El escritor Marcial Gala, frente al jardín de su hogar, en el reparto de las Petrocasas. |
Julio MARTÍNEZ MOLINA
Lo tenemos ahí, a un paso de nosotros. Coge “botella” desde las Petrocasas al Prado, o viceversa, todas esas jornadas cuando decide silenciar el pedaleo de su bicicleta. Parco, sereno, ajeno a afeites e imposturas, camina nuestras calles con sencillez tal, que hace admirar más a quien se convirtió en una de las figuras a no obviar del panorama literario nacional contemporáneo.
Al que no lo creyera, o simplemente desconociese lo anterior: Marcial Gala acaba de ganar el prestigioso Premio Alejo Carpentier -el más importante concedido anualmente por el Instituto Cubano del Libro-, en la categoría de Novela. Ello confirma tanto la aseveración, como los favorables vaticinios que alrededor de su obra se cernían.
Los subjetivos premios, hasta los de mayor distinción, no siempre son rasero medidor de las calidades de ningún creador; si bien no es este el caso.
El jurado no ha perdido la oportunidad de reconocer al narrador que mediante La catedral de los negros (la novela laureada) cierra con donaire su trilogía Cienfuegos, capital del mundo, de la cual forman parte además Sentada en su verde limón (Letras Cubanas, 2006) y Monasterio (a publicarse en fecha próxima por Unión).
Entre los hilos conductores que acoplan las tres historias cita al personaje de Harris, el viejo saxofonista que ha compartido escenario con los grandes del jazz en Nueva York y cruzado correspondencia con el ex Beatle John Lennon.
Según el escritor, “en las tres piezas el relato configura su ecuador en esta urbe. En cada uno de los libros se vuelve sobre el concepto de que, a pesar de ser una ciudad que ni siquiera es la principal de Cuba después de La Habana, es como mágica y escenario en el cual podrían suceder las cosas más absurdas. Acaso advierten la sensación compartida por ciertos lugareños de experimentar que viven en una plaza que, no obstante la más linda del país, no pasa de ser periférica hasta cierto punto”.
A satisfacción de visiones tales, La catedral de los negros, a la manera del tríptico completo, sitúa a Fernandina de Jagua en el ombligo de la isla. Y del mundo; si bien -aclara el escritor- dentro de las fronteras del juego literario.
“Constituye un gran divertimento del cual me valgo, más que nada, para dar cabida a los tipos humanos de la sociedad actual, la cual me es dable conocer, por vivirla. No sucede tampoco que esté pensando en reeditar una nueva Comedia Humana balzaciana, ni ninguna quimera semejante”, precave suspicacias.
Él continúa pensando que “la función primera de nuestro arte es entretener; no desde la trivialización, sino dándole un nuevo sentido a la palabra: placer irremisiblemente vinculado a lo intelectivo.
La historia de la novela, de corte onírico-fantástico, acontece fundamentalmente en un Cienfuegos mítico, en cuyo irreal barrio de Punta Gótica (en alusión posible al existente de Punta Cotica) construyen, o intentan hacerlo, una catedral filo gaudiana, nunca terminada, de contornos monumentales.
Retoma Gala en estas páginas el realismo mágico, pero desde otro tipo de ángulo, mezclado con la historia más contemporánea de Cuba, epicentro de una variopinta gama de personajes que habitan -afirma-, un país muy marcado por el cambio, por el arraigo y a la vez el desarraigo de las costumbres.
“Como cualquier conflicto anclado a lo fantástico, tiene vasos comunicantes con la realidad, pero posee un vuelo literario que la aleja del Cienfuegos real. Vemos aquí una ciudad más distorsionada, grotesca, dibujada con colores fuertes; si la entreviésemos en términos pictóricos, semejaría un aguafuerte, donde las personas son contrastantes.
“Aunque el nudo dramático acaece en esta villa, la novela extiende su ambientación espacial a Barcelona, Portland y La Habana: ¡es que hay tantos cubanos en tantas partes¡ No existe narrador único; sino coral. Cada personaje va contando un fragmento de su historia”, revela.
De acuerdo con su parecer y amén de lo anterior dicho, en esencia, el libro “es una indagación acerca del mal, y lo impredecible que puede tornarse la violencia cuando el hombre no lucha contra los demonios que lleva dentro”.
No en balde privilegia el relato, por encima de su coralidad, la presencia del joven poeta negro, Samuel Prince Stewart, quien se deja arrastrar por lo violento, al cometer ciertos actos conducentes al mal. Adoptar tal postura lo lleva a un desenlace lancinante.
Muchas veces -reflexiona sobre esta cuerda Marcial- la violencia en estas tierras de Latinoamérica no posee un sentido racional, sino un costado dionisíaco; de tal que las personas se dejan llevar por ella. En algún modo, la novela sopesa eso.
De lo anterior; de sexo, incesto, destinos trágicos, complejas tipologías, religiones todas -la afrocubana a la cabeza- canibalismo y otras cosas, impensables varias, va también el volumen a editarse por Letras Cubanas.
“Aunque enfocado lo anterior desde un basamento de lirismo atento a la necesidad de estos personajes de origen humilde pobladores de la trama de buscar la belleza”, precisa su ejecutor.
Según estima, la novela es además eso: unos personajes en pos de la belleza, mas no esa simple, física o asociada al confort, sino la que es capaz de poetizar la realidad.
El recién concluido 2011 resultó un buen año para el escritor que presentó en las Ferias del Libro de La Habana y Santo Domingo su cuaderno de cuentos Es muy temprano (Letras Cubanas, 2010) y en esta última participó del Encuentro Poetas del Caribe.
Ante la dicotomía narrativa-poesía -en 2010 la editorial Mecenas, en Cienfuegos, publicó su poemario Moneda de a centavo- Marcial Gala insiste que él es un novelista con algunas incursiones en la poesía.
"Hago poemas, la poesía es un estado de ánimo, si llego a trascender será por la narrativa, lo otro es una forma de mantener afilada la espada", acotó.
Interrogado acerca de su manera de asumir el ejercicio literario, comentó que trata de imponerse una disciplina cuando arriba a la mitad de un proyecto y se vuelve obsesivo en aras de terminarlo, pero no se considera un escritor de gabinete.
El narrador, nacido hace 47 años en la capital cubana pero con una obra totalmente arraigada en Cienfuegos, asegura que no se plantea acumular una gran cantidad de libros publicados cuando arribe a los 60, porque sobre todo persigue el propósito de estar satisfecho con él mismo y ser selectivo en su escritura.
"Cuando pasas de los 40 es preciso tratar de hacer cosas con dignidad, porque a partir de ahora cada nuevo libro es un dedo acusador" (contra el propio escritor), concluyó. (Con añadidos de Prensa Latina)
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