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viernes, 6 de enero de 2012

Crónica para un regalo de otros reyes

Fidel y parte de los integrantes de la Caravana de la Libertad en masivo acto frente
al Ayuntamiento de Cienfuegos, casi en la medianoche del 6 de enero de 1959.
"A Cienfuegos había que venir aunque
solo fuera para saludar a este pueblo
e inclinarse reverente en tributo a
 los héroes del 5 de Septiembre".

Fidel Castro
Melissa CORDERO NOVO

Los buzones debieron andar repletos de cartas, y las peticiones colgando de cada  casa de la ciudad, quizás con letras raras y en colores. Mamá les contó, desde hace algún tiempo, que los reyes eran unos señores graciosos que traían regalos a los niños. Por eso ellos los estaban esperando despiertos sobre el colchón. Pero aquel 6 de enero no vinieron solo tres, ni montados en camellos, ni con sacos llenos de muñecas o soldaditos; aquel 6 de enero de 1959 a Cienfuegos lo visitaron otros reyes, con otros regalos.
Cuentan que el frío fue abusivo y había un olor a rescate impregnándose en todos los tímpanos y en todas las calles; que sonaron las campanas sin campaneros, y que aún se escuchan. Cuentan que no solo los niños fueron los favorecidos, y las personas salieron a estremecer banderas, a limpiar bien los portones y le dieron golpes contundentes a los años de opresión, los tiraron lejos, no hubo quien se quedara inmóvil o sin gritar fuerte.
Esta vez, los señores, vestidos de verde y con agujeros en los uniformes, cabalgaban una caravana llamada Libertad. En las manos traían los presentes y entonces las abrieron para esparcirlos por la ciudad, y saltó la emancipación, la paz, el poder, saltaron para caer encima de todos. El Primero de Enero de 1959 zarparon desde Santiago de Cuba y había suficiente, tanto, que más de medio siglo después, no se agota.
Llegaron unos gigantes todavía con el cansancio de la batalla y restos de pólvora en los hombros, llegaron para también colocar las rodillas en el suelo, estrechar los cuerpos que los conocieron en sueños, para comenzar a coser las heridas en las pieles y entregar vidas nuevas, lejanas por completo de la ferocidad de la tiranía. Llegó Fidel, aquel titán de leyendas.
El recorrido por la ciudad fue en pocas horas. En el Distrito Naval del Sur honraron a los mártires del 5 de Septiembre, quienes dieron la vida para que su tierra pudiera tener una verdadera noche de reyes. Luego fueron al restaurante Covadonga para finalmente levantar una tribuna en el parque Martí, frente al antiguo Ayuntamiento, y regalar sílabas e inequívocos sintagmas.
Ya sé que mamá había prometido que vendrían unos señores simpáticos, pero el regalo superó cualquier otro. Aquel 6 de enero, los hombres vestidos de verde trajeron lo que en verdad necesitaban todos, no hubo decepciones, mucho menos reclamos. Aquel 6 de enero no quedó nadie sin agradecer y caer en lágrimas ante la figura extraña de los otros reyes. (Tomado de CINCO de Septiembre digital)

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