devaluó. Actualmente desempeña cada vez más a menudo el papel de organización criminal cómplice del agresor y aliado de la nueva dictadura fascista mundial. 3- Gracias al 11-S, EUA consolidó su monopolio mundial y obtuvo acceso a cualquier región del mundo así como a sus recursos. El desarrollo de una operación-provocación cuenta siempre con la obligada presencia de tres elementos: el que ordena que se realice, el organizador y el que la ejecuta. En el caso de la provocación del 11-S (…) Al Qaeda no podía ordenar su realización, ni organizarla ya que no disponía de los recursos financieros (enormes) que exigiría una acción de tanta envergadura. Todas las operaciones que ha realizado esa organización son de tipo local, y bastante primitivas. No dispone de los recursos humanos, de una red de agentes lo suficientemente desarrollada en territorio estadounidense, que le permitirían penetrar las decenas de estructuras públicas y privadas que garantizan el funcionamiento de los transportes aéreos y que velan por su seguridad. Por consiguiente, Al Qaeda no podría haber sido el organizador de esa operación”.
Andrew Cockburn, destacado analista norteamericano, autor del libro Rumsfeld: His Rise, Fall and Catastrophic Legacy y coproductor de American Casino, documental sobre la crisis financiera de 2008, escribió hace solo tres meses en Counterpunch algo que define la naturaleza del poder en su país: “Por desgracia, la verdadera historia de nuestra historia es una inexorable capacidad de mentir sobre todo”. Nadie lo hubiera expresado mejor.
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