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miércoles, 9 de noviembre de 2011

De cómo EEUU financia a la “disidencia” cubana (y la cuenta ya suma 150 millones)

A comienzos de octubre, la oficina diplomática de EEUU en La Habana preparaba una fiesta por todo lo alto, a la espera de que dos “disidentes” cubanos fueran galardonados con el Premio Nobel de la Paz. La Agencia para la Cooperación Internacional de EEUU (USAID) ya había destinado 250.000 dólares para merchandising, como la impresión de 100.000 camisetas con el rostro de los premiados, sobre un fondo de banderas de EEUU y Cuba y la frase “Para Cuba llegó la hora”. Finalmente, el premio fue a parar a otras latitudes (1). Pero la anécdota es representativa del grado de relación orgánica entre disidencia cubana y Gobierno de EEUU, algo que los medios internacionales ocultan deliberadamente.
Los gigantes de la información silencian el probado financiamiento por parte de EEUU a esta “disidencia”, hecho que -por sí solo- invalida su legitimidad política.
Solo para el ejercicio fiscal 2011, el Gobierno de EEUU ha aprobado 62 millones de dólares para la incidencia política, social y mediática en Cuba, al margen de otras partidas no declaradas (2). Supone un aumento del 34 % con respecto al año anterior, a pesar de la crisis que golpea a EEUU, ya con más de 46 millones de personas bajo la línea de la pobreza (49,1 millones segín la Oficina del Censo de EEUU. NdelE) (3).
Casi la mitad de estos 62 millones anuales se lo llevan las emisoras gubernamentales de propaganda Radio y Televisión Martí, que emiten hacia la Isla desde un avión militar estadounidense, violando todas las reglamentaciones de la Unión Internacional de Telecomunicaciones.
La partida para la llamada “disidencia” se eleva a 20 millones de dólares, que administra la Agencia de Cooperación Internacional de EEUU (USAID), dentro de su “programa para la democracia en Cuba” (4). Estos fondos son destinados, en primera instancia, a organizaciones y empresas contratistas de EEUU –principalmente de Miami- que encauzan programas, equipos y fondos a cualquier grupo humano de Cuba, por pequeño que sea, que cumpla con el requisito de oponerse al Gobierno de la Isla. Los beneficiarios son mininipartidos de todo tipo, sectas religiosas, colectivos de gays y lesbianas supuestamente “independientes”, bloggers anticomunistas, incluso grupos infantiles “no oficiales” (5).
Esta entrega vía entidades intermediarias de los fondos gubernamentales de EEUU para la “disidencia” cubana actúa como pantalla para ocultar la naturaleza colaboracionista de ésta y, de paso, impedir la aplicación de las leyes cubanas (6). Hace unos días, la nueva líder de las llamadas Damas de Blanco, Berta Soler, tratando de desmentir un supuesto desfalco de 20.000 dólares en las arcas de su grupo, negaba que el Gobierno de EEUU les haya entregado jamás dinero, ya que éste les es enviado por “los exiliados (de Miami), que lo recaudan con sus actividades”. Lo que no explicaba Soler es que la más efectiva de estas “actividades” de la ultraderecha de Miami es, precisamente, la presentación de proyectos a la USAID para optar a una parte de los 20 millones de dólares anuales que, finalmente, financian a las Damas de Blanco y a muchos otros grupos.
Este método de pago indirecto no excluye, sin embargo, determinadas partidas gubernamentales directas, tal como lo prueba un cable de la Oficina de Intereses de EEUU en La Habana, fechado en 2008, revelado hace unos meses por Wikileaks pero censurado por los medios internacionales (7).
Desde mediados de los años 90, el Gobierno de EEUU ha gastado cerca de 150 millones en estos programas de apoyo a la “disidencia”, con un repunte espectacular a partir del año 2006, justo tras la grave enfermedad de Fidel Castro, llegando en el año 2008 a la cifra récord de 45 millones de dólares (8).
Un documento del Departamento de Estado, de abril de 2011, admite abiertamente que financian a la “disidencia” cubana. Dice así: “Los esfuerzos combinados de los programas de gobierno de EEUU han contribuido a elevar el perfil internacional de activistas de la sociedad civil, especialmente de los bloggers y los periodistas. (…) Estamos tratando de colaborar con la más amplia franja de la sociedad civil cubana, incluidos los grupos con los que no se ha funcionado en el pasado. Hemos entrenado a cientos de periodistas cuyo trabajo ha aparecido en las principales agencias de noticias internacionales” (8).
Pero sobre este escándalo político, que desnuda la naturaleza colaboracionista de la mal llamada “disidencia” cubana, los grandes medios prefieren no informar. Sería como reconocer que quienes han presentado desde hace años como “opositores pacíficos” o “defensores de los derechos humanos” son, en realidad, lo que en cualquier país del mundo llamarían mercenarios.

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